06 Sep Dos años de la muerte del rey de la cumbia
Por Nicolás Peralta
Cerró los ojos saltones, como durmiendo, y dejó de jadear. Quedó acostado en la cama king size de la habitación 311 del Hotel Gala, un edificio cuadrado ubicado en calle 57 y 62, pleno centro viejo de la ciudad costera de Nechochea. Tenía la camisa abierta y las manos en el pecho agarrando la moneda gitana en una cadena de oro que colgaba de su cuello. No le dio tiempo a la ambulancia del Hospital Municipal Emilio Ferreyra, que había venido por el llamado al 911 de su hijo Nicolás cuando Leo se empezó a sentirse mal, a trasladarlo e intentar salvarlo. Ya estaba muerto.
Venía mal. Estaba gordo. Le costaba tanto respirar como estar parado. Fumaba sin parar. Los años de excesos cobraron sus saldos atrasados. Después de esquivarla tantas veces, de eludirla con habilidad, y haciéndole frente de la única manera que sabía hacerlo, cantando, finalmente el final de estrofa llegó.
El mediodía era fresco pero soleado. El mar estaba planchado, como congelado. Siempre a Leo le gustaba ir a verlo antes de irse. Pero no pudo. La música popular estuvo de luto al conocerse la noticia: Leo Mattioli, de tan sólo 38 años, falleció a causa de un paro cardiorrespiratorio.
La ciudad costera todavía vibraba por la cadencia del acordeón de sus temas y los gritos de las chicas enamoradas que habían explotado el Club Rivadavia, y la noticia fue un baldazo de agua fría. Habían venido, él y su grupo, desde Balcarce. Sus últimos shows se dieron con las dificultades que ya eran costumbre en los últimos tiempos de Matiolli.
El León. El más romántico. Mezcla de Sandro y Dyango. El rey de la cumbia santafesina, En los últimos tiempos ya no era aquel monarca seductor y fuerte. Le picaba el pecho y la garganta, y le costaba terminar los recitales. Ya no era el que a los 20 años había comenzado como cantante en el Grupo Trinidad, cuando logró lo que quería: vivir del loco y bohemio oficio de cantante
En 1999, Leo inicia su carrera como solista, misma época en que se encontró por primera vez cara a cara con la muerte al regresar de un concierto. El 15 de enero de 2000, mientras regresaban de una gira, en el norte santafesino, sufrió un terrible accidente en el que perdieron la vida el tecladista, Sergio Reyes, y el acordeonista, Darío Bevegni. Leo estuvo en estado crítico. Su Salud era frágil y siempre era noticia.
Los regresos traían más éxito. Pero faltaba: en 2009 estuvo en su momento más crítico, cuando producto de una neumonía terminó en un coma farmacológico y conectado un respirador artificial.
La adicción al whiskola y la morfina no ayudaron. En su canción “Le pido a dios” pidió más vida, pero finalmente la muerte siempre gana. Murió hace dos años. Seis días antes de su cumpleaños treinta y nueve. Sus canciones siguen enamorando y ayudando a que el pueblo pueda gritar su frase característica: “Ay amor.”
TIEMPO ARGENTINO