14 Aug Cirujano de las finanzas
El almuerzo con Arminio Fraga se organizó a través de un intercambio de mails. “La regla del juego es que el entrevistado elige el lugar, y el diario paga la cuenta”, decía el mensaje que propuso el encuentro. “Frecuento cuatro o cinco restaurantes en esta área”, respondió Fraga, minutos después. “Si elijo uno, los otros me envenenan”.
Este periodista pasó por delante de varios lujosos restaurantes de la avenida Ataulfo de Paiva, en el barrio carioca de Leblon, antes de entrar a un edificio comercial, donde está Gávea Investimentos, la mayor administradora independiente de recursos del país, con una cartera de R$ 15.000 millones. En el séptimo piso, la recepcionista saluda y lleva al visitante a una sala de reuniones. Contra todos los pronósticos, vamos a almorzar en la oficina.
Arminio aparece puntualmente a las 13 horas y constata que la fotógrafa de Valor había armado sus cámaras y las luces allí. “Preparé la mesa en una sala arriba. La vista es mejor. Esta ciudad es muy bonita”. Todos subimos una escalera interna hacia el octavo piso. Adelante, Arminio continúa hablando. “No salgo mucho para almorzar. Es muy bueno comer afuera, pero no se puede conversar bien. Todo el mundo se queda mirando”. Sentado a la mesa, Arminio abre un tupperware. “Es un salpicón liviano, todo orgánico”, explica, mostrando una ensalada con repollo y zanahoria que trajo de su casa, ubicada a cinco cuadras de allí. El mismo sirve sándwiches de una delicatesen cercana, toma una coca cola de un frigobar ubicado atrás suyo y ofrece bebidas.
La imagen bien americana de Arminio almorzando un sándwiches con ensalada en su oficina, pantalón de sarga y camisa blanca con camiseta debajo, hace pensar en su verdadera identidad, entre las ciudadanías brasileña y estadounidense. Su padre, Sylvio, fue un renombrado dermatólogo que hizo su residencia en Filadelfia. Allí, se enamoró de Margaret, una descendiente de irlandeses que vive en Rio desde 1956, pero, a pesar de la distancia, no dejó de ser una radical demócrata, un partido de izquierda de acuerdo al modelo americano. Arminio y sus tres hermanas nacieron en Brasil.
Hasta salir del país para hacer un doctorado en la Universidad de Princeton, Arminio tuvo una vida típica de clase media en el barrio Jardim Botânico y estudió en el colegio jesuita Santo Ignacio, uno de los más tradicionales de Rio.
Diez años atrás, la revista “Newsweek” lo definió como “el ‘nerd’ que salvó Brasil” en la crisis cambiaria de 1999, pero Arminio no se reconoció en ese título. Aunque estudioso, tuvo otros intereses, como jugar al fútbol. Le gustaban más las ciencias exactas, y parecía destinado a seguir medicina. Ese parecía el camino natural para quien creció en una familia de médicos, comenzando por su abuelo, que dejó la pobreza en el interior de Bahía para estudiar medicina y, más tarde, convertirse en uno de los primeros becarios de la Fundación Rockefeller, en Estados Unidos. Arminio cuestionó su vocación para la profesión, al ver a su padre dedicar días y noches al trabajo, y finalmente decidió estudiar economía en la Pontifica Universidad Católica (PUC) de Rio.
Después de vivir tres períodos en Estados Unidos, el último trabajando en el legendario hedge fund de George Soros, él y su mujer, Lucyna, decidieron volver a Brasil en junio de 1999. Los hijos adolescentes estaban en un momento crítico para definir la nacionalidad. Llamado por el presidente Fernando Henrique Cardoso para asumir como titular del Banco Central, anticipó seis meses su regreso al país y compró una casa en Leblon, donde vive hasta hoy. Su hija, Mariana, vive en Estados Unidos, y su hijo, Sylvio en Rio y juega al golf con su padre.
Arminio integra el consejo de desarrollo económico que asesora al alcalde de Rio, Eduardo Paes. Un tiempo atrás, alguien tiró la idea de impulsar su candidatura por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) como alcalde o gobernador. “No soy político, no tengo vocación. Pero pretendo continuar participando del debate nacional, principalmente económico”. Eso incluye el intercambio de ideas con Aecio Neves, probable candidato a presidente por el PSDB en las elecciones de 2014.
“Tuve algunas charlas con él, no muchas, pero buenas. De vez en cuando me buscan otros políticos”, dice. ¿El gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, que ensaya una candidatura por el Partido Socialista Brasileño (PSB), sería uno? “No tuve chances de hablar con él todavía. Pero amigos en común me comentaron que, eventualmente, sería muy interesante tener una charla. Me agradaría mucho”, señala.
En 2010, Arminio y el socio, su primo Luiz Fraga, vendieron el control de Gavea Investimentos al JP Morgan, y el contrato estableció que ellos permanecerían en el comando del negocio por al menos cinco años. En una entrevista con Valor, Arminio dijo que quería tornarse un “cochairman” junto a Luiz, o copresidente del consejo, para que Gavea dejara de ser “la administradora de Arminio”. Con 55 años, no parece pensar en jubilarse. ¿Qué piensa de cara al futuro? Tras un largo silencio, dice “la respuesta es rápida, tardé porque tenía la boca llena. Me veo dedicando menos tiempo al día a día. Son días largos, con jornadas de 12 a 14 horas y, como nuestro fondo multimercado es global, con frecuencia me despierto en medio de la noche. Pero no tengo prisa”.
“Me veo como una persona de línea liberal, con corazón, movida por las carencias del Brasil en que me crie y vivo hasta hoy. (Isaiah) Berlin (pensador liberal rusobritánico) es un filósofo que habla de pluralismo. Yo creo en eso. Nadie puede decir lo que es importante para otros”. No es un liberalismo salvaje, aclara. “Nunca defendí un Estado minimalista. Extraño un Estado con ‘E’ mayúscula. Creo en la igualdad y en una red de protección social”.
Uno de los temas que están en la cabeza de Arminio es la “reestatización del Estado”, en la línea del artículo “El Capitalismo después de la Crisis”, del profesor Luigi Zingales, de la Universidad de Chicago. La tesis central es que la economía estadounidense, a pesar de ser el país del mundo más abierto al principio de libertad económica, entró en crisis porque fue capturada por grupos de interés que son fuertes en Washington. “Ese es el modelo que Zingales llama pro-business. El Estado tiende a ser más capturado, tiende a pensar menos en el bien común”, afirma. “El mercado resuelve bien muchas cosas, de forma más imparcial, siempre que sea genuinamente competitivo”.
El tema de la conversación pasa repentinamente de la filosofía a la economía en el gobierno de Dilma Rousseff. “Con toda esa crisis de infraestructura, el gobierno está claramente repensando su trayectoria. Es digno de elogio. Mucha gente no cambia de opinión en toda la vida”. Como ejemplo, cita los aeropuertos, que primero cambiaron de un esquema de concesión hacia un modelo más estatal con Infraero, y después de vuelta al modelo de concesión. “No fue suficiente todo el esfuerzo del BNDES. Las empresas toman dinero del BNDES con frecuencia para proyectos que no necesariamente no habrían tenido lugar de una u otra manera. Para superar una tasa de inversión de 18% del Producto Bruto Interno (PBI), se necesita trabajar las condiciones que dan lugar a las inversiones”. ¿Cuáles? “Seguridad y claridad en las reglas. Y reglas un poco mejores”.
“El gobierno viene trabajando con el pie en el acelerador en el área fiscal, monetaria y crediticia. Eso trajo la inflación alta. Siempre existe una cierta tendencia a atribuir la inflación alta a un determinado precio u otro, pero lo que hay es una suba más generalizada de precios. Se necesitaría frenar los tres frentes. Frenar el fiscal, dar libertad al Banco Central para trabajar la política de tasas de interés sin grandes restricciones y tener cuidado por el lado del crédito”.
El tema radica en si la inflación alta no sería causada por la falta de una actitud más firme del BC que preside Alexandre Tombini, a quien muchos en el mercado ven más preocupado con el crecimiento económico que con la inflación. “Hubo una demora (para reaccionar). Conozco muy bien a Tombini, un profesional muy equilibrado. Tengo que atribuir al ambiente (de falta de libertad para que el Banco Central actúe) al menos parte de esa situación que hoy tenemos de inflación bastante alta. Esa inflación, sin las intervenciones puntuales que el gobierno promovió, probablemente estaría más próxima de 8%. El BC, en teoría, debería desconsiderar esas intervenciones. Con una inflación cercana a 8% y la economía en pleno empleo, los intereses en 7,5% al año parecen muy bajos. Normalmente no entro en ese detalle sobre política monetaria. Pero es lo que pienso”, dijo el economista.
Para Arminio, el momento exige “sangre fría”. “Quien está en Brasilia sintiendo las presiones sociales, tiende a enfocarse en el cortísimo plazo”, afirma. “Es una ilusión porque, si la inflación está más alta, allá adelante las cosas van a encarecerse. Mejor encarar eso rápidamente, resolverlo de una vez. Me empeño para que eso ocurra”.
¿Pero el escenario económico no sería confuso, con pleno empleo e inflación alta, pero también bajo crecimiento? “Para que el país crezca, es preciso que haya demanda, pero es necesario que haya oferta. La oferta en general responde más lentamente”, señala Arminio, refiriéndose a la capacidad de la economía de producir bienes y servicios. “No es una respuesta razonable desde el punto de vista macroeconómico quedarse esperando que reaccione la oferta en lugar de hacer un ajuste en la demanda. Se necesita ajustar la demanda a lo largo del camino, bajo pena de que la inflación aumente y la economía vuelva a indexarse”.
Arminio coincide en que las condiciones internacionales excepcionales imponen ciertos desafíos a la administración macroeconómica, en especial a la política cambiaria. “El ministro (de Economía, Guido) Mantega hizo bien en desarrollar el tema de la ‘guerra cambiaria'”, afirma Arminio, mientras levanta algunas migas de pan del plato. “Es difícil responder eso. Creo que debería insistir en una cierta ortodoxia para que la tasa de interés pueda continuar baja y caer más. Es verdad que el interés cayó bastante, pero el de corto plazo bajó más de lo que debería. El interés más largo cayó, pero cayó en la misma magnitud del de otros países”. Arminio también está preocupado con la política económica -monetaria y fiscalde Estados Unidos, Europa y Japón. Afirma que los Bancos Centrales están bajo presión. “Es lo que en Brasil conocemos muy bien. Cuando el problema es de demanda débil, la vida es buena, el Banco Central baja los intereses. Si la demanda aumenta mucho y provoca más inflación, suben los intereses y se reequilibran las cosas. Pero si ocurren problemas de otra naturaleza, como crisis de balanza de pagos, (crisis) bancarias, geopolíticas, guerras, la cosa puede cambiar. El Banco Central puede encontrarse frente a un dilema. La inflación puede no estar cediendo por falta de confianza en el modelo monetario o shock de oferta, y ahí se transforma en una prueba, en caso de que suceda. Nadie lo sabe. Lo que sabemos, entre comillas, es que ‘las cosas suceden'”.
¿Brasil estaría preparado para un riesgo de ese tipo? “No existe nada muy complicado en el corto plazo, salvo esa tensión en relación a la inflación, pero se necesita cierto cuidado”, afirma Arminio. “Tenemos una relación deuda líquida y PBI relativamente baja, pero en el concepto de deuda bruta Brasil es uno de los mayores del mundo emergente. Esa política de utilizar la balanza del gobierno para expandir muchos programas, para que el gobierno sea una especie de intermediario financiero, es al mismo tiempo una receta de mediano plazo peligrosa”. El economista defiende una política fiscal anticíclica, pero con una meta de superávit primario en 3% del PBI, que se superaría en los años buenos y bajaría en los malos. En la política actual, 3% del PBI es un techo, como mucho.
Cuando dejó el mercado financiero para asumir el BC, cargo en el que permaneció hasta 2002, un senador llamó a Arminio “genio del mal”, y sindicalistas protestaron en su contra, comparándolo a un zorro cuidando el gallinero. El economista es el hombre que derribó Tailandia en la crisis asiática, de 1997, cuando trabajaba para Soros, según analiza el periodista británico Sebastian Mallaby en su libro “More Money Than God: Hedge Funds and the Making of a NewElite”, publicado en 2010.
EL CRONISTA