Rita Dove: la poeta de Barack Obama

Rita Dove: la poeta de Barack Obama

Por Eduardo Montes-Bradley
Un reducido número de invitados esperaba en el Salón Oriental de la Casa Blanca. Entre la concurrencia distingo al escultor Martin Puryear, también a Al Pacino junto a una mujer negra de rasgos delicados, a quien la crítica juzga uno de los exponentes más destacados de la literatura norteamericana. De repente se oyen los clarines que preceden al himno presidencial (“Hail to the Chief”) y la concurrencia se pone de pie. El primero en recibir la Medalla de las Artes de manos de Obama fue el centenario artista plástico Will Barnet. El siguiente reconocimiento estaba reservado a la escritora sentada junto a Scarface: “La Medalla a las Artes a Rita Dove, por sus servicios como Poeta Laureada de los Estados Unidos. Con obras que conjuran belleza, crítica, lirismo y política, la señora Dove ha iluminado la poesía y la literatura cultivando el interés popular en las artes”.
El acto coincidió -era el mes de febrero de 2012- con el día de la entrega de los Grammy, con la batalla legislativa por el acuerdo presupuestario y con las primarias republicanas, que acabarían por convertirse en el reality show más resonante de la temporada. Sin embargo, durante unas horas, el tiempo se detuvo en aquel salón para reconocer ciertos méritos aún caros a la identidad cultural estadounidense.
Pocos días más tarde, se me ocurrió la idea de hacer un documental que me permitiera conocer un poco mejor a esa mujer de rasgos delicados, sobre la que hasta entonces no había tenido noticia. Me comuniqué y la respuesta, que no se hizo esperar, llegó acompañada de muy precisas instrucciones de cómo llegar a su casa en Charlottesville, Virginia:
Instrucciones para llegar a la casa de Rita Dove: [.] ignore la señal que indica “Sin salida” y continúe por la Calle de los Corderos. Un poco más adelante termina el bosque y comienza el descampado y las montañas habrán quedado a su derecha. Llegando al pie de la colina, verá el buzón de correos con el número de la calle impreso. Mi casa es la gris, con balaustrada blanca alrededor de la galería que puede verse a su izquierda, sobre una elevación considerable. Continúe por el camino que se prolonga junto al lago y la casa hasta los pilares debajo del anexo, evitando desplazarse sobre el césped recién sembrado. Puede estacionarse en alguno de los dos lugares que no están ocupados, o frente al viejo Mercedes que ya nadie conduce. Ingrese en la casa por la puerta del sótano (a la derecha de los pilares del anexo) o siguiendo el sendero que circunvala la galería y que conduce a la entrada principal.
La alternativa del sótano era mucho más tentadora y poco antes de que pudiera llegar a tocar el timbre, Dove y su marido, el escritor alemán Fred Viebahn, salieron a mi encuentro. “Welcome”, dijo ella con una sonrisa de esas que tumban gobiernos. A primera vista, Dove parece más alta de lo que supuse al verla junto a Michelle y Barack Obama por televisión aquel día. Viebahn, de su misma estatura, es la personificación del movimiento estudiantil alemán del 68, un soixante-huitard que podría parecerse a cualquiera de mis amigos de siempre. El acceso desde el sótano hasta la parte principal de la casa está poblado de imágenes que vinculan a Dove con figuras clave del progresismo estadounidense, también con tres presidentes.
“Éstas son algunas de las fotografías que sobrevivieron al incendio”, comenta Dove. La casa en la que habíamos ingresado por el sótano está construida sobre las ruinas de la que se incendió. “Mirábamos cómo el fuego consumía todo; cómo la casa que habíamos construido se derrumbaba -recuerda-. De repente, se acercó un bombero que me dijo que los manuscritos iban a sobrevivir, que el fuego difícilmente los consume. [.] Cuando pudimos acercarnos a las ruinas, vimos que ya no quedaban recuerdos familiares, pero los manuscritos, convertidos en ladrillos negros, habían conservado su integridad.” Dove habla de la tragedia con el mismo pragmatismo que la lleva a reconocer que el historial de opresión puede ser argumento literario, inspiración e incluso un estado de conciencia, pero que ya no es una excusa.

WE SHALL OVERCOME
Rita Dove nació en Akron, Ohio, en 1952. Su padre, el primero de los Dove en acceder a una educación universitaria, trabajaba como ascensorista porque la idea de conchabar los servicios de un ingeniero químico negro aún no terminaba de cuajar entre los ejecutivos de la Goodyear Tire & Rubber Company. Con el tiempo todo cambia, eso también. Hoy es poco lo que queda en pie en la ciudad que atrajo a los abuelos de Dove. Akron es un destino tan huérfano de prosperidad como Detroit o Cincinnati. Los blancos con algunos recursos fueron los primeros en emigrar, la burguesía negra siguió los pasos, dejando atrás una ciudad hostil, sin demasiados encantos.
El Templo Wesley A. M. E Zion donde Rita Dove aprendió el canto y los fundamentos de esa congregación es quizás uno de los escasos testimonios de que alguna vez fue de otra manera. “Hoy puedo asegurar que soy atea, pero hubo un tiempo en que iba todos los domingos a la iglesia, guiada por mi familia y por una comunidad en la que convivían los valores religiosos y la música. ¡Sobre todo la música! Yo quería sumarme al coro de la iglesia, pero mis padres se opusieron diciendo que las coristas eran chicas ‘ligeras’. Para poder cantar tenía que esperar el momento de los himnos. Entonces sí, me ponía de pie y junto a mi padre improvisaba armonías. Ése es uno de los mejores recuerdos que tengo de aquella época.”
Le pregunto si recuerda algunas de aquellas canciones y, sin decir agua va, comienza a jugar con una melodía que habrá de entonar hasta el final: “We Shall Overcome”, el himno que trascendió convicciones religiosas para convertirse en bandera de conquistas sociales, no sólo en Estados Unidos. “Es una melodía que no pareciera exigir absolutamente nada -asegura-. Se deja llevar como diciendo que algún día vamos a llegar; que pase lo que pase vamos a seguir adelante. ‘We shall overcome’ reasegura con infinita calma, sin apremios, y en primera instancia hasta podría pasar por un himno baladí. Quizás en eso radique su fuerza.” Para Rita Dove, la ausencia de confrontación es una forma de resistencia política.
“Alguna vez -le digo- leí que no se reconocía como poeta indignada. Sin embargo, parte de su obra desmiente esa falta de compromiso.” Dove vuelve a sonreír, pero esta vez no es una de esas sonrisas que tumban gobiernos. Sabe que me refiero a “Parsley” (“Perejil”), el poema que retrata uno de los crímenes más sangrientos en la historia de América Latina:

El general ve los campos de caña
de azúcar, azotados por la lluvia […],
ve la sonrisa de su madre, los dientes
tallados en puntas de flecha. Escucha
a los haitianos cantar sin pronunciar las erres
al ritmo que blanden sus machetes:
Katalina, cantan, Katalina,

“Cuando la indignación suprime la posibilidad de elaborar sobre el texto, entonces el poema se ve perjudicado. En todo caso, me interesa que la indignación surja del lector sin que medie una manipulación evidente. En el caso de ‘Perejil’, la intención no fue descalificar al dictador sino sus acciones, más precisamente, la masacre de haitianos. Ahora bien, me reconforta saber que el poema despierta indignación, pero también me siento reconfortada sabiendo que el lector experimenta alguna afinidad con el dictador.” Para Dove, la desestimación del tirano es parte de un proceso de deshumanización que nos acerca a la calidad de sus actos.

mi madle, mi amol en muelte. Dios sabe
que su madre no era una mujer estúpida; ella
podía sostener la R como una reina. ¡Hasta
un perico puede pronunciar la R! […]
(“Perejil”)

EN ALEMANIA
En 1974 Rita Dove desembarcó en la Universidad de Tubinga siguiendo los pasos de uno de sus poetas predilectos: Friedrich Hölderlin. Ancladas en Ohio quedaron otras vocaciones: el canto, también el chelo y la viola da gamba. Supongo que para irse de Akron hace falta coraje, pero mucho más valor hubiera requerido quedarse en un lugar que no tenía nada que ofrecer. “La idea de una partida resultaba inconcebible para mi familia. Sobre todo cuando los lugares que iba a frecuentar no parecían muy apetecibles para un afroamericano.”
Esos lugares no estaban necesariamente en algún lugar de Alemania. En 1974, Estados Unidos ofrecía muchos destinos incómodos para el negro. “En Alemania me sorprendió el profundo, casi visceral sentimiento antiestadounidense que dominaba entre los estudiantes alemanes. Curiosamente, ese sentimiento no me contemplaba porque mi condición de mujer negra me ponía en el lugar de los oprimidos, y entre los oprimidos no estaban contemplados los norteamericanos que aún tenían tropas en Vietnam.”
Dove sostiene que los alemanes eran los menos indicados para acusar a nadie de represor, y el hecho de que en Tubinga no la percibieran como estadounidense precisamente por ser negra le devolvía un sentimiento familiar. También reconoce sus prejuicios al respecto: “Lo interesante de aquel primer viaje fue convivir con la idea de que Alemania no era sólo un país de monstruos y de grandes maestros, sino también un país donde cabía mucho más que campos de concentración, Hölderlin, Heine y Goethe. La idea que yo tenía antes de aquel viaje respondía a una caricatura del país real”.
En Alemania Dove, en un intento por humanizar lo que hasta entonces parecía imposible, empezó a escribir sobre la aflicción y el desconcierto de los vencidos.

Barmherzigkeit!
su hijo, su hombre. Volvió a la casa, le dio de
/comer al loro,
le rompió el pescuezo. Spaetzle reborboteando
/sobre la hornalla,
silbidos vacilando sobre el vapor, su imagen
en el espejo del corredor, inflamada,
/un corazón.
¡Y que sea lo que dios quiera!
(“The Bird Frau”)

Comienza a llover en Charlottesville. Dove pregunta si vamos a dejar de filmar hasta que amaine. Le digo que no, que en los documentales la lluvia suele convertirse en argumento. Ella sonríe por tercera vez.

EL VERSO DOCUMENTAL
Dove no se inmuta ante la sugerencia de que toda su obra fuera un minucioso registro documental. Este relevo caprichoso de episodios y emociones sirve tanto para reconstruir el pasado familiar inmediato como también algunas experiencias curiosas de la trama interracial en torno a una sonata de Beethoven. En cualquiera de los dos casos, la voluntad documental es evidente.
Thomas and Beulah (libro con que en 1987 ganó el premio Pulitzer) reúne dos cantos. El primero, “Mandolín”, está inspirado en el viaje de su abuelo y en el éxodo de millones de negros del sur hacia a las principales ciudades del norte, conocido como la “Gran Migración”. Dove se refiere a ese anhelo por emigrar como “el sueño americano de sus abuelos”. La idea de que un negro del sur estuviera soñando el sueño americano vuelve a situar al afroamericano fuera de la nacionalidad que los estudiantes de Tubinga no reconocían en Rita Dove. Con el tiempo eso también cambiaría, sin apremios y con la cadencia inexorable de aquel himno religioso que Dove había cantado sin que mediara ninguna solicitud. El segundo de los cantos es “Canary in Bloom” y está inspirado en la figura de su abuela, primera generación de inmigrantes llegados de ese sur que se permitía soñar con lo americano. De un modo muy particular, sin juzgar los hechos y ciñéndose libremente al relato histórico, Dove consigue reconstruir dos episodios únicos y a la vez universales, también la historia de medio siglo de evolución en las relaciones entre blancos y negros.
La voluntad documental también está presente en Sonata Mulattica (2009). El volumen reúne poemas que narran las vicisitudes de George Bridgetower (1778-1860), un prodigioso violinista mulato a quien Beethoven le dedica la Sonata para violín n° 9. El argumento es apasionante. Motivado por la destreza de Bridgetower, Beethoven compone una pieza que sólo él podía ejecutar. El estreno tiene lugar el 24 de mayo de 1803 y tras cartón, compositor y mulato se van de copas por las cantinas de Viena. Según cuenta la historia (también el poema de Rita Dove), la celebración acabó en altercado, en lío de polleras, tras lo cual Beethoven sustituyó el nombre de Bridgetower por el de Kreutzer en la dedicatoria de la Sonata para violín n° 9, que hoy se conoce como tal.

el beso de un hombre negro es un asunto
a tomar en serio
y debe ser manejado con los debidos recaudos

En una entrevista con TheNew York Times, Dove asegura que “más allá de narrar una historia de vida, Sonata Mulattica aborda la relación entre la fama, la memoria individual y la memoria pública [.]. De algún modo, también es una historia sobre la juventud [.] y en ese contexto, la juventud juega un papel tan exótico como la raza”.
Poco antes de marcharme le pregunté si para salir de su casa también había que seguir algún tipo de instrucción, como las que me había facilitado para llegar, o si por el contrario tenía que rebuscármelas. Esta última pregunta desató una cuarta sonrisa, más aliviada quizá por saber que la entrevista, que originalmente había sido planeada para durar dos horas, estaba a punto de concluir en la séptima. “Es cierto que doy instrucciones para llegar. Pero vas a tener que encontrar la salida solo, sin ayuda. Es interesante ver cómo uno puede seguir indicaciones para llegar a un lugar del cual no resulta tan sencillo regresar. Quizá no regreses, quizá ya no seas el mismo y encuentres otra manera de irte sin poder regresar.”
¿Qué espera Rita Dove de este segundo mandato presidencial de Barack Obama?
“Que profundice el proceso destinado a garantizar la igualdad de derechos civiles y que continúe enfrentando la demagogia antiintelectual con la que se denigran las políticas subsidiarias a las expresiones artísticas, también a la radio y la televisión pública. Que en lugar de proveer armas de fuego a los maestros para su defensa y la defensa de los niños, se privilegie a ambos con las armas de las artes, la música y la literatura, que son las herramientas que nuestra nación reclama y merece para continuar garantizando la democracia ante la alternativa que ofrecen las ideologías totalitarias.”
LA NACION