15 Jul Trabajo para los autistas, la feliz idea de un padre
Por Èmma Jacobs
Cuando en 1999 Thorkil Sonne se enteró de que su hijo de dos años y medio tenía autismo, lo último que se imaginó el director financiero fue un cambio de carrera. Yo era un empleado feliz. Estaba contento de trabajar en una empresa importante, dijo Sonne.
Hoy, el hombre de 52 años que alguna vez fue supervisor de tecnología en una spin-off de TCD, la compañía de telecomunicaciones más grande de Dinamarca, vendió su casa – después de haberla rehipotecado varias veces – y se está mudando al estado de Delaware, en Estados Unidos. Todo forma parte de su misión de convencer a las empresas de alta tecnología sobre las ventajas de emplear a personas autistas.
Este mes Specialisterne, el emprendimiento social que Sonne creó en 2004, que contrata a personas con autismo para realizar tareas de entrada de datos, programación de software y proyectos de prueba, anunció su asociación con la empresa alemana de software corporativo SAP. El gigante tecnológico alemán quiere contratar a cientos de empleados autistas para que realicen pruebas de su software. Para el año 2020, la compañía de tecnología apunta a emplear 650 trabajadores autistas, lo que representa 1% de su fuerza laboral.
El anuncio despertó el interés de otros empleadores. CAI, una firma de consultoría en Tecnologías de la Información (TI) también comunicó su deseo de trabajar con la organización de Sonne y contratar personas con autismo.
Aparte de los empleadores, la noticia fue importante para los padres de niños con autismo, quienes sintieron “esperanzas de que sus hijos pudieran tener un futuro”, dijo el fundador de Specialisterne.
Cuando Sonne y su esposa Annette recibieron el diagnóstico de Lars se conmocionaron. En casa, en su zona de confort, el más pequeño de sus tres hijos no parecía ser diferente de sus dos hermanos mayores. En el jardín de infantes era totalmente distinto. Entre sus compañeros, que golpeaban juguetes y pintaban dibujos, Lars se retraía, buscaba rincones tranquilos y se sentaba en la hamaca solo durante horas.
El trastorno del espectro de autismo (TEA) y el autismo son términos generales que hacen referencia a un grupo de trastornos complejos que afecta el desarrollo del cerebro. Se caracterizan, en mayor o menor medida, por las dificultades en la interacción social, la comunicación verbal y no verbal y los comportamientos repetitivos. Según Autism Speaks, el grupo estadounidense de investigación y apoyo, esta condición afecta a uno de cada 88 niños y a uno de cada 54 niños varones. Sin embargo, algunos científicos sugieren que la cifra podría ascender a uno de cada 50 chicos.
Después del desánimo inicial (“Parecía que mi familia ejemplar y mi carrera perfecta habían sido socavadas por la discapacidad”), la pareja aprendió a aceptar el autismo de su hijo.
Sonne dijo que lo primero que hicieron para tener una perspectiva más optimista fue dejar de leer libros sobre el tema. “Los expertos describían las limitaciones – no había ningún capítulo acerca de cómo adoptar una postura constructiva sobre el autismo. Nos dijeron que nuestro hijo iba a sufrir acoso escolar y que sería expulsado del mercado laboral. Nos preocupaba su futuro a largo plazo, cuando nosotros ya no estuviésemos”.
En cambio, optaron por hablar con otros padres de niños autistas. Sus vidas se iluminaron. “Yo creía que ya no podía contar más chistes porque la vida parecía tan seria. Los padres podemos ver tanto en nuestro hijos que otros no ven. Las personas autistas son muy diferentes dependiendo de si están dentro o fuera de su zona de confort”, explicó Sonne.
El danés, que creció en Norre Nebel, en el sudoeste del país, fundó Specialisterne, que se traduce como “Los especialistas”, en 2004. Se trata de una empresa de prueba de software con sede en Copenhague que emplea a cerca de 50 personas, la mayoría de las cuales padecen autismo.
En 2009, con el conocimiento sobre la capacitación de gerentes y empleados, lanzó Specialist People Foundation, que apunta a insertar 1 millón de personas con autismo en el mercado laboral.
Su banco se negó a financiar su plan de negocios. “No contaba con una estrategia de salida, así que no tenía manera de pagar el préstamo. Les gustó la idea, pero no coincidía con la política del banco”. Entonces volvió a hipotecar su casa. Durante los primeros años su sueldo fue de aproximadamente 10.000 libras esterlinas (u$s 15.700), pero ahora es más alto. Dados los riesgos y sacrificios en juego, el apoyo de su esposa y de sus hijos tuvo un valor incalculable.
El emprendimiento social fusionó su experiencia en el ámbito profesional y en el entorno personal. “Existen millones de puestos vacantes en el área de TI. Muchos son perfectamente adecuados para las personas autistas de alto funcionamiento. Estas personas tienen mucho para ofrecer pero se sienten rechazadas o abandonan la escuela”, dijo Sonne.
Algunos científicos y grupos de apoyo están desafiando la idea de que el autismo es una discapacidad. Tyler Cowen, profesor de Economía en la Universidad George Mason, trata el estigma del autismo en su libro Create Your Own Economy. “Se habla mucho del diagnóstico pero no se tiene tanto en cuenta la percepción sagaz, especializada y el ordenamiento mental que le aportan a la sociedad en su conjunto”, escribió Cowen. “De hecho, la sociedad en general ya está cosechando los beneficios de imitar fortalezas cognitivas autistas”, agregó el escritor.
Sonne coincide en que una gran cantidad de personas con autismo tiene habilidades que poseen un valor incalculable para los empleadores. “Estas personas se caracterizan por tener buena memoria, prestar atención al detalle y perseverar con procesos muy repetitivos. Tienen la capacidad de detectar patrones y de trabajar con grandes conjuntos de datos”, comentó el danés.
Puede ser difícil, señaló Sonne, retener a los empleados en puestos de trabajo altamente especializados pero repetitivos, como por ejemplo las pruebas de software. Esta es la razón por la cual las personas con autismo pueden salvar la brecha de habilidades.
Según Sonne, la inversión que deben hacer los empleadores es mínima, pero los gerentes necesitan capacitación en cuanto a la supervisión de los empleados autistas. “Deben describir las tareas claramente y fijar objetivos específicos. No deben emplear la ironía ni exigirles que trabajen más ni más rápidamente”.
Las compañías que trabajan con Specialisterne señalan que otros empleados también prefieren este estilo de gestión.
Algunos empleados autistas pueden no querer trabajar en una oficina de planta abierta por ser hipersensibles al ruido, así es que prefieren usar auriculares para aislarse del ruido y trabajar en oficinas o cubículos privados.
El trabajo no es para todos. Sonne sabe que muchos individuos con autismo no pueden realizarlo y es cauteloso en cuanto a reemplazar el estereotipo del autismo como una disfuncionalidad por el que les atribuye a estos individuos la condición de genios.
Las pruebas de software no son el trabajo adecuado para su hijo Lars quien, ahora a los 16, “está de buen humor y feliz pero no tiene amigos”. Según su padre, Lars es inteligente en aquellas áreas que le interesan: matemática, idiomas y trenes – pero no tecnología.
“El propósito de mi trabajo no es emplear a mi hijo”, dijo Sonne. “Yo quería cambiar la mentalidad de los empleadores y hacer posible el acceso de personas como mi hijo al mercado laboral. Ahora tiene más posibilidades de conseguir trabajo que si yo no hubiese fundado Specialisterne”, agregó el emprendedor.
EL CRONISTA