07 Jul Xul Solar, un artista para el que el mundo era un mensaje a descifrar
Por Ivana Romero
Pintor y músico” asentó en su libreta de enrolamiento en 1911, a punto de irse a Europa. “Muy estudioso de las bases de la cultura, y en especial del simbolismo y la religión, ayudado por su comprensión filosófica de la astrología” dijo de sí mismo 50 años después, poco antes de morir. La distancia entre las dos definiciones es la que se abre en una misma persona: el joven Alejandro Schulz Solari y Xul Solar, un artista que a lo largo de su vida creó dos lenguas –el neocriollo y la panlengua–, un sistema musical para tocar el piano, un teatro de títeres para adultos y una forma nueva de jugar al ajedrez, entre otras invenciones donde la astrología y los saberes espirituales ocuparon un lugar de importancia, no siempre evidente. Su obra plástica es, quizás, la faceta más conocida. Pero también puede considerarse la punta del iceberg de un complejo acertijo que Xul dejó como legado. No se trata de un gesto de soberbia intelectual. Sucede, en todo caso, que la curiosidad por seguir investigando el mundo era en él lo suficientemente acuciante como para que dejara obras de pequeño formato en témpera o acuarela (no grandes cuadros en óleo imperecedero), papeles dispersos, cuadernos escritos en lenguas inventadas que modificaba constantemente
En el año en que se cumplen 50 años de la muerte de Xul (nació en 1887 y murió el 9 de abril de 1963), se publica por primera vez su libro fundamental: Los San Signos, una serie de 64 visiones escritas en neocriollo a partir de la lectura e interpretación personal del I Ching. Los San Signos (Xul Solar y el I Ching) fue editado por El Hilo de Ariadna junto a la Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar.
Patricia Artundo es curadora de libros especiales y manuscritos de esa institución. Y también, una de las mayores estudiosas del país de las diversas facetas de Xul. Para comprender mejor la importancia de su obra, ella señala la importancia de los viajes del artista, que entre 1912 y 1924 estuvo en distintos lugares de Europa, como Londres, Francia, Alemania o Italia. Fue ese, además, el momento donde florecen las vanguardias como el futurismo, el cubismo y el surrealismo. “Se fue a completar su formación, como era habitual en los artistas e intelectuales argentinos y de América Latina. Pero una vez ahí, más que hacer un recorrido tradicional, eligió un camino distinto. Es decir, a él no le interesó ni una formación académica, ni visitar los talleres de los artistas consagrados. La partida rumbo a Europa tiene que ver con encontrar aquello que realmente le sirviera para satisfacerlo en términos espirituales.”
Esta búsqueda, señala Artundo, ha dejado huellas elusivas. Se sabe, por ejemplo, que tuvo amistado con integrantes del Bloomsbury Group, ese colectivo de intelectuales del que participaron los hermanos Woolf, entre ellos, la agudísima Virginia. Así lo testimonian dos acuarelas abstractas que le obsequió la artista Gabrielle Söene, que también integraba el grupo y luego se convirtió en modelo del escultor Jacob Epstein. “En 1924, a punto de volver, conoció a uno de los ocultistas más importantes del momento, Aleister Crawley, a quien él admiraba. Al principio, el encuentro cara a cara no le causó buena impresión. Pero finalmente Crawley lo instruyó en el arte de tener visiones y en aprender a plasmarlas, algo que Xul venía haciendo pero sin método”, cuenta la especialista. Los San Signos constituyen, especifica entonces, un libro de símbolos y “son los hexagramas del I Ching los que constituyen el medio de acceso y de contacto con los seres que pueblan esos mundos superiores: dioses, ángeles y genios capaces de introducirnos a verdades no reveladas”.
De esa experiencia mística surgieron cuatro cuadernos mágicos, donde el artista relató cada una de sus visiones (aunque Leah Hirzig, la “Scarlet Woman” que era una suerte de guía que seguía el proceso de cada aprendiz, se quejara de que el alumno Xul era un poco díscolo ya que a veces, luego de estar en trance, se olvidaba de escribir). Las primeras versiones fueron asentadas en inglés para que Crawley pudiera supervisarlas; luego, en castellano, y finalmente, en neocriollo, una de las dos lenguas artificiales que Xul inventó. “El neocriollo, que empieza a crear alrededor de 1918, deviene en la fusión entre español y portugués. Su objetivo es crear una lengua común para los hispanoparlantes. Pero no sólo busca comunicar sino que también desea unir en términos espirituales a Sudamérica. El idioma es la herramienta básica que tiene para eso. Paralelamente, investiga las lenguas mágicas, aquellas que te permiten acceder a verdades no reveladas”, explica Artundo. Y agrega: “A lo largo de los años, el neocriollo fue perdiendo la transparencia porque él además va incorporando raíces de otros idiomas como el sánscrito, el latín o el guaraní. Así devino la panlengua, que fue una lengua monosilábica y sin gramática, que no partía de idiomas conocidos, sino que fue inventada en su totalidad, con un sistema propio de reglas que, de todos modos, también iba cambiando. Cuando hace pública esta lengua, dice que está pensada para la comunicación entre los tres grandes bloques después de finalizada la Segunda Guerra Mundial: Paneuropa, Panasia y Panamérica”.
En semejante contexto, traducir los San Signos fue todo un desafío. Daniel Nelson se ocupó de esta tarea durante más de un año, a partir de la versión mecanografiada que dejó Xul, llena de correcciones, notas al pie y tachaduras. Y es que el artista tenía planeado escribir un libro que nunca completó. En un texto introductorio que figura en Los San Signos, Nelson aclara: “Más que la transcripción definitiva de los San Signos, este libro ofrece al lector una de las muchas transcripciones posibles de este texto”. Y también: “El trabajo del transcriptor que busca, tal vez inútilmente, la transcripción ‘perfecta’ de los San Signos se parece mucho a la tarea de los bibliotecarios en el cuento de Borges ‘La biblioteca de Babel’.”
El libro incluye las versiones originales en neocriollo y las traducciones. También, más de veinte reproducciones de obras de Xul, incluso las denominadas “grafías” que pintó a partir de los 50, susceptibles de ser leídas como textos porque cada una, además de ser una forma pictórica, representaba un sistema particular de símbolos. El lujoso ejemplar está acompañado además por textos de Leandro Pinkler y María Soledad Costantini, editores de El Hilo de Ariadna, y de Elena Montero Lacasa de Povarché, presidenta del Museo. También, una mítica conferencia que Borges leyó en 1968, cuando la obra de Xul se expuso en el Museo de Bellas Artes de la provincia de Buenos Aires. “Xul comprendía, mejor dicho Xul sentía, que lo que llamamos realidad, es lo que queda de antiguas imaginaciones”, dijo Borges en esa oportunidad. Y agregó: “Xul sabía que la realidad puede modificarse continuamente, y creía que su misión consistía en esa revolución cotidiana.” Mediante la lectura de los San Signos es posible recuperar un atisbo de los paraísos perdidos, esos que desde el pasado son capaces de iluminar un futuro donde la razón no esté exenta de las intuiciones sensibles.
TIEMPO ARGENTINO