09 Jun Leer en un mundo de pantallas
Por Natalia Blanc
Si en la mayoría de los hogares argentinos se frecuentan más las pantallas que los libros, como revelan estudios recientes, no debería sorprender que los chicos que viven rodeados de televisores, celulares y computadoras prefieran los medios tecnológicos a los gráficos. Tampoco, que lean y escriban en soportes digitales antes que en papel. Esta tendencia ha modificado el ejercicio de leer y ha dado lugar a nuevas formas de narrativa y de adquisición del conocimiento, entre otras importantes transformaciones.
Así opina Roxana Morduchowicz, autora del libro Los adolescentes del siglo XXI (Fondo de Cultura Económica), basado en las conclusiones de una encuesta nacional sobre consumos culturales del Ministerio de Educación de la Nación. Con esta postura coinciden destacados especialistas extranjeros, como Néstor García Canclini y Martín Jesús Barbero, que estudian el impacto de las tecnologías en la sociedad.
“Los sondeos de consumos culturales se repiten cada cinco años porque se estima que en ese lapso pueden surgir importantes modificaciones de actitudes y conductas -explicó Morduchowicz, responsable del diseño y la dirección de las investigaciones de 2006 y 2011-. Al tratarse de estudios cuantitativos (el último abarcó a 1200 adolescentes entre 11 y 17 años de todo el país), tienen la enorme virtud de funcionar como una radiografía: indican qué leen, qué escriben, qué ven, qué escuchan, por dónde navegan. Apuntamos al consumo cultural en el tiempo libre para conocer qué eligen los chicos cuando pueden elegir.”
El panorama de 2011 reflejó la rapidez con la que se concretan los cambios tecnológicos y la velocidad con la que se instalan entre los más jóvenes. Dice la investigadora: “Hace cinco años ningún chico hablaba de redes sociales. Hoy el 95 por ciento tiene un perfil en Facebook. Hace cinco años, los jóvenes escuchaban música con CD y hoy la mayoría utiliza el teléfono o la computadora. En 2006 muchos todavía veían películas en DVD y hoy, muy pocos. Hace cinco años, el uno por ciento tenía un i-Pod y en la actualidad es el soporte más común. Incluso el celular, que antes tenía menos del 50 por ciento de los encuestados, ahora no le falta a ningún joven”.
Estos resultados confirman una presunción de padres y docentes: “El mundo de los adolescentes es visual; un universo de pantallas”, afirma Morduchowicz, doctora en Comunicación por la Universidad de París y especialista en Educación. “Tres pantallas -la del televisor, el celular y la computadora- enmarcan la vida diaria de los adolescentes. Los chicos pasan con ellas la mayor parte de su tiempo libre.”
LECTORES DIFERENTES
Una cuestión que llamó la atención de los encuestadores fue por qué los chicos se consideran a sí mismos lectores si sólo la mitad dice que en su casa hay muchos libros (más de seis títulos) que no son para la escuela. Y sólo tres de cada diez tienen alguno de esos libros en su habitación.
“¿Cómo es el vínculo de los adolescentes del siglo XXI con la lectura? -plantea la autora-. La mayoría de los jóvenes (siete de cada diez) dice que le gusta leer, aun cuando no ubica los libros entre sus preferencias. En el último año, el 85 por ciento de los chicos leyó libros para la escuela. Pero sólo la mitad eligió alguno que no fuera de estudio. Y de ellos, la mayoría terminó sólo uno o dos títulos en todo el año. Los libros son los únicos bienes culturales que los chicos consideran ‘viejos’, posiblemente por su lectura lineal y en blanco y negro. Para los adolescentes, los libros están asociados con la escuela. La lectura de libros es una práctica en esencia solitaria y excluyente: se lee en soledad y sin realizar ninguna otra actividad en simultáneo (navegar por Internet o hablar por el celular).”
Aseguran que les gusta leer pero no están apegados a los libros. Mucho menos si no son de lectura obligatoria para el colegio. “Cuando dicen que leen, no piensan sólo en los medios gráficos”, asevera Morduchowicz. Entonces, ¿qué leen? ¿Textos en pantallas? “Efectivamente, lo que más leen es información en Internet. Seis de cada diez chicos consideran sus búsquedas en la Web como lectura. El 30 por ciento menciona los blogs y perfiles en las redes sociales, y el 20 por ciento cita los diarios digitales”, completa la especialista.
Es por eso que tanto ella en su trabajo como García Canclini en el libro Lectores, espectadores e internautas (Gedisa) y la española Gemma Lluch, doctora en Filología de la Universidad de Valencia, que estudia las narrativas paraliterarias y audiovisuales para adolescentes y las prácticas de lectura 2.0, hablan de nuevos lectores.
En “Leer ya no es lo que era” (texto que acompaña la Encuesta nacional de lectura. Informes y evaluaciones realizada en México en 2006), García Canclini plantea:
Quienes nos interesamos en promover la lectura nos interrogamos con frecuencia por qué se lee tan poco, a qué se debe que las nuevas generaciones lean menos, cómo hacer que se lea más y no sólo best-sellers. Este artículo parte de una sospecha: quizá hay otras preguntas clave que no estamos enunciando y tal vez sean indispensables para entender lo que está sucediendo con la lectura.
Unos ejemplos: ¿realmente los jóvenes leen menos, o están leyendo en otros lugares, de otra manera y con fines distintos? Y si no leen tanto como en otras épocas ¿por qué debieran leer más y qué valdría la pena que leyeran? ¿Se puede conseguir que aumente la lectura formando e incitando a los individuos, o la frecuencia y el tipo de lo que se lee depende de condicionamientos socioeconómicos y culturales? [.]
El punto de partida es averiguar cómo conviven ahora la cultura letrada, la cultura oral y la audiovisual. Efectivamente, los saberes y los imaginarios contemporáneos no se organizan, desde hace al menos medio siglo, en torno de un eje letrado, ni el libro es el único foco ordenador del conocimiento.
Crítica de la postura de quienes señalan Internet como responsable del escaso interés de los más jóvenes por los libros, Morduchowicz afirma: “Uno de los mayores temores de la generación adulta, ya sean los padres o los docentes, es que, con el auge y la presencia de las pantallas en la vida de los adolescentes, ellos ya no leen. Los estudios de consumo de aquí y del mundo demuestran lo contrario: no es que leen menos sino que lo hacen de manera diferente, en otros soportes y con otros fines. Internet ha revalorizado la lectura y la escritura: los chicos buscan información, ya sea para la tarea de la escuela, sobre su grupo musical o equipo de fútbol preferido. Participan en las redes sociales, en sitios interactivos. El blog de la autora de Crepúsculo, Stephenie Meyer, por ejemplo, está lleno de opiniones de adolescentes que comentan lo que ella escribe, le hacen preguntas, sugerencias. Hasta debaten sobre la historia y los personajes”.
Otro fenómeno similar en Internet son los sitios web que administra el español Javier Ruescas, tomados literalmente por jóvenes y fanáticos lectores. El periodista madrileño, de 25 años, autor de la trilogía Cuentos de Bereth (Editorial Versátil), Tempus Fugit. Ladrones de Almas (Alfaguara) y Play (Montena), lleva adelante www.crepusculo-es.com (página en español sobre los libros de Meyer), que tiene más de 100.000 usuarios registrados. Ruescas es, además, redactor y fundador de la revista digital de literatura juvenil www.eltemplodelasmilpuertas.com , que ofrece artículos, entrevistas, reseñas y foros de discusión sobre el género y recomienda títulos (novedades y clásicos) en formato papel.
Un sitio ideal para que visiten padres e hijos es el de la revista digital Imaginaria ( www.imaginaria.com.ar ), especializada en literatura infantil y juvenil. Fundada en 1999 por los escritores Roberto Sotelo y Eduardo Abel Giménez, tiene frecuencia quincenal y en su sumario se destacan noticias sobre el género, comentarios de libros, galería de autores y textos para leer en pantalla. Entre los links recomendados está el de la Asociación de literatura infantil y juvenil: www.alija.com.ar
“Para los chicos, la búsqueda de información es lectura. Y tienen razón -continúa la autora de Los adolescentes del siglo XXI-. Esto es un desafío para los adultos, que deberíamos empezar a hablar de lecturas en plural. Porque no sólo hay diferentes maneras de leer sino que también hay diferentes tipos de lectura y de lectores. Todo debe ser en plural. Incluso, los programas de lectura de los ministerios de Educación nacional y provinciales, que son muy buenos, deberían llamarse ‘planes de lecturas’.”
En la actualidad, el Plan Nacional de Lectura contempla básicamente fomento de libros en papel y de la narración oral, aunque ofrece a los docentes programas de capacitación 2.0 como “Literatura y medios: puentes entre lo analógico y lo digital”. Además, les explica dónde y cómo conseguir versiones digitales de clásicos de la literatura universal.
“Autores como García Canclini y Barbero sostienen que vivimos en una sociedad multicultural no sólo por las diferentes etnias y religiones, sino también porque en una misma sociedad conviven la cultura letrada, la audiovisual, la digital, la oral -continúa Morduchowicz-. Entonces, es necesario que los chicos manejen las tecnologías, pero también que los adultos entiendan que todas las formas son válidas. Enseñar a apreciar una película o a navegar por la Web es hoy en día tan fundamental como leer un libro, un diario o una revista en papel.”
MULTIPROPÓSITO Y MULTITAREA
Los resultados de la encuesta nacional del Ministerio de Educación confirman lo que padres y maestros ven a diario en los hogares y las aulas: apenas el 15 por ciento de los adolescentes utiliza un solo medio por vez; el 85 por ciento restante lo combina con otros en forma simultánea.
“Hablamos de una generación multimedia no por la variedad de medios y tecnologías de los que disponen sino porque las usan al mismo tiempo. Mientras ven televisión, hablan por celular, navegan por Internet, escuchan música y hacen la tarea”, describe Morduchowicz.
La modalidad de multiprocesos simultáneos, tal vez la única forma válida para los adolescentes, provoca espanto y terror en muchos adultos. “Algunos creen que una atención tan fragmentada seguramente perjudicará la tarea escolar. No hay estudios en el mundo, quizá porque es muy pronto, que digan que un chico que abre cinco ventanas a la vez en distintos soportes o pantallas repruebe la escuela. Sí tienen una atención diferente. Para esta generación, el zapping no es una actitud frente al televisor, como hacemos los adultos con el control remoto, sino ante la vida. Hacen zapping permanentemente, abren ventanas sin cerrar las anteriores, los medios se superponen. Tienen una manera de aprender, de leer, de concebir el mundo, diferente de los adultos de hoy, pero no por eso mejor, peor o menos profunda”, asegura la especialista.
El sociólogo Alberto Quevedo, integrante del consejo académico de Flacso, se ubica en la misma línea, ya que considera que el concepto “multitasking (multifunción) formatea a los jóvenes en una destreza de la atención diversificada” y que es, además, el modo de adquirir los bienes culturales.
Si bien el historiador francés Roger Chartier, director de estudios de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, no cuestiona el uso intensivo de las pantallas que hacen los adolescentes, en sus investigaciones define las técnicas de lectura en soporte digital como “una forma de zapping, de discontinuidad, de secuencias breves”. En una entrevista para adncultura, realizada por Gustavo Santiago, el autor de El mundo como representación declaró:
Estamos frente a nuevas generaciones de lectores que han construido sus hábitos frente a una inscripción textual que no tiene mucho que ver con la práctica clásica del libro, del diario. En esos casos es probable que surjan dificultades en la lectura por una inapropiada aplicación a los textos impresos de la manera de leer que se ha construido frente a la pantalla y que supone la segmentación, la fragmentación. Éste es un desafío fundamental, que debe considerar -y que ya considera- la escuela.
Los programas Conectar Igualdad, del gobierno nacional, y Plan Sarmiento, del gobierno porteño, responden al desafío que plantea Chartier: que la computadora (y todo lo que esa tecnología implica) no quede fuera de la escuela.
PANTALLA O PAPEL
Las transformaciones suscitadas por los hipertextos que leen chicos y grandes en la Web (de la lectura lineal al hipervínculo) son, en la actualidad, tema de estudio de sociólogos, historiadores, lingüistas, comunicadores, educadores y hasta editores y autores.
Francisco Albarello, doctor en Comunicación Social, centró su tesis de doctorado en el impacto de las pantallas y volcó las conclusiones en el libro Leer/navegar en Internet. Las nuevas formas de lectura en la computadora (La Crujía). Consultado por adncultura, opinó: “Estos cambios pueden ser analizados desde dos enfoques: desde el lugar del dispositivo de lectura y desde la perspectiva del lector”.
En relación con el primer punto, el profesor de la Facultad de Comunicación y de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral explicó: “Sabemos que hemos pasado de una lectura limitada al texto impreso como dispositivo especializado -es decir, con el que no se puede hacer mucho más que leer- a pantallas multimedia con las que se pueden realizar muchas otras actividades. Los cambios en el nivel físico del acto de lectura no tienen que ver solamente con las características del texto digital sino también con el hecho de que usamos aparatos multifunción convergentes. En mi investigación sobre la lectura en la computadora de escritorio (realizada entre 2003 y 2008), una de las conclusiones fue que los jóvenes eligen leer en pantalla porque allí pueden realizar muchas cosas a la vez, entre otras, leer. Pero esto, al mismo tiempo, es el principal factor que hace a un tipo de lectura superficial, dispersa, distraída. Entonces, el principal atractivo de la pantalla es a la vez la principal limitación para leer en forma concentrada”.
Autor del blog www.hiperlecturas.blogspot.com , Albarello dice que dependerá de las metas de lectura de cada individuo que resulte posible o no leer textos largos en pantalla sin perder la concentración. “Los jóvenes eligen los dispositivos digitales o los libros de acuerdo con sus diversos intereses de lectura. Tal vez elijan leer en forma concentrada en papel para un examen de la escuela o la facultad, porque reconocen que de ese modo no se distraen con los estímulos de la pantalla. Pero deciden leer en ésta otro tipo de textos, más pragmáticos y breves como las conversaciones a través de las redes sociales, y para esto no hay nada mejor que los dispositivos móviles (notebooks, netbooks, tablets y smartphones). Las redes sociales como Facebook y Twittter representan hoy una mezcla de oralidad y escritura donde la velocidad de interacción (esto es, escritura y lectura a la vez) marca el ritmo de una conversación fugaz e infinita; los textos se entremezclan con las imágenes y se hibridan los géneros textuales tradicionales. El concepto de lectura ha entrado en crisis: hoy asistimos a una lectura/navegación en la que es tan importante el contenido de lo que se lee como las competencias digitales para acceder a aquello que se lee.”
Gemma Lluch, investigadora de la Universidad de Valencia (España), subraya la influencia del lenguaje audiovisual en la escritura: “Hay cambios en los textos, especialmente porque la escritura en las pantallas se realiza al mismo tiempo que la lectura. Es decir, el relato se narra mientras ocurren los hechos y otros lo leen. Por lo que la identificación entre autor y lector es mucho mayor que en el papel. Pero más allá del texto, los cambios más importantes son los que ha aportado la Web 2.0 al acto de leer: como en épocas anteriores, la lectura volvió a ser pública y compartida”.
NATIVOS Y RESIDENTES DIGITALES
Quienes todavía piensen que los chicos usan la computadora o se conectan a Internet sólo por los videojuegos desconocen qué sucede en realidad. El 75 por ciento de los encuestados dijo que utiliza la Web para entrar en alguna red social, donde tiene perfil propio y se comunica con sus amigos. Con respecto al tiempo que pasa conectado durante el día, el 55 por ciento respondió que lo hacía entre dos y cuatro horas.
“En las pantallas, los adolescentes encuentran textualidades diferentes. Las redes sociales y en especial Facebook, que es el gran lugar de los jóvenes, supone un tipo de escritura que no tiene las reglas de la escuela. En principio porque es fragmentaria, quebrada, no respeta las reglas ortográficas; sin embargo, hay narrativas que mezclan distintos recursos como palabras, imágenes, videos, música, ilustraciones -dice Quevedo-. Esto no es desechado por la escuela, que muchas veces, para actos o trabajos prácticos, recurre a chicos que tienen capacidad de armar una estructura narrativa que no sea puramente textual.”
Así como algunos especialistas dividen la actitud frente a la tecnología con los conceptos “nativos digitales” o “inmigrantes digitales”, el sociólogo es partidario de otra clasificación: residentes y usuarios. “Los usuarios son como yo: llego a mi trabajo, prendo la computadora, la utilizo, navego, pero cuando termino, la apago y listo. No estoy conectado. Uso la tecnología porque es una herramienta para trabajar, pero nada más. Los residentes, como mi hija de 19 años, están conectados todo el día. Residen en el mundo de la tecnología.”
Usuario tecnológico pero no fanático, Quevedo confiesa que fue su hija quien lo convenció de que Twitter es más interesante que Facebook: “El desafío de los 140 caracteres genera escrituras donde se valora la ironía, el humor, la inteligencia del autor. Roberto Arlt decía que un buen artículo es el que empieza con un cross a la mandíbula. Los tuiteros sólo tienen golpes a la mandíbula como desafío. La restricción opera como un desafío a la creatividad. Hay que poder escribir 140 caracteres y ser original. En eso se enganchan más los pibes que los adultos”.
Autores de libros infantiles como Fernando de Vedia (Las increíbles historias de Morton Fosa es favorito entre los fanáticos de las historias de terror) tienen en cuenta los cambios de hábitos provocados por la tecnología cuando piensan en sus jóvenes lectores. De Vedia los describe así: “Son nativos digitales, que nacieron en una época dominada por la imagen, Internet, el teléfono móvil, el chat, Facebook, YouTube y televisión con cientos de señales. Que leen más que nunca, pero de manera fragmentada y no necesariamente libros; que escriben más que nunca pero no cuentos sino con los dos pulgares. A ellos, la escuela y los libros les permiten viajar, conocer otros mundos, otras vidas, aprender y alimentar la imaginación”.
Su página web ( www.fernandodevedia.com ) es un buen ejemplo de un sitio pensado para chicos internautas: es interactiva (los navegantes pueden escribir el final de un cuento, por ejemplo); tiene un diseño atractivo, con actividades para el aula, vínculos para saltear la lectura lineal, videos, dibujos, fotos y hasta organiza sorteos. Hay, además, un link al blog del autor, que se presenta como un espacio para el fomento de la lectura y la creatividad.
Otros escritores, como Ana María Shua y Liliana Bodoc, no creen que la lectura en pantalla modifique, por ahora, la producción literaria: “Cuando apareció la imprenta, muchos fundamentalistas de la caligrafía exquisita consideraron el nuevo soporte como un franco deterioro de la relación palabra-escritura. Algo semejante se repite con relación a estos nuevos soportes -dice Bodoc-. Yo sigo eligiendo los libros, pero entiendo que es necesario apropiarse de estas nuevas e inevitables circunstancias. Los futuros lectores harán lecturas más intertextuales, más interactivas y, sobre todo, más caóticas si las comparamos con nuestra estricta organización capitular. La literatura va a encontrar su casa en este nuevo mundo y seguirá imponiendo su gracia sobre la mediocridad”.
Para Shua, “este tema, que es sin duda fascinante y está produciendo enormes cambios sociales, por el momento no tiene gran influencia sobre la literatura. Las personas a quienes interesa la ficción son hoy, igual que siempre, una pequeña minoría. El soporte no influye sobre los contenidos. La Eneida se puede leer en un papiro, en un códice, en un libro, en un Kindle o en una tablet. Es cierto que las renovaciones tecnológicas provocan cambios también en la literatura, y no sólo cambios de paisaje. La novela, por ejemplo, es hija de la imprenta. Todavía no sabemos qué novedades literarias traerá la revolución informática”.
LA NACION