20 Apr Termas para el otoño
Por Tomás Natiello
Aguas que surgen cálidas aquí y allí. Al pie de volcanes y cerros; desde las profundidades; debajo de la pradera, en medio del desierto. Cuando la industria del turismo se percata de ellas, crecen a su alrededor hoteles y complejos de las más variadas especies. Y, gracias a esa riqueza variopinta, cada quien puede disfrutar de las termas a su antojo.
Al pie de los Andes
La Cordillera de los Andes está poblada de volcanes, lagunas termales y aguas curativas. A veces, esas fuerzas se desatan con fuerza. Mientras tanto, proveen paisajes increíbles y, en muchos casos, algunos de los complejos termales más atractivos del Cono Sur. Como Lahuen Co, emplazado en el límite oeste del Parque Nacional Lanín, a solo 8 kilómetros del paso fronterizo Carirriñe. A 68 kilómetros se encuentra Junín de los Andes y a 82 San Martín de los Andes. Llegar hasta aquí desde el aeropuerto más cercano, el de Chapelco, implica partir desde la estepa patagónica hacia la cordillera que contiene una sucesión de lagos y bosques cada vez más frondosos, e incluso un bosque de araucarias a orillas del lago Curruhué.
Cuando se arriba finalmente a la hostería homónima, se está en una de las zonas más húmedas de Argentina y el verdor que domina el entorno alcanza para certificarlo. El contraste con las playas de arenas negras, los conos de varios volcanes y los manantiales termales es subyugante.
Aquí es donde Lahuen Co, que significa aguas milagrosas en mapudungun, se creó con la inspiración de los spa de la antigua Roma. Tepidarium será el primer paso: aguas templadas en las que el cuerpo se relaja y comienza a absorber los beneficios de los minerales de las aguas y las algas termales. Luego se pasa al Caldarium, que aquí está conformado por tres piscinas a diferentes temperaturas, la más cálida de ellas a 42°C. Así, cada cuerpo tiene la opción de ir graduando su exposición a la temperatura. Los baños, como en todos lados, deben ser breves, de no más de 15 minutos, y alternados con paseos en la nieve en invierno o duchas de Vichy en otros momentos del año. En cualquiera de las estaciones, disfrutar de las piscinas calientes al aire libre junto a la vertiente natural es una opción ineludible.
Tierra de aguas
El destino termal por excelencia en estas latitudes es, sin dudas, Entre Ríos. Desde que en 1994 se comenzó el desarrollo hidrotermal en Federación, al Norte de la provincia y junto al río Uruguay, la oferta se multiplicó por once. La Paz, Basavilbaso, María Grande, San José, Chajarí, Colón, Concordia, Gualeguaychú, Concepción de Uruguay y Villa Elisa conforman un menú extenso y variado.
Es difícil destacar sitios sin ser injustos con otros, pero entre la multiplicidad de opciones, hay dos que conjugan el buen servicio y las instalaciones adecuadas con el acceso más reservado a los beneficios termales.
Tal es el caso del Spa H2O Termal de Concordia. Se trata de un hotel exclusivo en el que las aguas curativas se hacen presentes tanto en la pileta como en el jacuzzi outdoor, las bañeras y jacuzzi indoor de las habitaciones. Así es posible disfrutar de las riquezas que proceden de pozos a más de 1100 metros de profundidad con mayor privacidad. Adicionalmente, el spa cuenta con salas de lectura, juegos para niños, solarium y un deck para disfrutar de los largos atardeceres entrerrianos.
Más al sur, en Villa Elisa, existe otra alternativa que conjuga excelentes servicios con un acceso diferencial a las aguas termales. El Hotel Quinto Elemento es el tercer cinco estrellas de la provincia (el Mayorazgo y el Quirinale completan el trío). Con un diseño moderno y funcional, con líneas que semejan una ola, el edificio se destaca en el predio del complejo de aguas termales de Villa Elisa. Dispone de 80 habitaciones, un salón de eventos para 350 personas, gimnasio, beauty shop y una piscina cubierta de 80 metros cuadrados. A su lado, el verde del golf también invita a relajarse.
Un clásico mendocino
Durante décadas fue uno de los grandes hoteles de la Argentina, de esos emblemáticos. Luego, como mucho otros, sufrió la decadencia hasta que regresó a la vida.
Desde mediados de los 80′, el hotel Termas de Cacheuta cuenta con 16 habitaciones ambientadas en un estilo cálido y rústico, cada una de ellas con baños con agua termal. Los huéspedes, además, tienen acceso al Centro Termal, donde pueden utilizar las piscinas con temperaturas entre 28°C y 40°C; nadar en una pileta de natación también de agua termal, visitar la gruta (un vaporarium natural), o entregarse a la Fango Terapia o a las manos de masajistas con vasta experiencia.
El lugar es, también, un sitio donde se respira historia. La de aquel lejano 1910 en el que el hotel ofrecía 152 habitaciones, contaba con dos torres con ascensores, uno de los cuales se comunicaba con un andén del tren exclusivo para el hotel, dueño entonces de su propio casino y de dos elegantes restaurantes. Ese sitio perfecto sufrió la furia del agua que desató montaña arriba el colapso del glaciar del río Plomo. Cuando las aguas llegaron a Cacheuta el 10 de enero de 1934, la ola más grande medía siete metros de alto y viajaba a 35 kilómetros por hora. Nunca más pudo recuperar su esplendor y languideció hasta la década del 70′ en que fue abandonado. Luego en los 80, tras demoler lo poco que había quedado del viejo hotel y recuperar lo que seguía en pie, las Termas de Cacheuta volvieron a ser un lugar donde se combinan la paz de la montaña, los buenos servicios y el relax que solo las aguas curativas pueden brindar.
EL CRONISTA