19 Mar Internet: cada vez más controles sobre los contenidos
Por Ariel Torres
El dato: Christopher Chaney, el hacker que robó y exhibió las fotos que Scarlett Johansson se había tomado desnuda, recibió una condena de 10 años de prisión.
El problema: esta pena es más severa que la que suele imponerse a los acusados de homicidio culposo. Aun cuando el juez contempló no sólo la exposición de las fotos de Scarlett, sino también el acceso ilegítimo a su computadora y el robo de identidad, los 10 años suenan excesivos.
Pero esta condena no es una excepción. Las penas desmesuradas que rodean los delitos perpetrados por Internet han ido multiplicándose en los últimos años. Se les suman el reciente tratado internacional de telecomunicaciones firmado en Dubai y proyectos de ley que parecen destinados a poner a Internet dentro de un corralito
Robarse fotos privadas (Johansson no se las regaló, sino que Chaney hackeó el correo electrónico de la actriz para robarlas) y hacerlas públicas (Chaney no lucró con ellas, pero las difundió por Internet) es algo censurable y, además, ilegal. Para peor, por la forma en que funciona la Red, esas imágenes nunca podrán eliminarse de forma completa. Así que de ninguna forma la idea es celebrar con una palmada en la espalda a este Chaney. Pero, ¿10 años preso?
El problema parece estar en las palabras “hacker” e “Internet”. “Nadie va preso por hacer algo así en el mundo real, fuera de Internet -dijo a LA NACION Daniel Monastersky, fundador del sitio Identidad Robada-. Se va a una mediación, hay una reparación económica y asunto resuelto. No conozco ningún caso en donde haya habido prisión efectiva.” En todo caso, sumando los otros delitos de los que se imputa a Chaney, la pena, estima Monastersky, no debería superar los 6 meses, si no tenía antecedentes, y es excarcelable. Por eso, los 10 años impuestos a Chaney suenan más bien como una condena ejemplificadora para que no vuelva a haber una celebrity expuesta en Internet por un hacker. No sería, en todo caso, la primera vez que se intenta el escarmiento. Sin éxito.
En junio de 2009, Jammie Thomas Rasset fue encontrada culpable de descargar 24 canciones de Internet y se le aplicó una multa de 1.920.000 dólares. Luego de más de 3 años de juicios y apelaciones, el monto se redujo a la igualmente impagable suma de 222.000 dólares. Aparte de lo desproporcionado de la multa, esta y otras condenas semejantes no han conseguido refrenar el tráfico de obras pirateadas por Internet.
Dubai y después
Los tribunales no son el único fuero en el que se intenta echarle el lazo a Internet. La semana última concluyó en Dubai la reunión para establecer los nuevos tratados internacionales de telecomunicaciones que cada tanto realiza la ITU (International Telecommunications Union), una agencia de las Naciones Unidas. La anterior fue en 1988, cuando Internet no era mucho más que un experimento académico.
Las intenciones de la reunión no podían ser más loables, de acuerdo con lo que transmitió a LA NACION Sergio Scarabino, director regional de la ITU para América latina. Además de revisar el tratado de 1988, dijo Scarabino, “se incorporaron provisiones en temas de los que ni se hablaba en 1988, como transparencia en las tarifas de roaming internacional, mejoras en la eficiencia energética y reducción de desechos electrónicos, o llevar el beneficio de las TIC a los 650 millones de personas que viven con algún tipo de discapacidad”.
Pero, por debajo de estas buenas intenciones, Rusia, China y los países del bloque árabe intentaron cambiar aspectos fundamentales del tratado para que Internet cayera dentro del ámbito de las telecomunicaciones generales, sobre las que los Estados tienen control exclusivo. Aunque esta modificación fue desactivada, de todos modos se filtró en el tratado un ambiguo artículo en el que se insta a los países a controlar las comunicaciones a granel no solicitadas. Es decir, el spam. Suena bien, prima facie, pero para saber si algo es spam es menester revisar esas comunicaciones, lo que afecta la privacidad. Pero, además, como cada Estado implementa el tratado como mejor le convenga, esta clase de intervencionismo podría dañar severamente la libertad de expresión en Internet, y lo haría con la rúbrica de los países firmantes.
Este fue uno de los motivos por los que Estados Unidos, la Unión Europea, Francia, Noruega, Polonia y Suecia, entre otros, se negaron a firmar el nuevo tratado. La Argentina aceptó firmarlo, pero con reservas. Lamentablemente, cualquier reserva es de por sí regresiva, puesto que supone aceptar las reglas de la ITU. Es decir, que los únicos que tienen voto en sus reuniones son los Estados miembro, y no todos los demás actores que han hecho realidad Internet. El lector puede encontrar un informe más completo sobre la reunión de la ITU en Dubai aquí: www.lanacion.com.ar/1534668 .
La lista de intentos para controlar y vigilar Internet es inmensa. Incluye desde proyectos de ley para cargar con un canon digital la venta de CD hasta los que buscan responsabilizar a los proveedores de Internet de los contenidos ilegales, las recientes condenas a dos jóvenes ingleses por sus comentarios en Facebook y el cierre de Megaupload. Dubai dejó un precedente preocupante. Se evocan principios encomiables, como la protección de los menores y la ciberseguridad, pero el resultado, en manos equivocadas, podría dar como resultado una Internet amordazada. Y eso ya no sería Internet.
LA NACION