09 Mar A 25 años de la muerte de Luca Prodan
Por Marcelo Fernández Bitar
Semanas atrás, cuando aún faltaba bastante para la presentación oficial del álbum Cerca de las nubes en el Luna Park, el grupo Las Pelotas ya estaba encerrado ensayando en su histórico “centro de operaciones” en Hurlingham. Dentro de la pequeña sala, Germán Daffunchio, Gabriela Martínez, Tomas Sussmann, Gustavo Jove, Sebastián Schachtel y Alejandro “Pollo” Gómez tocan con una intensidad sorprendente. “Es la única manera de hacerlo,” explica Germán apenas terminan. “Porque los temas hay que interpretarlos como si fuera un show. Si no, no tiene sentido ensayar” dice, tajante.
Las Pelotas siempre se caracterizó por hacer las cosas a fondo, sin especular nada. A poco de cumplir 25 años de carrera, la banda posee una discografía amplia y llena de hits, que convierten a todos los recitales en grandes momentos de euforia y emoción. Nacidos de las esquirlas de Sumo, al final de los años ’80, consiguieron profundizar un estilo que resulta tan personal en los rocks como en los reggaes y las canciones. Su último álbum salió en julio del 2012 y ya fue certificado Disco de Oro, una distinción que recibieron con enorme satisfacción por tratarse de un trabajo donde se animaron a explorar nuevos territorios musicales, con canciones delicadas de enorme belleza y sensibilidad, como “Cuántas cosas”, “Siempre estará”, “Como el viento” y “Que sea”.
Durante una pausa en el ensayo, Germán charló sobre los caminos que condujeron al nuevo disco, y su manera de ver el presente del grupo.
–¿Esperan con ganas la presentación formal de un disco que salió hace varios meses?
–La presentación oficial es parte de todo el recorrido que hace un disco. Nosotros en particular hace mucho que no tocamos en Buenos Aires, así que la ansiedad por hacerlo es grande. Obvio vamos a presentar los temas del disco y eso trae aparejado toda la puesta y el armado de la lista de temas, una cosa que puede ser una tortura o algo divertido. No es que hacemos coreografías ni cambiamos de vestuario, pero hay todo un orden anímico. Es un desafío, así como la vida es un desafío constante cada día, y ésa es la adrenalina.
–Un recital propio, fuera del circuito de festivales, les permite tocar temas nuevos, algo que quizás no se hacen en otros shows.
–Eso depende del artista. Me acuerdo que en una época el Flaco Spinetta odiaba tocar temas del pasado y sólo hacía cosas de los últimos discos, y la gente le pedía canciones como “Todas las hojas son del viento”. En nuestro caso también se junta el hecho de tantos años y tantos discos, porque hay lugares donde quizás vas por primera vez en tu vida, así que el repertorio lo armás de otra manera, como nos pasó hace poco en Concordia, que fue una fiesta increíble donde te pedían temas de todas las épocas. De todas formas, nosotros siempre tocamos de todo, aunque tratamos de equilibrarlo. Hasta tenemos archivos con las listas de temas de todos los lugares donde tocamos, para consultarlos y no repetir el mismo show cuando volvemos. Se puede hacer una máquina de chorizos, pero nosotros necesitamos cambiar de acuerdo al estado de ánimo. Decidir el primer tema de un show es parte de todo nuestro rito y nuestra historia como banda. Son años de tocar, nunca hemos parado, y es notable cómo los nervios siempre están presentes y cada show es un nuevo desafío, sea donde sea. Eso es lo grato y lo hermoso de todo esto: a pesar de lo que uno ve, vio y vivió, todavía seguimos disfrutando de lo que hacemos. Es ese shot de adrenalina que uno se acostumbró a tener periódicamente.
–¿Cómo fue ir tocando las canciones nuevas en vivo?
–¿Sabés qué? Hay una cosa: todos los discos a través de tu vida van marcando etapas de ese tiempo, y nosotros para este disco hablamos mucho antes e intelectualizamos para saber adónde nos estaba tirando la cuestión. Nos propusimos algunas cosas muy básicas, como volver a componer en Córdoba, en nuestro estudio en Nono. Hemos hecho muchos trabajos allá, pero nunca encarado como hicimos esta vez. Hubo una preproducción con altísimo nivel de calidad, pero todo lo demás fue compuesto en ese momento, directamente. Trabajamos muy en grupo, y eso es lo maravilloso de Las Pelotas, que hace que hasta ensayemos todos juntos y con una energía similar a la que ponemos ante 50 mil personas.
–Me da la impresión que siempre les quedan muchos temas en el camino, porque en Basta dejaron de lado muchos reggaes.
–Sí. Nosotros siempre tenemos canciones que van profundo al centro del alma, y otras que son más sociales y explosivas. Este disco se fue generando a sí mismo y no es que había temas malos, sino que no entraban en el concepto que fue surgiendo. Es parte de la exploracion y de la búsqueda. Primero está la apertura a lo que va apareciendo, y así el disco va tomando vida propia. Curiosamente, hubo temas que los trabajamos mucho y otros que fueron instantáneos. Eso es química artística y es nuestra felicidad y mundo interno. Hay otros artistas que les llevan las partituras a los músicos y todo está más prefabricado. Pero esas son cuestiones que sólo nos interesan a nosotros; a la gente solo le interesa si le gusta una canción o no.
–¿Ya tocaron en vivo todas las canciones más lentas del disco?
–¡Tocamos todo! Todo se puede tocar. Sólo depende de adónde querés llegar en el momento de hacer un show. El asunto es si vos bajás el clima del show y la gente pide una almohada, ¿no? Si no tenés música para sostener ese cambio de clima. Nosotros exploramos. Los años te dan experiencia y las búsquedas son siempre distintas. Siempre fuimos así. Son muchos discos y uno busca siempre no tratar de vivir lo mismo.
–¿Para vos hay una duración ideal para el recital?
–Me parece que depende del lugar, el sitio donde está circunscripto el show. Nosotros somos un grupo que tocamos mucho y nuestra lista de temas siempre tiene unas 25 canciones. Hemos hecho shows de tres horas, pero es porque nos gusta tocar. Además, hay una cuestión física que tiene que ver con el foco de atención de la gente. A veces está bueno que se queden con ganas y no que se saturen.
–También está el cansancio de ustedes, que no es un tema menor.
–No tanto. El problema del músico no es el show sino después del show, lo que yo llamaría el bajón de adrenalina. He sufrido y sufro mucho de eso, pero con los años tratás de llevarlo e intentás manejarlo. Sentís un vacío que es muy cercano al dolor. Por eso hay músicos que terminan de tocar y se van de pachanga, porque es el bajón de adrenalina y necesitás cubrirlo. Es normal. Supongo le debe pasar incluso a los deportistas.
–Cada show es diferente y la tensión siempre es intensa.
–Para mí el gran desafío del artista es fluir en el momento de la acción, porque generalmente la cabeza que quiere manejar todo e interfiere. Pero cuando lográs eso, la música toma vida. A mí el golf me ayudó muchísimo en la vida para los instantes de presión. Eso es para nuestro caso, porque hay otros artistas que tienen todo ensayando como una obra de teatro, donde el recital es sólo una representación, algo que para mí es cuestionable a nivel artístico porque se transforma todo en una gran cosa Disney. A mí me causó mucha impresión el show de Roger Waters, donde yo hubiera preferido que cantara mal pero que cante. Me hubieran importado menos sus imágenes hermosas proyectadas en la pared si me hubiera emocionado su voz.
–Quizá también es la inseguridad del músico que prefiere repetir pasos, apoyarse con la tecnología y sacar cualquier margen de riesgo.
–Es una forma de producción de muy alto nivel, que tiene que ver con formas de trabajo americanas e inglesas, todo absolutamente al detalle y bajo control. A mí me decepcionó mucho ver a grupos que siento como importantes en mi vida, y descubrir que hasta los movimientos del cantante y el guitarrista estaban ensayados. Eso es buscar cierto tipo de perfección y no buscar la parte emotiva. La rutina es espantosa y creo que los músicos de rock en Argentina necesitamos la espontaneidad y las cosas nuevas, porque eso te alimenta y te da ganas de seguir tocando.
–El disco Cerca de las nubes demuestra que pueden ir para otros caminos.
–Hay una frase que yo siempre le digo al resto del grupo: “El asunto es que haya música, que todavía haya música por hacer”. En la historia del mundo hay grupos que tuvieron su momento de esplendor y después se alimentaron de eso durante veinte años más, haciendo siempre lo mismo. Nosotros no, afortunadamente, y eso nos mantiene unidos.
A 25 años de la muerte de Luca Prodan
–Germán, ¿cómo hacía Luca para ser un personaje y a la vez ser auténtico?
–Luca era de verdad y el personaje era el escudo para enfrentar todo lo que tenía que enfrentar por ser Luca. La gente quizás no lo recuerda, pero en Argentina el único pelado había sido Heleno, y Luca tenía que pelearse con gente que lo insultaba sólo por el hecho de ser pelado. Era un extranjero que venía a una sociedad totalmente diferente. Es muy denso entrar a un bar y que te miren mal sólo por ser pelado. Creo también que el personaje de Luca es parte de lo que lo termina matando.
–Con este nuevo aniversario de los 25 años de su muerte, ¿apareció algún productor ofreciendo una reunión de Sumo?
–No. Eso apareció mucho en la época de la película Tango feroz. Me acuerdo que le ofrecieron a Rodrigo Spina hacer una película así, y no aceptó porque es muy grande como artista y fue fiel a los códigos. Creo que el máximo acercamiento fue cuando tocamos juntos en River en el cierre de un festival. Me parece que estuvo bien dejarlo ahí. Personalmente, mi presente es este. Y en definitiva siempre estuvo el mismo conflicto: ¿quién hace de Luca? Luca era la punta de la flecha. Yo era un pendejo, y si algo recuerdo es lo feliz que me sentía de verlo ahí a él, porque hacía todo lo que yo como buen argentino reprimido no me animaba a hacer. Veía la cara de la gente y sentía la revolución. Esas son las cosas que uno se lleva.
TIEMPO ARGENTINO