Olmedo, un artista que nunca se fue del todo

Olmedo, un artista que nunca se fue del todo

Por Martín Artigas
Fue una soporífera cena de fin de año organizada por las autoridades del viejo Canal 7 la que marcó su destino: una espontánea improvisación humorística no sólo evitó que la fiesta terminara prematuramente, sino que también le valió a Alberto Olmedo un espacio en el programa La Troupe de TV, su debut como actor.
Corría el año 1954 y, por entonces, él trabajaba como switcher en la emisora. Sin embargo, el sueño que lo había traído desde su Rosario natal un tiempo antes lo ubicaba del otro lado, justo delante de la cámara. El “Negro” quería ser actor, y como buen hombre de convicciones que era, sabía que tarde o temprano la oportunidad llegaría.
A aquella primera vez en la pantalla chica le siguieron otros tantos trabajos en telecomedias, pequeños papeles en cine y en teatro. Y también el Capitán Piluso, un personaje que invitaba a tomar la merienda y marcó a toda una generación de chicos que crecieron a la par de la figura del humorista.
Olmedo era un actor versátil, tan capaz de enternecer al público infantil como de hacer reír con picardía al adulto sin perder efectividad. Así, en paralelo con las aventuras del singular capitán de remera rayada, él fue forjando su sociedad artística con los hermanos Gerardo y Hugo Sofovich a través de ciclos televisivos como Operación Ja Ja o El botón.
Esa fórmula se trasladó rápidamente a la pantalla grande: de la mano del sello Aries y con Jorge Porcel como coprotagonista, Olmedo se metió de lleno en la comedia picaresca con Los caballeros de la cama redonda, en 1973. A esa película le seguirían una treintena de títulos que se convirtieron en verdaderos clásicos del género y que hoy siguen emitiéndose con exitosa regularidad por la pantalla chica.
Pero fue la televisión la que terminó de convertir al actor en leyenda. En 1981, con un puñado de personajes ya probados y otros por debutar, Olmedo se puso al frente de No toca botón, por la pantalla de Canal 11. Durante ese primer año lo acompañaron Moria Casán, Javier Portales, César Bertrand y un grupo de comediantes capaces de secundarlo en sus ocurrencias.
Más tarde llegarían sus emblemáticas “chicas” –Silvia Pérez, Divina Gloria, Adriana Brodsky, Beatriz Salomón– y el momento de la consagración definitiva con sketches como “Borges y Álvarez”, “El manosanta”, “Rogelio Roldán” o “Chiquito Reyes”. Porque, además de facilidad para hacer reír, el rosarino ostentaba una notable capacidad de observación para dar vida a criaturas tan hilarantes como reconocibles.
El éxito de No toca botón rápidamente tuvo sus desprendimientos teatrales en la calle Corrientes y en la temporada marplatense. Allí, de hecho, Olmedo también hizo historia: casi 120 mil espectadores vieron El negro no puede en 1987, todo un récord para aquella ciudad balnearia. A pesar del éxito y de la avasallante popularidad, quienes lo conocieron dicen que él nunca olvidó de dónde venía.
Un 5 de marzo de hace 25 años, un rumor que llegaba justamente desde Mar del Plata dejaba sin palabras a un país entero. Más tarde, las imágenes en los noticieros sumaban estupor y daban crédito a lo que nadie podía ni quería creer: Alberto Olmedo, el “Negro”, había muerto al caer desde el balcón de su departamento en un piso 11. Afortunadamente, no sucedió lo mismo con su legado, el trabajo de un hombre que simplemente soñó con hacer reír a los demás.
TIEMPO ARGENTINO