Los preppers, siempre listos para el fin del mundo

Los preppers, siempre listos para el fin del mundo

Por Alan Feuer
Hace un par de semanas, 40 personas se congregaron en una iglesia de Washington Heights para asistir a una sesión de testimonios organizada por la Preppers Network (red de preparacionistas) de la ciudad de Nueva York.
Cada uno pasó al frente ante el resto de los asistentes para exhibir el contenido de sus “mochilas de escape”, recipientes meticulosamente empacados con todo el equipo necesario para sobrevivir al colapso de la civilización.
Sobre la mesa desplegaron un impresionante y variadísimo botiquín para desastres: brújulas, pastillas de yodo, radios a manivela, linternas solares, encendedores de magnesio y un Kindle cargado con mapas digitales de la región de los tres estados que comprende el área metropolitana de Nueva York. Muchos de los artículos exhibidos iban mucho más allá de los “diez pilares básicos de equipo de escape” que Jason Charles, líder de la red, les había pasado previamente a través de Internet. Muchos habían ajustado el contenido a sus propias necesidades e intereses.
Difícilmente pueda decirse que Nueva York es un sitio normal para que prolifere el así llamado “movimiento preparacionista”, pero, de hecho, la comunidad no sólo es grande, sino notablemente diversa, según afirman sus líderes, y está creciendo rápidamente.
Para los que no están acostumbrados, la palabra “preparacionista” suele evocar imágenes de fanáticos armados, encerrados en búnkeres a la espera del fin del mundo, pero la realidad, al menos en Nueva York, es mucho menos cinematográfica.
Los preppers locales son médicos, porteros, directivos de escuelas, conductores de subte, publicistas y parejas felizmente casadas.
No es nada fácil ser un preparacionista en estos días. Esa disciplina ha sufrido duros golpes de programas de televisión como Doomsday Preppers (Preparacionistas del Día del Juicio Final), que es una especie de invitación semanal a mofarse de lunáticos que cavan túneles en las laderas de las montañas para escapar de un ataque nuclear ruso. Y es que, si bien el preparacionismo es un fenómeno cultural cada vez más visible -grupos de encuentro, libros, películas y retiros de fin de semana en los que se adquieren ciertas habilidades-, sigue siendo considerado una actividad marginal y vergonzante, algo comparable a creer que el gobierno oculta extraterrestres en el Área 51.
Mis propios intentos preparacionistas empezaron en algún momento entre la caída de Lehman Brothers, en 2008, y el consecuente aumento de la emisión monetaria, cuando empecé a pensar que el sistema financiero era atrozmente inestable. Comencé a formarme una idea del mundo como un sistema de sistemas no sustentables, una máquina que en caso de perder cualquiera de sus piezas podría hacer descarrilar toda infraestructura, desde el transporte hasta el abastecimiento de alimentos.
Consciente de las suspicacias que despierta el preparacionismo, en general no comento mi afición por él. En Nueva York, uno se encuentra con gente preparada para situaciones límite, pero la mayoría dice que sus preocupaciones son más inmediatas y más locales: ataques terroristas, desastres naturales y un colapso económico.
“La Tierra no va a chocar contra el planeta X y el asunto de los mayas al final no ocurrió”, me dijo Charles cuando me presenté a mí mismo en el encuentro de Washington Heights. “Pero te voy a decir algo -agregó-. La gente aquí presente definitivamente usó los objetos de su mochila durante el huracán Sandy.”
Durante su presentación, Charles también señaló que una mochila de escape bien preparada sólo era una de las partes de la ecuación, no más importante que saber a dónde ir.
Y es que el preparacionismo va mucho más allá de una mochila.
En Nueva York, el hombre indicado para entender a fondo el tema es Aton Edwards, fundador de la Red de Preparacionismo Internacional, que suele ser citado como el mayor experto de la ciudad en preparación personal para un desastre.
En su opinión, el próximo gran paso en el desarrollo del preparacionismo será la aparición de capitalistas emprendedores, lo que me hizo pensar en Fabián Illanes y Roman Zrazhevskiy, dos veinteañeros que conocí en el encuentro.
Ex compañeros del secundario, Illanes y Zrazhevskiy son preparacionistas desde la adolescencia, y recientemente crearon el sitio web Readytogosurvival.com, donde pueden comprarse mochilas prearmadas, con nombres paramilitares como Viajero Táctico o Defensor Encubierto, por unos cientos de dólares.
Ellos son tan sólo dos de los tantos preparacionistas que he conocido, y que suelen ser muy distintos entre sí. “El espectro de personas que se preparan es amplio”, explicó el doctor Irwin Redlener, del Centro Nacional de Preparación para el Desastre de la Universidad de Columbia. “En un extremo está la despreocupación inconsciente. En el otro, la paranoia. El desafío radica en encontrar ese término en el que uno entiende que pueden pasar cosas malas, sin que eso nos consuma la vida”, agregó.
LA NACION