26 Jan Llegó a The New York Times la pasión local por el diván
Por Simón Romero
El café, situado al norte de un barrio apodado Villa Freud, estaba casi vacío. Roberto Alvarez probó su expreso y comenzó a recordar los nombres de los psicólogos que había consultado la última década. Se detuvo cuando no le quedaban más dedos para contar.
“Dejame decirte algo sobre nosotros, los argentinos -dijo Alvarez, un empleado de la construcción de 51 años-. Cuando tenemos que elegir un psicólogo, somos como las mujeres cuando buscan el perfume perfecto. Probamos un poco por acá y otro por allá antes de optar por el indicado.”
Aun mientras tratan de sobrellevar la inflación y la desaceleración de la economía local, muchos argentinos saben exactamente qué quieren (por lo menos en un aspecto de sus vidas): psicoanálisis… y mucho. En la Argentina aumentó la cantidad de psicólogos: el año pasado había 196 por cada 100.000 habitantes, comparado con 145 en 2008, según revela un estudio del psicólogo e investigador Modesto Alonso. (En Estados Unidos hay 27 por cada 100.000 habitantes, según indica la Asociación Estadounidense de Psicología.)
Estas cifras transforman a la Argentina en líder mundial, por lo menos en la necesidad de su población de compartir los pensamientos y las emociones más íntimas. “Aquí no es tabú decir que uno va al psicólogo dos o tres veces por semana”, dijo la psicóloga Tiziana Fenochietto, de 29 años. “Al contrario, está de moda”, opinó esta residente del área de emergencias psiquiátricas del hospital Torcuato de Alvear.
En esta ciudad no hay que viajar lejos para comprender esta obsesión resiliente por las neurosis. Villa Freud concentra psicólogos que atienden en los edificios de las elegantes calles alrededor de la plaza Güemes, en la zona norte de la ciudad. Y a corta distancia en taxi, en la avenida Corrientes, cada noche levantan el telón, piso de por medio, adaptaciones locales de dos obras teatrales exitosas: La última sesión de Freud, un debate imaginario entre Sigmund Freud y C. S. Lewis, y Toc Toc, sobre el trastorno obsesivo compulsivo.
En las librerías abundan los autores argentinos que se ocupan de las enfermedades mentales y sus curas. La oferta incluye Historia u niversal de la histeria, de Malele Penchansky, y Entre París y Buenos Aires: la invención de los psicólogos , de Alejandro Dagfal. Una nueva historieta argentina, premiada, Reparador de sueños , introduce el psicoanálisis en la vida de una ciudad distópica llamada Polenia.
El psicoanálisis no es sólo para las clases más adineradas de la Argentina; las sesiones de los psicoanalistas que trabajan en el sistema de salud público son gratuitas. Y mientras algunos planes privados de salud no cubren la terapia, hay obras sociales sindicales que cubren decenas de sesiones anuales. “Estamos en contra de la caridad y a favor de la igualdad de oportunidades”, dijo Adriana Abeles, presidenta y fundadora de la Fundación Campos del Psicoanálisis, dedicada a la investigación, la capacitación de los estudiantes de psicoanálisis y la atención. Cuando los pacientes no pueden pagar, pueden hacer tareas voluntarias a cambio de las sesiones, como reparar muebles, cocinar o pintar paredes.
La oferta creciente de psicólogos en el país se traduce también en un alto poder de negociación de los consumidores. Mientras los analistas más reconocidos pueden llegar a cobrar el equivalente a varios cientos de dólares por sesión, muchos lo hacen según los ingresos de sus pacientes, a partir de los 70 pesos (15 dólares) por hora de sesión.
A pesar de la pasión local por el psicoanálisis, la Argentina se adapta a las tendencias mundiales. Técnicas como la terapia cognitiva conductual, que ofrece resultados en poco tiempo, también ganaron terreno. Los tratamientos farmacológicos avanzaron y algunos terapeutas ofrecen sus servicios vía Internet.
El respeto por el psicoanálisis se extiende también a instituciones como la escuela. Y como signo de esta amplia aceptación, la presidente Cristina Fernández de Kirchner y su jefe de Gabinete recibieron en abril a los líderes de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que se reunieron en Buenos Aires.
El psicólogo Diego Sehinkman, autor de una columna semanal en LA NACION, donde describe sesiones imaginarias con políticos, explicó: “En la Argentina nos fascina espiar el sufrimiento del poder. En especial, de los que nos hicieron sufrir un poco”.
LA NACION