Bajo el mar, un mundo

Bajo el mar, un mundo

Por Julia Talevi
Ponerse un traje de neoprene bastante incómodo, casi como querer entrar en ropa tres talles más chica. Pero los instructores de buceo aseguran que tiene que quedar ajustado para que no se tenga frío. Y nadie quiere tener frío en su bautismo como buceador y arriesgarse a no poder aprovechar del todo la experiencia subacuática. Más tarde, antes de saltar al agua, desde la explanada del barco, con los tanques, la máscara, el snorkel, las patas de rana y todos esos accesorios que parecen de la NASA, nadie tiene tiempo de acordarse de lo mal que se ve en el diminuto traje de neoprene. Sienten cómo el vértigo sube y desaparece en el instante en que quedan bajo el agua. Es una transformación sorprendentemente inmediata, que deja a todos en silencio escuchando el ruidito que hace el respirador cuando inhalan y el de las burbujas cuando exhalan.
Los buceos para principiantes duran generalmente entre veinte y treinta minutos, y sólo se necesitan cuatro días de curso para transformarse en amateur certificado para sumergirse en cualquier mar del planeta hasta los dieciocho metros de profundidad. Y aunque suene a disciplina para espíritus aventureros, lo cierto es que aprender es fácil, rápido y económico. Los precios del curso varían alrededor del mundo de acuerdo al destino, el proveedor y lo que incluye, pero generalmente van desde 150 hasta 500 dólares.
Sacar el certificado de Open Water de PADI es el programa perfecto para complementar unas vacaciones demasiado chill out. El curso es una muy buena alternativa para que el descanso en la playa no implique pasarse el noventa por ciento del día en posición horizontal. Además, permite no sólo conocer el destino por tierra, sino también todo lo que está bajo el agua. Un nuevo universo.
En realidad, para bucear por primera vez no hay que saber mucho: el instructor te pone el traje, te dice que siempre respires por la boca y salta con vos al agua. No hace falta más. Una vez bajo el agua los pececitos de colores, las algas y los corales se ocupan de que nadie se acuerde del miedo. Ahora, la capacitación está para aprender a resolver de manera eficiente y tranquila todos los “qué pasa si…” se sale el respirador o entra agua en la máscara, por ejemplo.
El curso intensivo empieza por una clase teórica que apunta a brindar el conocimiento de los principios básicos del buceo: cómo afecta la presión al cuerpo, claves para elegir el mejor equipamiento y qué hay que considerar cuando se organiza una inmersión. Una vez completadas las cinco unidades, se realiza un pequeño examen para evaluar si se entendieron bien todos los conceptos aprendidos. Al final del curso se vuelve a tomar otra prueba un poco más larga para que el instructor pueda terminar de clarificar los puntos más difíciles. Las evaluaciones son bastante informales y no tienen nada que ver con las del colegio o la universidad: se realizan en ojotas y traje de baño.
La segunda parte del curso consiste básica¬mente en bucear. Se desarrolla las habilidades básicas sumergiéndose en una pileta o similar.
En esta etapa se aprende todo, desde cómo se prepara el equipo hasta cómo se saca el agua de la máscara sin volver a la superficie. Además se practica algunas destrezas de emergencia, como compartir aire o reemplazar la máscara. Hay
que completar cinco buceos en la pileta, y en cada uno se aprende algo nuevo, hasta conseguir todos los conocimientos necesarios para zambullirse en aguas abiertas.
El último paso para conseguir el certificado de Open Water de PADI consiste en realizar cuatro buceos en aguas abiertas, en don¬de finalmente se puede experimentar la vida subacuática. Y ahí está la parte más divertida: finalmente, después de ir y venir en la pileta sin llegar a ningún lado y apreciando únicamente el color de las venecitas, se descubre un mundo que impacta sin siquiera ser tocado. Y entonces se sabe en dónde se quiere pasar el resto de las vacaciones: bajo el agua.
REVISTA CIELOS ARGENTINOS