Tierra de Gauchos

Tierra de Gauchos

Un hombre muy abrigado con un poncho rojo, guantes y boina, monta a caballo y arrea un grupo de ovejas. De fondo, el cielo gris contrasta con la blancura de la nieve sobre la escasa y baja vegetación del corral donde pastan los animales. Otro, en mangas de camisa, ayuda a un grupo de vacas a cruzar un rio a bordo de un pequeño bote. Detrás, impacta el cielo despejado y una abundante y verde vegetación.
Contrastes de paisajes, climas, vestimentas y actividades, y un único protagonista: el gaucho. La fotógrafa Celine Frers se propuso un viaje en busca de la identidad de los hábiles jinetes. Durante más de cinco años recorrió el país para encontrar a los tradicionales habitantes de los campos. Con la cámara al hombre y la idea de retratar su vida cotidiana, anduvo caminos agrestes y tierras desoladas hasta dar con ellos. “Los gauchos todavía existen y quiero mostrar su idiosincrasia, su mundo. A pesar de que muchas veces son muy humildes, viven muy orgullosos de lo que hacen”, asegura.
Su libro Tierra de Guachos, que se editará a fin de año, está dividido por región: el Litoral, el Noroeste, Cuyo, la Patagonia, y Buenos Aires y La Pampa. Cada uno posee sus propias características, que influyen en la personalidad de sus habitantes. “Mientras que el gaucho del Litoral es muy predispuesto y alegre, en el Noroeste es más retraído, habla menos. Sus personalidades varían de acuerdo con el clima y el paisaje, pero en todos se puede destacar el coraje”, asegura.

Mundo rural
Las inclemencias del tiempo, el arduo trabajo físico y la vida en las tierras a veces marginales son algunas de las particularidades que marcan el pulso de la vida gaucho. “Es muy sacrificada”, cuenta Celine. La serie de fotografías que conforman el libro también muestran otros aspectos de su cotidianidad, no solo del trabajo. “Quería mostrar toda la dimensión de su mundo. Sus casas, festejos y bailes”.
Celine los fotografió y también se introdujo en su mundo. A veces, luego de diez días de cabalgata, de dormir en ranchos y atravesar territorios inhóspitos, lograba generar el clima adecuado para poder capturar el momento que había ido a buscar sin que intervenga la ficción. “Al principio intento no fotografiar hasta que genero un clima y entro en confianza”, detalla. En sus aventuras conoció a solitarios puesteros de la Patagonia, que viven aislados en sencillos ranchos cuidando a pequeños grupos de animales, inmersos en el paisaje extremo del sur argentino. También pudo convivir con gauchos de regiones más cálidas, donde el trabajo en grupo es común y las camaradería, mayor. “Ese espíritu es lo que me gusta mostrar, lo veo con una mirada un poco romántica de admiración. Le tengo mucho respeto a su dedicación, a lo que hacen y cómo lo hacen. Se levantan todos los días a las cinco de la mañana y soportan cualquier clima, una tormenta de nieve o 40 grados de calor”, explica.
Celine confiesa que le gusta vivir en esos parajes alejados y que dejó de lado sus trabajos como fotógrafa comercial para dedicarse a otros que le permitan investigar y recorrer destinos lejanos. Por eso decidió presentar el proyecto para hacer su primer libro, Colores de Corrientes, sobre la provincia donde pasó su infancia.
También tiene otra publicación con fotografías de la Patagonia, participó de exhibiciones en la Argentina, Europa y Estados Unidos.
Debido a las características que le impone su metodología, decidió trabajar con digital, aunque se mantiene fiel a los procesos de las analógicas y reconoce que con ellas se pueden adquirir otros matices. “La digital tiene una mayor practicidad. Si me voy diez días a caballo puedo sacar un mayor cantidad de fotografías. Si bien la película tiene otro sabor y otra textura, el digital es más cómodo. De todas maneras, uso los contrastes igual que con la analógica”, concluye esta fotógrafa.
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