28 Dec Depardieu, el nuevo ícono del exilio fiscal en Francia
Por Luisa Corradini
Hasta hace unos días, Gerard Depardieu era el actor más taquillero del cine francés y el mayor ídolo del público. Incluso, el personaje de Óbelix que interpretó en cuatro películas inspiradas de la historieta Ásterix forma parte de la iconografía nacional.
Pero esa imagen se derrumbó como un castillo de naipes cuando se confirmó que había comprado una casa en la localidad belga de Estaimpuis para fijar su domicilio fiscal en ese país, más indulgente que Francia en materia impositiva.
“[A Depardieu] le gusta nuestro carácter campestre, apacible y bucólico”, comentó sin ruborizarse el concejal de esa ciudad Daniel Senesael ante la prensa. Cuando advirtió la mirada de reprobación de los periodistas, tuvo que admitir la verdad: “También le interesan las ventajas fiscales que ofrece nuestro país”.
El actor decidió radicarse en Bélgica para escapar del impuesto de 75% que aplicará el gobierno socialista de François Hollande a partir de 2013 a todos los ingresos superiores a un millón de euros. Para un hombre que gana entre 8 y 10 millones de euros anuales, según la revista económica Challenges, esa tasa puede resultar particularmente salada.
A los 64 años, con más de 150 películas en cuatro décadas de carrera cinematográfica, Depardieu es uno de los artistas mejor pagados de Francia. Pero además posee viñedos en Francia, Italia, Argelia y Marruecos, controla un hotel, dos restaurantes, una pescadería y una bodega en París, restaurantes en Canadá y Rumania, inversiones inmobiliarias y, asociado a todos los miembros de su familia, maneja también la sociedad DD Productions.
Gracias a esa constelación de negocios, Depardieu está considerado como uno de los hombres más ricos de Francia. El sitio Riches & Célébres estima que su patrimonio se eleva a 85 millones de euros.
El exilio fiscal del ícono cinematográfico de Francia reavivó la polémica que había estallado en septiembre, cuando el millonario Bernard Arnault, primera fortuna de Francia, decidió radicarse en Bélgica para escapar al llamado “impuesto a los ricos”. Esa decisión creó un verdadero shock en el país porque el dueño del imperio del lujo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH) posee una fortuna de 41.000 millones de dólares, según la revista Forbes.
“No es patriótico huir de Francia para radicarse en paraísos fiscales y dejar el peso del esfuerzo a quienes permanecen en el país”, había dicho en ese momento el primer ministro Jean-Marc Ayrault.
Con Depardieu fue todavía más duro: “Es una actitud lamentable. Todo eso para no pagar un poco más de impuestos”, comentó con desdén.
En el caso de Depardieu, su exilio fiscal causó irritación entre sus admiradores, sobre todo porque el actor, que recuerda con frecuencia sus orígenes populares, no cesa de denunciar las “injusticias y disparidades sociales”.
Su radicación en Bélgica oculta una trampa: su casa está ubicada a un kilómetro de la frontera francesa, a menos de 20 kilómetros de Lille (la tercera ciudad de Francia) y a una hora de París en tren bala.
El lugar que eligió para residir es la ciudad más afrancesada y con más alta concentración de riqueza de Bélgica: 27% de los 10.500 habitantes -unos 2800- son franceses. La mayor parte de los integrantes de esa comunidad son franceses que se radicaron en Estaimpuis por razones fiscales, como Bernard Arnault o la familia Mulliez, propietaria de los supermercados Auchan.
Depardieu no hizo más que seguir el ejemplo de otros millonarios que, desde hace años, se radicaron en Bélgica, Suiza o Mónaco por razones fiscales, como los artistas Alain Delon, Charles Aznavour, Isabelle Adjani y Johnny Hallyday; los deportistas Jo-Wilfried Tsonga, Richard Gasquet, Gaël Monfils, Marion Bartoli, Amélie Mauresmo, Julien Benneteau, Gilles Simon y Sebastien Loeb, o incluso escritores de éxito como Guillaume Musso, Marc Levy o Christian Jacq.
Salvo esos casos emblemáticos, nadie sabe cuántos franceses huyeron al exterior por razones fiscales. A partir de este año los servicios fiscales realizarán un censo de los franceses que ingresan y egresan de los registros impositivos, única forma de determinar las dimensiones que tiene la “fuga de millonarios”.
LA NACION