25 Nov Cuando la poesía es, además de palabra, lucha, arma y trinchera
Por Ivana Romero
Que son campanas de palo / las razones de los pobres”, dicen los versos del Martín Fierro. Sin embargo, muchas veces esas razones dejan de repicar en silencio y encuentran el modo de ser escuchadas a través del activismo político. El compromiso con lo propio y lo de los otros crea un modo específico de mirar el mundo donde el escritor (el artista, en general) no es ya un ser solitario sino un entramado de historias y relaciones que le permiten tener una voz que, sin renunciar a la búsqueda de la belleza, tampoco reniega del compromiso con su tiempo.
Esto es, precisamente, lo que comparten los libros Tumulto, de José Portogalo; Estas primeras tardes… y otros poemas para la revolución, de Juan L. Ortiz; Escalas, de César Vallejo y Hoy voy a las riberas de la lluvia, de Fernando Birri, reunidos en la flamante colección Campanas de palo de la editorial rosarina Serapis.
“Estos títulos tienen por característica común su adhesión a lo que ha dado en llamarse ‘literatura comprometida’, lo cual entraña –para decirlo en pocas palabras– una abierta resistencia al sistema de producción capitalista”, señala Julia Sabena, editora de Serapis junto a Carolina Lieber y Guadalupe Correa. Pero aclara que “por encima del nivel temático, a estos escritores los guía una búsqueda estética capaz de desandar el viejo dualismo forma-fondo: aún con logros diversos, sus voces pugnan por alcanzar una expresión original, un lenguaje orgánico”.
La serie se abre con Tumulto, que se reedita por primera vez. Este libro con 25 poemas fue publicado por la editorial anarquista Imán, en noviembre de 1935. En ese momento, estuvo acompañado por ilustraciones y grabados del gran artista plástico Demetrio Urruchúa, que se vuelven a incluir en esta edición.
Portogalo –nacido en 1904 en Italia, hijo adoptivo de un inmigrante jornalero de quien tomó el apellido- escribía aunque no hubiese podido terminar la escuela, obligado por las circunstancias a realizar todo tipo de trabajos, desde lustrabotas hasta vendedor de diarios, florista o vendedor ambulante.
Tumulto tenía versos como “devolvedme las malas palabras puras. / Aquellas que tuve un tiempo cuando era niño / y apedreaba a las vidrieras, las casas de los burgueses / el casco de los vigilantes”.
Su autor envió el libro al prestigioso Concurso Municipal de Literatura, que ya habían ganado Raúl González Tuñón o Jorge Luis Borges. Señala Agustín Alzari en el texto introductorio: “Naturalmente, cabe preguntarse qué chances tenía (…) un libro (…) con sus muchachas de barrio desnudas panza arriba a punto de ser poseídas por sus amantes furtivos, sus generales que miran angelitos invertidos con aspecto sexual, sus insultos a los burgueses, sus monjas calientes y sus proletarios rebeldes”.
Allí intervino César Tiempo, secretario del jurado, convencido de que esos poemas malevos eran una joya. El 23 de abril de 1936, La Nación publicó el resultado del concurso: Portogalo –a quien el diario definía como el joven “obrero y poeta”– había obtenido el tercer premio.
No tardó el entonces intendente Mariano De Vedia y Mitre –que aseguraba tener aspiraciones literarias- en hacer público su “horror” por el contenido de esos versos. Ordenó secuestrar los libros y entabló un acoso judicial tenaz aduciendo un “ultraje al pudor”.
A pesar de la solidaridad de varios escritores que publicaron solicitadas de apoyo –César Tiempo, pero también González Tuñón y Juan L. Ortiz, entre otros– Portogalo debió irse de Villa Ortúzar, donde vivía y finalmente de la ciudad.
Estuvo en Córdoba y Rosario y tras el golpe militar de 1943 se exilió en Uruguay, donde trabajó como periodista. Años más tarde volvió a Buenos Aires y murió en 1973.
Esta rareza bibliográfica se transforma en una pedrada que golpea en el corazón de las clases bienpensantes. Y, además, le restituye a Portogalo el lugar que la censura le quitó injustamente.
La colección se completa con una serie de poemas de Juanele (nacido en Entre Ríos en 1896, que falleció en Buenos Aires en 1978) que recuperan su costado militante, vinculado al Partido Comunista Argentino. Allí se incluyen poemas que reflejan la experiencia de su gira por la República Popular China y la Unión Soviética.
En ese libro también es posible encontrar archivos privados y públicos como cartas y entrevistas (es maravillosa la nota que le escribe a Portogalo en 1939, excusándose de su demorada respuesta: “Recién puedo contestar su carta. No tenía gallinas. Me las robaron”).
Además, se publica un cuento inédito en libro, “Martín”, que sólo se publicó en 1938 en la revista Columna, dirigida por Tiempo.
Otro volumen de esta colección es Escalas, el primer libro en prosa de César Vallejo (poeta y escritor nacido en Perú en 1892, que falleció en 1938), publicado en marzo de 1923, poco tiempo después de la publicación del libro de poemas Trilce, aparecido en 1922.
El cuarto libro es el de Fernando Birri (Santa Fe, 1925), cuya fama como cineasta y fundador del Nuevo Cine Latinoamericano, relegó, como lo señala oportunamente José Mazzotti en el prólogo, su faceta poética.
Allí se incluyen poemas de La orilla húmeda, La linterna mágica, El alquimista democrático, entre otros, que se publicaron entre 1946 y 1999. También, del libro inédito Puto el que lee, o Del bandoneón y otras penas, que Birri terminó de escribir el año pasado.
TIEMPO ARGENTINO