22 Nov Esas señales que hay que escuchar
“Los maestros son nuestros grandes aliados”, asegura Alejandra Nader. vicepresidenta del Colegio de Fonoaudiólogos de la Provincia de Santa Fe. Es que los trastornos del lenguaje, diagnosticados y tratados por esta especialidad, pueden afectar el trabajo escolar de los niños alterando aspectos clave del aprendizaje como la lectura y la escritura, pero también de socialización con sus pares. Advertirlos es una tarea que requiere de la atención de la familia pero también de quienes están frente al aula.
Cuando el alumno presenta algún problema fonoaudiológico, en especial si no fue detectado o no está recibiendo tratamiento, se comprometen aspectos de su desarrollo, y esto, tarde o tempra¬no se hace evidente en la escuela.
Por eso es común que los docentes den la voz de alerta sobre estas dificultades, incluso antes que
los pediatras. “A partir de los 4 ó 5 años recibimos el mayor número de consultas ya que los chicos llegan derivados por sus maestros”, reconoce Nader. De todos modos, la especialista destaca que “cuando se rastrea en la historia de ese niño o niña observamos que los problemas venían desde antes, aunque habían pasado desapercibidos para su familia”
El hecho de que se solicite en el momento del ingreso escolar el certificado de salud -que incluye una audiometría y control fonoaudiológico- incrementó de manera “notable” la consulta con los profesionales, comenta Nader. “Esa fue una decisión muy positiva aunque lamentablemente aún no acceden todos los alumnos”. Es que los chicos que asisten a escuelas de la periferia o en zonas rurales no siempre tienen la posibilidad de concurrir a los hospitales públicos a realizarse estos estudios, aún cuando son gratuitos.
La fonoaudióloga revela que en sectores marginales y de menos recursos socioeconómicos “no es raro encontrar alumnos de 8 ó 9 años que no se han alfabetizado. Muchos repetidores tienen en realidad trastornos del lenguaje no advertidos ni tratados. Si esos chicos tuvieran la oportunidad de contar con asistencia profesional enfrentarían menos problemas”.
El profesional fonoaudiólogo, detalla Nader, “trabaja con la comunicación humana en todas las edades, desde el nacimiento hasta la tercera o cuarta edad. Tanto en la prevención como en la atención y la rehabilitación de los trastornos de la comunicación”. Estas alteraciones pueden abarcar la audición, el lenguaje, la voz y el habla.
Entre los cuatro y cinco años la consulta más habitual está relacionada con que “el niño habla mal, no se hace entender plenamente o tiene inconvenientes con algunos fonemas, como la letra R, por ejemplo”. El abanico de posibilidades es grande, y sólo un especialista podrá determinar si se trata de un problema serio o de algo que se revertirá con un tratamiento simple; de allí que sea tan importante que ante la duda, la familia consulte.
Nader comenta que “no siempre los pediatras toman el lenguaje como un indicador de desarrollo, y entonces la consulta se demora”. Un dato clave: a los tres años la criatura debe expresarse correctamente, comprender y hacerse entender.
“Las escuelas y los fonoaudiólogos debemos trabajar en forma conjunta ya que nosotros necesitamos a los maestros que son quienes interactúan diariamente con el alumno”, agrega.
“En general tenemos buena recepción en colegios privados y escuelas públicas. Reconocemos el esfuerzo del cuerpo docente ya que en ocasiones sabemos que han alertado oportunamente a los padres y no siempre estos visitan al fonoaudiólogo a tiempo”, concluye.