17 Oct El hombre del destino: Juan Perón
Por Lorenzo Pepe
No sé, y no lo sabré nunca, por qué tanto mi padre, como Urbano González (militante de Luz y Fuerza que vivía frente a mi casa en Sáenz Peña, provincia de Buenos Aires) y yo, a mis 14 años, presentíamos que ese día no iba ser igual a los demás.
juan Domingo Perón se encontraba en prisión. Ante tal injusticia, mi padre le dijo a Urbano: “¡Vamos a la Plaza de Mayo que hay que rescatar al coronel Perón de las manos de la oligarquía!”
Con una orden –en épocas en las que no se desobedecía a los padres– me dijo: “¡Dame la mano!” Subimos al tren en la estación Sáenz Peña y fuimos los tres hasta Retiro. En esa emblemática estación, vimos que algo extraño ocurría.
Al llegar a la Plaza de Mayo nos colocamos en la esquina de Catedral. Se vitoreaba: “¡La vida por Perón!”, “¡Libertad a Perón!” Esa convocatoria espontánea era la voz de la historia: gente con cascos blancos y delantales manchados de sangre habían dejado los grandes frigoríficos donde trabajaban y llegaban desde Berisso y Avellaneda; había gente de clase media mezclada con los trabajadores que se arrimaban masivamente a Plaza de Mayo.
Había allí unas 800 mil personas, sobre una población de 16 millones de habitantes.
Era necesario que el coronel Perón volviese a la Casa Rosada. Tanta fue la insistencia y tanta la presión de la gente, que el gobierno de facto de Edelmiro Farrell tuvo que ceder.
A las 23:15, Perón habló desde el balcón a esa multitud que esperaba su mensaje. Recuerdo aquella frase que aún me conmueve: “Trabajadores: hace casi dos años dije desde estos mismos balcones que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino.” Para mí, como para millones de argentinos, era una declaración muy clara.
Quedó plasmada allí su voluntad de redimir a amplísimos sectores de la sociedad, hasta entonces excluidos del “virtuoso” círculo de la igualdad en la oportunidad: la posibilidad de acceder a la vivienda propia, la salud asegurada, la organización del movimiento obrero bajo la consigna de crear una fuerza poderosa que hiciera valer, en el futuro, todos y cada uno de los propósitos que, junto a Evita, llevó a cabo para alcanzar la más urgente de las tres banderas del peronismo: la justicia social.
El 17 de octubre se ha convertido hoy en un estandarte de los peronistas, que lo parimos como Día de la Lealtad, cuando a través de la voluntad popular rescatamos a nuestro líder, que en ese momento se tradujo en el hombre del destino.
A 67 años de ese momento emblemático, recuerdo a los compañeros anónimos que estuvieron en la plaza, exigiendo al calor de los hechos, un acto de justicia, pero también escribiendo, sin saberlo, la historia de nuestro movimiento, con una actitud política ejemplar, que significó una enorme transformación revolucionaria como no se había conocido en América Latina y como, difícilmente, se conozca.
Me siento orgulloso de que aquel día, sin saberlo, de la mano de mi viejo, me tocó estar en el momento y en el lugar precisos.
Sin quererlo, mi voz se unió a esas 800 mil almas que transformaron la historia para hacerse oír, como un campanazo que aún vibra, resonando en los corazones de millones de argentinos.
TIEMPO ARGENTINO