Bebes: todo lo que ellos saben

Bebes: todo lo que ellos saben

Por Nora Bär
En el siglo XVII, el filósofo inglés John Locke pensaba que los bebes llegaban al mundo como una tabla rasa, que su cerebro era como una pizarra en blanco y que las destrezas que caracterizan a los humanos se adquirían con posterioridad. Unos 200 años más tarde, el psicólogo William Jamessostenía que la mente de los chicos está adormilada y sumida en la confusión. Piaget, que experimentó con sus propios hijos a comienzos del siglo pasado, postuló que nacen sin conocimientos y que los desarrollan a partir de las experiencias sensorial y social.
Sin embargo, recientes investigaciones están desterrando aquella idea de “adultos fallados” y prueban la existencia de capacidades innatas en los bebes. Nos dicen los investigadores en desarrollo de la cognición, son mucho más inteligentes de lo que se pensaba: llegan equipados con la capacidad de desarrollar pensamiento abstracto o conceptos como la causalidad, de atribuir intencionalidad, de comprender una matemática y una geometría rudimentarias, y hasta de distinguir fonemas… Es más, algunas de estas capacidades las poseen casi desde el momento mismo en que nacen.
“Éste es uno de los más grandes cambios de paradigma de la historia de la ciencia contemporánea -dice Mariano Sigman, director del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA-. Pocos pilares de la filosofía recibieron una estocada tan contundente por evidencias experimentales.”
Claro que averiguar qué está pasando dentro de la cabecita de esas irresistibles criaturitas no es sencillo. Como es imposible preguntarles, se utilizan herramientas como la “permanencia de la mirada” (miran durante más tiempo lo que les interesa) o registros del ritmo de succión del chupete y de la actividad eléctrica del cerebro.
“Uno de los experimentos clásicos -explica Sigman- es pasarles una grabación con voces que hablan en castellano y que de repente empiezan a hablar en japonés. Típicamente, se ve que los bebes se sorprenden mucho.”
Uno de los pioneros en este campo de investigación, Jacques Mehler (ver aparte), mostró que al nacer ya existen ciertos procesos perceptivos que funcionan con especificidad hacia el lenguaje. Por ejemplo, ellos distinguen si se les habla en su lengua natural o con frases invertidas. Reaccionan distinto.
Mehler y colegas demostraron con neuroimágenes que bebes ¡de cuatro días! tienen la capacidad de distinguir entre una gramática “de juguete” que tiene repeticiones (con palabras trisilábicas, como “melolo, terrarra, bofufu”), y otra sin repeticiones (como “melote, falado”).
La investigadora chilena Marcela Peña Garay, de la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile, está entre los que sostienen que los bebes vienen equipados con un aparato cognitivo que les permite identificar características importantes para la especie. “Por ejemplo -ilustra por vía telefónica, para respaldar esta hipótesis-, aunque un bebe viva con un perro, no aprende a ladrar, y por más que escuche el timbre del teléfono celular, no reproduce estos sonidos, sino el lenguaje de sus padres o cuidadores.”
En otro trabajo que se publicó en Proceedings of the National Academy of Sciences, la científica francesa Veronique Izard, que trata de entender las bases del pensamiento matemático y estudia la adquisición de los números y la geometría, pudo comprobar en recién nacidos de dos días que éstos discriminan la cantidad de sonidos que escuchan y los aparean con la misma cantidad de elementos en una imagen.
“Se les hacía escuchar AAAA y se les mostraban cartones con cuatro u ocho figuras de colores -detalla en su publicación-. Los bebes miraban durante más tiempo la imagen con una cantidad de figuras que coincidía con el número de sonidos que habían escuchado.”
Otro indicio de que ya vienen equipados con los rudimentos de la matemática surge de un experimento que consiste en agregar tres pelotitas en una caja en la que ya hay dos. Si en lugar de cinco pelotitas aparecen ocho, los bebes se “sorprenden” por la incongruencia.
Peña y su equipo observaron las reacciones de un grupo de bebes de entre dos y cuatro días de vida mientras distintos locutores repetían la sílaba BA. Usando electroencefalograma y potenciales evocados (es decir, el registro de las modificaciones producidas en el sistema nervioso en respuesta a una estimulación sensorial o a una actividad cognitiva), pudieron constatar que reconocían la sílaba aunque las voces cambiaran.

Máquinas de conceptualizar
En un experimento con bebes de cuatro meses, pusieron a prueba teorías que postulan que muchos aspectos de la fonología de los lenguajes derivan de condicionamientos físicos y fisiológicos.
John Ohala, de la Universidad de California en Berkeley, propuso, por ejemplo, que hay una tendencia a aparear las vocales abiertas con los objetos grandes y las cerradas, con los pequeños -dice Peña-. Nosotros les hicimos escuchar a los niñitos palabras con i [vocal cerrada] y con a [abierta], mientras les mostrábamos un objeto pequeño y uno grande. Efectivamente, miran más hacia el objeto pequeño cuando la vocal es i y hacia el grande cuando es a .”
Otro argumento a favor del origen innato del lenguaje es que los chicos nacidos prematuramente deben esperar hasta que sus circuitos cerebrales maduren para ejercitar ciertas destrezas lingüísticas. “Bebes normales de cuatro meses y medio son capaces de discriminar no sólo entre lenguajes, sino entre tonadas y dialectos -explica Peña-. Si dependiera de la experiencia, los prematuros podrían adelantar ese aprendizaje. Sin embargo, lo que nosotros vimos fue que no lo hacen.”
Sigman también descubrió algo notable: a los tres meses, cuando se les habla, en el cerebro de los bebes se activa el área de Broca. “Como es la región vinculada con la producción del lenguaje, nuestra hipótesis es que aunque no esté hablando, el bebe ya lo está produciendo internamente”, dice el científico.
Según Sigman, los antiguos dogmas “fueron demolidos experimentalmente”.
“Como afirma [la científica de la Universidad de Berkeley] Alison Gopnik -destaca-, los bebes son pequeños científicos: son expertos en sacar mucho de muy poco. Los seres humanos desarrollamos una teoría sobre los dinosaurios a partir de unos huesos fósiles; construimos una teoría del universo a partir de registros de luz, tenemos una teoría de la evolución a partir de ciertos rasgos físicos. Es decir, somos capaces de ir más allá de los datos. Somos máquinas que conceptualizamos, y lo somos desde que venimos al mundo.”
LA NACION