19 Sep “A De la Rúa no podía descifrarlo”
Por Verónica Wiñazki
Carlos Gómez sale de la Casa Rosada vestido con el uniforme de gala, el que usa para eventos importantes. Lo saludan las chicas de la recepción y los guardias que custodian la puerta. Lo conocen todos. Es el mayordomo presidencial desde hace 41 años, y valet en los viajes. Conoce a los poderosos en la intimidad: desde el general Alejandro Lanusse en 1971 hasta Cristina Fernández, les sirvió el café a 18 presidentes.
Carlos Gómez: La señora Cristina come poco y nada en Casa de Gobierno. Cuando llega le sirvo un café en jarrito, mitad y mitad. Muchas veces viene a la tarde, le dejamos agua mineral, una fuente de frutas y una jarra con yogur bebible.
Noticias: ¿Cómo fue la primera vez que atendió a Lanusse?
Gómez: Siendo militar, era muy recto. Serio, quería todas las cosas muy rápido. Me daba temor, en el almuerzo me temblaban las manos. Tenía cálculos en los linones y sufría dolores tremendos. El médico personal hacía preparar una bañera y entre cuatro lo metíamos desnudo en agua tibia, tras ponerle un medicamento calmante.
Noticias: Cuando Perón volvió y asumió la presidencia en 1973 ya estaba enfermo. ¿Hacía pedidos especiales?
Gómez: Se cuidaba mucho en las comidas, tomaba un café descafeinado que le traían especialmente desde Cuba y tenía muy buen trato. Te encontraba en el pasillo y te preguntaba: “¿Qué necesita compañero?”, y a los 15 días teníamos lo pedido. Lo atendí en la Quinta de Olivos los últimos tres meses.
Noticias: ¿Cómo fue el día que los militares llegaron a la Rosada?
Gómez: Cuando asumió Videla, no me dejaron entrar. Volví al otro día, les expliqué que era mozo de presidencia y ahí mismo empecé a atenderlo. Era como todos los militares. Al principio uno está medio cohibido, después se fue normalizando la cosa.
Noticias: ¿El día que volvió la democracia usted estaba trabajando?
Gómez: Sí, fue muy emotivo, yo le acomodé a Alfonsín la ropa en el placard, aunque no soy radical. A mí me gustó siempre Perón, pero si soy de River y tengo que atender a uno de Boca lo atiendo mejor a este, para que no se vaya mal. Y así pasó con Alfonsín. Él me cargaba con el tango: “Dónde hay un mango, viejo Gómez”. Apenas asumió Menem, entré al despacho y estaba Alfonsín. Cuando me vio, se levantó y me abrazó. “El doctor, aparte de ser buena persona y de que lo va a atender de primera, es peronista”, le dijo a Menem, que se mataba de risa. Menem era un tipo muy amable, venía a nuestro lugar de trabajo y comía con nosotros de parado. Lo que yo siempre le admiré es que se ponía a hablar con el secretario privado o con un ministro, y no tenía problema de que lo escucháramos.
Noticias: Además de mayordomo, es profesor de golf. ¿Algún presidente le pidió consejos deportivos?
Gómez: Un día Menem me llamó al despacho, se había enterado de que yo jugaba al golf y me propuso jugar con él en Olivos, contra el jefe de la custodia y un embajador. Ganamos por un golpe. Desde ese día me adoraba, mi mayor satisfacción fue jugar con él en una cancha nocturna en Johannesburgo. Menem jugaba para divertirse, siempre con algún empresario, hacía negocios jugando al golf.
Noticias: ¿Cómo fue con la llegada de De La Rúa al poder?
Gómez: Ahí llegaron los problemas. Era terrible, no le gustaba ver a más de dos mozos juntos, se ponía mal. Después había cositas que no sé si las hacía a propósito… La secretaria privada me pedía que prepare un almuerzo para diez personas y después venían tres. Él me decía: “Mozo, yo no voy a comer el menú”, y me pedía gelatina con yogur y un vaso de vino tinto. Era muy indeciso, yo no podía descifrarlo; hacía cosas que no podías entender: primero te pedía algo y a los dos minutos te discutía que había pedido otra cosa. Los hijos le manejaban todo el engranaje. Lo que sí, jugaba bastante bien al golf. Al otro día de haber sido destituido, volvió y se sentó en su despacho. El secretario privado nos llamó a todos los mozos, fuimos y De la Rúa nos firmó una foto suya para que guardemos de recuerdo. Yo me quería morir.
Noticias: ¿Cómo era Néstor Kirchner?
Gómez: Bastante especial. Cuando entraba al despacho casi ni me saludaba, después terminó siendo más amable. Como era de Racing, el señor Parrilli de Boca y yo de River, charlábamos de fútbol, y con eso se ablandó un poquito. Néstor fue el único presidente que no tomaba el agua del vaso. Pedía una botella cerrada, la abría y la tomaba del pico.
Noticias: ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Gómez: Yo vivo para trabajar. Loque más me gusta es atender a la gente, y me encanta que estén conformes conmigo.
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