16 Aug El boom de los jóvenes ni-ni: flagelo silencioso
Por Manuel Torino
Si, al estilo de los Indignados europeos, los jóvenes que ni estudian ni trabajan en la Argentina decidieran reunirse para hacerse oír, difícilmente entrarían en la Plaza de Mayo: ya suman casi un millón de personas. Y cada vez son más: el Indec reconoce que el segmento conocido como ni-ni aumentó de 2003 a la fecha un 17%.
Y si a la precaria situación laboral juvenil se la combina con el informe sobre educación que publicó recientemente la Unesco, según el cual uno de cada dos alumnos abandona la escuela secundaria y apenas un 31% de los chicos que ingresan a primer grado logra completar el ciclo lectivo obligatorio, las perspectivas para los jóvenes distan de ser las mejores.
El silencioso incremento de los jóvenes ni-ni surge como un problema tan impensado cómo incómodo para la gestión kirchnerista, que cuenta entre sus logros haber bajado la tasa de desempleo de la población general en un contexto de crecimiento económico y que además flamea como sus principales banderas la inclusión social y la integración de la juventud al modelo.
El casi millón de jóvenes surge de estudios realizados en base a cifras de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, que demuestran que la población de argentinos de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan creció de 846.000 en 2003 a 993.000 en 2010.
“Las cifras indican la gravedad del problema y lo difícil que es resolverlo. Es un fenómeno preocupante y de gran complejidad”, sostiene el ex ministro de Educación de la Nación, Juan Carlos Tedesco, que formó parte de la gestión kirchnerista hasta 2007.
“La exclusión de los jóvenes del sistema educativo y del mercado de trabajo produce enormes daños individuales, familiares y sociales, y abre la puerta a comportamientos sociales perjudiciales como la drogadicción, el alcoholismo y la delincuencia”, sostiene Patricio Millán, director de la Escuela de Economía de la Universidad Católica Argentina (UCA), sobre el flagelo que acecha al segmento juvenil.
Sin resultados
La imposibilidad de reducir el vulnerable sector de jóvenes ni-ni durante los nueve años de kichernismo, motivó un pedido de informes del diputado del Frente Peronista, Gustavo Ferrari, quien solicitó al Ministerio de Trabajo información sobre la evolución del programa “Jóvenes por más y mejor trabajo”, que la presidenta Cristina Kirchner lanzó en 2008 con bombos y platillos, hace ya cuatro años.
El plan de asistencia está destinado a jóvenes de 18 a 24 años, con el objetivo de insertar a este segmento de la población en el mercado laboral, generar oportunidades de inclusión social, definir perfiles profesionales y completar la escolaridad obligatoria, entre otros fines. Según el nivel de formación de cada beneficiario, un joven puede recibir desde $ 300 a $ 900 para participar, por ejemplo, de talleres de apoyo para encontrar empleo o bien para finalizar la escuela secundaria.
“Tenemos cada vez más ayuda en planes a los jóvenes y como resultado vemos que cada vez son más los jóvenes que no estudian y trabajan”, apunta Ferrari sobre el funcionamiento del plan que impulsa la cartera laboral.
Respecto a la evolución del programa, el diario La Nación reveló recientemente que desde que se implementó, se cuadruplicó la asistencia social: de un universo inicial de 600.000 beneficiarios, se pasó a más de 1.500.000, según reconoció el propio Gobierno en el presupuesto de este año. La cifra, que escaló de 225 millones de pesos en 2009 a 1027 en 2012, pone en evidencia los magros resultados del programa.
“Lo que el Gobierno pregona como crecimiento económico no se ve traducido en desarrollo y en integración social. Crecer sin desarrollo es un engaño. La Argentina es como un deportista que toma anabólicos y parece fuerte, pero cuando los deje de tomar va a quedar raquítico”, agrega Ferrari.
“Si el Gobierno ha implementado políticas y dedicado recursos, y los resultados no son los que todos deseamos, entonces veamos qué es lo que está pasando. Tenemos la necesidad de profundizar en los análisis”, reconoce Tedesco.
En este contexto, hay que decir que la tasa de desempleo de la población económicamente activa en la Argentina ha venido decreciendo considerablemente desde 2003 a la fecha, cuando superaba el 20%.
Según las estadísticas públicas, en el 2010 ya había bajado al 7,3% y para el último trimestre de 2011 se celebró el 6,7%, un mínimo histórico desde que un Kirchner habita la Casa Rosada.
Los especialistas consultados por este diario, coinciden en señalar que una de las consecuencias más temidas del aumento de jóvenes que no estudian ni trabajan es la vulnerabilidad a la que se enfrentan muchos de ellos.
“La vulnerabilidad de este sector es mucha más alta que la del resto, claramente. Muchos de ellos están en situación de calle y otros que podrían ser recursos valiosos en cada hogar, no colaboran y eso genera riesgos”, explica Eduardo Donza, investigador del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Por otra parte, en la comparación con los escalofriantes índices de desempleo sub-25 que hacen tambalear a Europa por estos días (ver recuadro), los indicadores nacionales parecen moderados. Sin embargo, los mismos analistas encuentran raíces mucho más profundas y estructurales en los países emergentes que en los centrales. Y destacan la oportunidad histórica que la región tiene para abordar la problemática.
Nadie arriesga una causa. Y seguramente no exista un respuesta unívoca para desentrañar este limbo en el que se encuentran un millón de personasm de distintos niveles socioeconómicos y geográficos.
Es un fenómeno que existe en la Argentina y en todo el mundo, y tiene mucho que ver con la dinámica del mercado de trabajo, que no crea mano de obra y que suma modernización productiva y nuevas tecnologías que buscan ahorrar mano de obra. Y los pocos puestos de trabajo que se crean, exigen mucha calificación. Pero no existen respuestas uniformes , aclara Tedesco.
Secundaria en riesgo
El otro indicador silencioso que atenta directamente contra el desarrollo de las futuras generaciones, y que tampoco se vio beneficiado por el crecimiento económico casi ininterrumpido que experimentó el país en los últimos nueve años, es el de abandono escolar.
Presentado por la asociación civil Proyecto Educar 2050 que dirige Manuel Álvarez Trongé (ver entrevista aparte), una ONG que recopila estadísticas e índices nacionales e internacionales relacionados a educación, el estudio arrojó un diagnóstico impactante: el 50% de los alumnos argentinos que ingresa a la secundaria no la termina.
El informe surge de una publicación de Global Education Digest de la Unesco, en la cual se basó Educar 2050 para denunciar la indigencia educativa que aqueja al país.
De esta forma, el informe es concluyente sobre las serias dificultades que sufren los estudiantes argentinos para completar el ciclo lectivo que, a partir de la implementación de la Ley Nacional de Educación en 2006, impone la obligatoriedad de la escuela secundaria. Esta modificación legal se suma al elogiado 6,4% del PBI destinado a educación, lo cual habla del compromiso político del Gobierno en materia educativa. Sin embargo, hasta el momento, los resultados parecen esquivos.
“A partir de la nueva Ley Nacional de Educación, la base legal ya está. En cuanto a la base financiera, un 6% del PBI para educación nos ubica entre los países que más invierten. Pero hay que mantener esta decisión en el largo plazo. Los países exitosos en materia de educación lo hicieron con planes a 20 ó 30 años. En el caso de la Argentina, todavía es prematuro pedir grandes resultados”, resume el ex ministro de Educación.
Así las cosas, la Argentina -alguna vez considerada un faro educativo en la región- se ubica entre los países con menor tasa de graduación de América Latina, por debajo de Perú (70%), Chile (70%), Colombia (64%), Bolivia (57%), Paraguay (50% y Ecuador (48%).
CRONISTA
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