13 Aug “Nuestro cerebro es una Ferrari pero con frenos de un Ford T”
Por Luis Sartori
Es un argentino raro: no usa celular. Creó la “neurosicoeducación” y dirige la asociación Educar para el Desarrollo Humano. Se ríe cuando cuenta que siempre deforman su apellido: hace poco lo llamó alguien que quería hablar con el doctor Low batt, batería baja. Hasta está mal escrito en su carnet de médico. ¿Por qué la medicina? “Las enfermedades eran un desafío. Siempre me gustaron los misterios y los desafíos. Las respuestas”.
Era el típico pibe que pregunta por qué. Y muy lector: leyó casi toda la biblioteca de su padre, autodidacta, como él. “Ser autodidacta tiene la gran ventaja de que vos guiás tu pensamiento. Es como hablar con 50 personas a la vez. Y cada persona tiene un pedacito de la respuesta. Ahora estoy leyendo el libro de un rabino. Porque hay ciertas cosas que me sirven para aplicar a las neurociencias. Mi finalidad es explicarlas para que se las pueda entender. Todo el mundo tiene derecho a saber cómo funciona su cerebro porque es lo que guía su vida, y si no puede controlar su cerebro, su vida está descontrolada.
-Era un pibe preguntador, lector… ¿y de notas cómo andaba?
-Nunca repetí y para mí era fácil, no un esfuerzo. Después, en el secundario, aprendí que en Matemática podía tener 10. Pero Anatomía me la llevé. Para mí el secundario era pasar. Y lo pasé. Leía libros y jugaba al ajedrez todo el día.
-¿Ajedrez desde chico?
-Me enseñó mi abuelo. Tenía 6 años. Hoy a la mañana estuve jugando. Me encanta. Ahora estoy con el ajedrez no convencional, el atómico, uno en que las piezas explotan: se come un peón y todo lo que rodea a esa pieza desaparece.
-¿Cuándo dio vuelta campana?
-No le encontraba la dirección a mi vida. Había aprendido de todo, era médico, después fui oncólogo pero vi que había mucha mentira. Entonces dejé y me dediqué a la medicina oncológica alternativa. Después del peor año de mi vida, hace 21 años, seguía sin entender dónde estaba el problema. Hasta que un día apareció el primer libro de neurociencias y ¡paf! ahí cambió todo. Me abrió el camino y empecé a leer todo lo que caía en mis manos del tema. Y decidí no leer jamás ningún libro que no fuera relacionado con el entendimiento de la conducta humana. Hace 20 años que no leo una novela.
-¿Y qué encontró?
-Estudiando fui logrando respuestas. Las respuestas me llevaron a lo que estaba buscando: me preocupaba qué mundo le iba a dejar a mis hijos. Me parecía que era un desastre. No podía resignarme a que las cosas no cambiaran. La pregunta era entonces quién crea el mundo. Y la respuesta es una sola: el cerebro. Y si el cerebro crea este mundo que está mal, algo está fallando en el cerebro. ¿Cuáles eran las fallas biológicas del cerebro? La solución fue que la persona pudiera mejorar su cerebro, tuviera mayor control de impulsos y emociones, y a partir de ahí utilizara lo que llamamos lóbulos prefrontales, que es la parte del cerebro que nos hace humanos.
-¿El cerebro tiene varias partes?
-En realidad somos tres cerebros apilados: uno de reptil, el primero en aparecer evolutivamente; otro de mamífero arriba, el segundo en aparecer; y un tercero de mamífero superior o humano, que es toda la corteza, el 80% del volumen cerebral. Este tendría que poder controlar fácilmente a los chiquititos. Pero la realidad es al revés: los primitivos son los que controlan.
-¿Por qué pasa eso?
-Primero, porque empiezan antes a funcionar. Porque reciben primero la información del mundo: en 125 milisegundos ya están haciendo algo. ¿Qué son 125 milisegundos?: medio parpadeo. Y el cerebro humano todavía ni se enteró: tarda 500 milisegundos en tomar conciencia de lo que está pasando. Siempre está en desventaja, porque los primitivos empiezan a conducir la acción. Y si el grande no está preparado para modelar las conductas que generan aquéllos, lo único que hace es darle el sí.
-¿Esto explica la violencia?
-Claro. Porque no tenemos una educación para desarrollar los lóbulos prefrontales, que es lo que intentamos desarrollar nosotros para que tengan un poder por lo menos semejante. Nuestro cerebro es una Ferrari con frenos de Ford T. La Ferrari arranca rapidísimo, pero el freno no está preparado para altas velocidades. Los lóbulos prefrontales son los que pueden decir “siga o deténgase” a las emociones, impulsos o instintos que activan los cerebros primitivos. No podemos cambiar la biología. Pero sí podemos a los 500 milisegundos intervenir, usar la conciencia y ejercer el libre albedrío.
-¿Para qué está preparado el cerebro?
-Para sobrevivir. Es una máquina de supervivencia. Por eso los cerebros primitivos son tan rápidos.
-¿Qué le provoca a la sociedad?
-Que el mundo sea tan competitivo, tan autista y desigualitario.
-¿Igual se puede educar para lo mejor que tenemos?
-Sí, para ser buena persona. Lo llamamos “neurosicoeducación”, todos conocimientos neurocientíficos y de ciencias afines que las hemos bajado a lenguaje llano para que las pueda entender todo el mundo. Y que permite “prefrontalizar” cualquier cerebro. Buscamos que los lóbulos prefrontales logren el objetivo para lo que fueron creados: racionalidad, sentido común, cooperativismo, altruismo, ética. Queremos que este conocimiento sirva para la vida, si no, no sirve para nada. Lo nuestro es educación para neuróticos, para desneurotizar al neurótico, aquel personaje que usa poco los lóbulos prefrontales y se maneja sobre todo con los cerebros primitivos, y por eso hace macanas todo el tiempo.
-¿Qué le pasó cuando llegó a este camino?
-Encontré el sentido de mi vida. Aprendí a valorar lo que tiene valor, las relaciones humanas.
-¿No se enoja, no sufre?
-Te podés enojar y sufrir, pero podés salir rápido, no te quedás clavado un mes.
-¿Y con la enfermedad?
-Trato de buscar la mejor solución posible. Hay cosas inevitables: la enfermedad, la muerte. Hay que aceptarlas. El problema es crear un mundo que sí es evitable. No es necesaria la pobreza. Somos mortales y eso genera miedo. Podemos accidentarnos o enfermarnos y morir. Por eso la mejor manera de disfrutar la vida es pensar que hoy es el último día.
-¿Controlamos el cerebro?
-Tenemos muy poco control, muy poco libre albedrío. Tantos programas nos manipulan inconscientemente que la mayor parte de las decisiones –que creemos racionales, pensadas– son automatismos.
CLARIN