07 Aug San Cayetano: Historia de una devoción
Por Carlos Sanzol
El culto al santo en la Argentina comenzó a fines del siglo XIX. Cada 7 de agosto, una muchedumbre de fieles se congrega en las puertas de una iglesia de Liniers para venerar a San Cayetano. Tal vez la razón de semejante fenómeno la tenga una mujer. “Somos un pueblo enfermo de necesidad”, dice ella a la cámara del director Lino Pujia en el documental “El santo del pueblo”.
El director se encontró con esta muchedumbre cuando iba a visitar a un amigo en 2000. Tanto lo impresionó este fenómeno, que al día siguiente, cámara en mano, fue a filmar algunas imágenes y testimonios. La idea del documental apenas estaba naciendo.
Lino se perdió entre el humo de los chorizos que se asaban en las parrillas que habían traído los devotos para matar el tiempo de espera y los gritos de “¡a un peso!” de los vendedores ambulantes que ofrecían desde santos de plástico hasta chocolates.
Al prender la cámara, el director se dio cuenta de que muchos de los fieles poco sabían de la historia del santo, excepto que era el protector del trabajo. “No sé quién es, pero a mí me ayudó”, dice un fiel en el documental.
Había que empezar a investigar, y la indagación lo llevó al origen de la devoción: Italia. Con el dinero que había ganado en un taller de realización escenografía que hizo en Francia, Lino se financió una estadía en la tierra de San Cayetano.
El realizador intentó reconstruir la historia del santo desde su nacimiento en Vicenza, en 1480, hasta su muerte, en 1547, en Nápoles.
Una duda lo empezó a invadir: ¿cómo era posible que San Cayetano, en su país natal, no generara la misma devoción, o incluso mayor, que en la Argentina?
La respuesta la encontró en la historia del Liniers de fines del siglo XIX, más específicamente en tiempos de una gran sequía. La leyenda cuenta que un campesino le pidió a San Cayetano que el agua viniera y, para eso, le dejó una espiga de trigo a los pies de su imagen. Tres días después, llovió tanto que la ciudad se inundó. “Ese fue el primer milagro”. Y ese campesino creó uno de los elementos que iba a acompañar el ritual al santo. “El uso de la espiga es un invento argentino”, agrega.
Casi cuarenta años después se produjo el segundo milagro que agigantó aún más los poderes de San Cayetano. En plena crisis económica de 1930, un sacerdote llamó por teléfono a algunas personas para aconsejarles que rezaran al santo de la providencia y gracias a esto muchos mejoraron su situación. “Es un fenómeno que se acrecentó con el boca a boca”, describe Lino.
¿La política fue un aliado?
Una de las preguntas que se hacen en el documental es si hubo un uso político de la figura de San Cayetano debido a su ascendiente popular. Por eso, en la película aparecen imágenes del ex presidente Juan Domingo Perón, de la cúpula de la CGT, de las distintas juntas militares y de Raúl Alfonsín, asociadas a la figura del santo.
“No creo que haya habido un uso político”, comenta Lino. “Los devotos cuidaron, y lo siguen haciendo, que ningún sector político interviniera en el fenómeno”, completa.
Sin embargo, en la película se muestra cómo, en plena dictadura, un grupo de personas se mezcló entre los devotos para manifestarse en contra de la junta militar. “No era bien visto que se apresaran personas en una peregrinación religiosa”, se explica en el documental.
“Prefiero que los espectadores se vayan con confusión sobre el vínculo de la política con la figura de San Cayetano”, concluye Lino.
El documental muestra cómo el pueblo se aferró al santo para curarse de esa enfermedad de la necesidad. Tal vez por eso sea cierto que “San Cayetano es argentino”, como sostiene un hombre en el final del film en la puerta del santuario de Liniers, donde cada 7 de agosto la devoción se transforma en un verdadero misterio.
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