14 Jul Las cuchillas, la pampa y Borges
Por Pablo Emilio Palermo
“Hijo de algún confín de la llanura/Abierta, elemental, casi secreta,/Tiraba el firme lazo que sujeta/Al firme toro de cerviz oscura”. Así comienza el poema “El gaucho”, de Jorge Luis Borges, incluido en El oro de los tigres (1972). En su vasta obra literaria, Borges reflexionó sobre el género gauchesco, los gauchos y los escritores que se inspiraron en estos. Discusión (1932) contiene dos interesantes ensayos, “La poesía gauchesca” y “El escritor argentino y la tradición”, que permiten demostrar lo dicho anteriormente. Sostenía Borges que derivar la literatura gauchesca del gaucho es una confusión, y que para la conformación de la misma habían sido necesarias la pampa y las cuchillas, pero también las ciudades de Buenos Aires y Montevideo. “Las guerras de la Independencia, la guerra del Brasil, las guerras anárquicas, hicieron que hombres de cultura civil se compenetraran con el gauchaje; de la azarosa conjunción de esos dos estilos vitales, nació la literatura gauchesca”.
La poesía gauchesca había producido “obras admirables”, el Martín Fierro, Fausto, Santos Vega, pero se trataba de un género tan artificial como cualquier otro. Entendía Borges que existía una “diferencia fundamental entre la poesía de los gauchos y la poesía gauchesca”. “Los poetas populares del campo y del suburbio versifican temas generales: las penas del amor y de la ausencia, el dolor del amor, y lo hacen en un léxico muy general también; en cambio, los poetas gauchescos cultivan un lenguaje deliberadamente popular, que los poetas populares no ensayan”. Sobre el poema de José Hernández escribió en 1941: “El Martín Fierro (pese al proyecto de canonización de Lugones) es menos la epopeya de nuestros orígenes ¡en 1872! que la autobiografía de un cuchillero, falseada por bravatas y por quejumbres que casi profetizan el tango”.
La gauchesca tuvo, entre mucho, la fortuna de permitir a Borges la composición de páginas memorables. Allí está, por ejemplo, el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, del libro El Aleph, historia del gaucho que no consintió “el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro”. O “Los gauchos”, prosa incluida en Elogio de la sombra (1969): “Aprendieron los caminos de las estrellas, los hábitos del aire y del pájaro, las profecías de las nubes del Sur y de la luna con un cerco”.
“Cuando la patria nació/Una mañana de Mayo,/El gaucho sólo sabía/Hacer la guerra a caballo”, dice la “Milonga de los morenos”. Y Borges, que echaba siempre de menos en su existencia la dicha del coraje, elogió la espada de quienes hicieron las letras gauchescas: Hilario Ascasubi, que vio a los gauchos cantando y combatiendo, y Estanislao del Campo, quien, vestido con uniforme de gala, saludó, “puesta la diestra en el quepí, las primeras balas de Pavón”.
LA NACION