03 Jul Oficinas abiertas, un modelo en crisis
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Por Evangelina Himitian
ace dos años, Victoria Pieres empezó a trabajar en una empresa tecnológica y quedó deslumbrada por los amenities . La Wii, los masajes, la posibilidad de jugar al ping-pong en plena jornada. Acababa de incorporarse a una compañía que había migrado hacia el modelo de oficina abierta. Allí no había cubículos ni boxes privados. Los escritorios unidos por equipos de incumbencias son la mejor herramienta para que se potencien el trabajo en equipo, la sinergia y fluya la comunicación, le explicaron en Recursos Humanos.
El primer día le llamó la atención que, sin embargo, todos a su alrededor trabajaban en silencio. Al tercer comentario suyo, sus compañeros le hicieron saber la regla de oro: “Si tenés que hablar con alguien primero usás el messenger o el mail. Si eso no resulta, lo llamás por teléfono y, si es estrictamente necesario, te levantás y vas hasta su escritorio. Pero nunca (¡jamás!) alzás la voz para hablarle de escritorio a escritorio”. Es que el ruido es la principal queja respecto del ambiente de trabajo que se detecta en las oficinas abiertas, de acuerdo con una investigación realizada por el Berkeley Center for the Build Enviroment de la Universidad de California. Para llegar a esta conclusión se realizó una encuesta entre 65.000 personas que trabajan en oficinas sin paredes.
Las conversaciones ajenas son el factor más distractivo, porque ocurren en forma impredecible y contienen información. El sonido del teléfono y los de las computadoras vecinas siguen en la lista de contaminación sonora.
Así, en muchas empresas, al tiempo que desaparecieron las paredes que separaban los sectores empezaron a aparecer informales barricadas acústicas y visuales: gente que lleva los auriculares puestos a toda hora sólo para poder concentrarse; trincheras de libros, revistas o ficheros sobre los escritorios para evitar el contacto visual; o los códigos de conducta como el ejemplo anterior.
“En general, a la gente no le gusta la acústica de las oficinas abiertas. Los diseñadores de estos espacios finalmente están comenzando a prestar atención a este problema”, dijo John Goins, director de la investigación del Berkeley Center en un artículo que publicó recientemente The New York Times.
Debate obligado
El debate entre los pros y los contras de las oficinas abiertas es un tema que surge de manera obligada por estos días, cuando un empresa se enfrenta a la necesidad de reconvertir su espacio laboral. “Hoy, la mayoría de las grandes empresas argentinas ha migrado o está migrando hacia este tipo de distribución del espacio laboral, por varias razones. La principal, porque así se optimiza el resultado del trabajo en equipo, pero también porque permite reducir los costos derivados de los metros cuadrados de oficina que se destinan a cada persona que trabaja allí”, explica Víctor Feingold, director de Contract, uno de los principales estudios de arquitectura corporativa a nivel regional, que en la Argentina ya lleva reconvertidas más de 200 empresas de primera línea.
En estos últimos diez años, empleados y jefes de mandos medios han perdido casi en su totalidad sus oficinas privadas. En cambio, en la Argentina, a diferencia de otros países, el modelo de oficina abierta encuentra sus límites naturales en la línea de gerentes. Más allá del discurso de la utilidad de la oficina abierta, a excepción de las firmas de IT, en la mayoría de las compañías la oficina es la última trinchera de poder de gerentes y directores.
Incluso en Google Argentina, empresa modelo en cuanto a sistema de oficinas abiertas, subsisten las oficinas privadas que son compartidas por dos gerentes.
Privilegios
No es una excepción. Hace un mes, una empresa telefónica realizó un coaching para gerentes acerca de la conveniencia de las oficinas abiertas versus las cerradas. A pesar de que hubo coincidencia en que eran más las ventajas que las desventajas, se decidió que tanto el directorio como los gerentes mantengan sus espacios privados.
“La oficina cerrada es la última trinchera de poder y estatus. Si no hay una buena política de comunicación, hay quienes pueden vivirlo como un deterioro en las condiciones de trabajo. Pero lo cierto es que cuanto más alto cargo tiene una persona en una empresa, menos trabajo en solitario realiza. En cambio, gerentes y directores trabajan mucho tiempo en equipo, pasan gran parte del día en reuniones, juntas y actividades que los requieren fuera de su oficina. Los cargos más bajos son los que están más tiempo frente a un escritorio”, explica Feingold.
“En oficinas abiertas es importante que se tenga en cuenta la contaminación sonora. Los escritorios tradicionales amplifican las conversaciones y el ruido ambiente. Es necesario pensar en sistemas que minimicen el ruido”, explica Juan Serrano, del estudio Ustatic, que presentó un proyecto en un congreso internacional sobre cómo hacer más amigables los espacios en oficinas para que el personal dure más tiempo en las empresas.
“NO BASTA CON TIRAR PAREDES Y HACERSE LOS MODERNOS”
“El espacio laboral es una representación física de la cultura de la empresa. Si no hay una buena comunicación, si cada uno no tiene su espacio, el efecto puede ser inverso al deseado. No basta con tirar cuatro paredes y hacerse los modernos”, explica Eliana Villanueva, directora de Recursos Humanos de la empresa de tecnología I Plan.
Según Villanueva, la clave es que cada trabajador encuentre espacio para conversaciones privadas, o lugares para trabajar en silencio si lo necesita, así como ámbitos para reuniones y espacios para encuentros informales, entre otros. “Esto promueve la productividad y el buen ambiente de trabajo”, afirma. En I Plan, los seis directores y el gerente general trabajan en escritorios abiertos. Allí, el promedio de edad es de 45 años. “Aquí no aparece el problema de soy director y no tengo una oficina . Esta compañía se fundó con la idea de que los directores no tengan signos externos que los diferencien del resto”, explica. De todas formas, subsisten oficinas que son ocupadas por gerentes: son boxes sin puertas y vidriados.
Algo similar ocurre en Red Hat, una empresa dedicada al Open Source, la democratización de contenidos, donde algunos directores mantienen sus oficinas, que son cubículos vidriados. “La oficina cerrada subsiste como un espacio de poder y estatus, pero también tiene que ver con la confidencialidad de la información”, dice María Paula Veronelli, directora de RRHH de Red Hat.
EL CRONISTA