14 Jun Nadie es tan libre como piensa
Por Luis Aubele
Somos menos libres de lo que creemos, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se han tejido en nuestra familia”, escribe la terapeuta francesa Anne Ancelin Schützenberger en su libro ¡Ay, mis ancestros! Schützenberger creó la técnica del genosociograma, un camino para cerrar y superar asuntos inconclusos y reforzar nuestras defensas.
Extraña coincidencia. En esos vínculos complejos pueden esconderse secretos celosamente guardados, lealtades que inconscientemente uno siente que debe respetar, conflictos que quedaron abiertos y reclaman una urgente solución, duelos demorados… En los años 70, la doctora Schützenberger analizaba a domicilio a una joven sueca de 35 años que padecía un cáncer terminal. Desahuciada, los médicos acababan de amputarle parte de un pie y se preparaban para amputar todavía más. “Como yo era psicoanalista, le pedí a esa joven que dejara libre su mente y me contara todo lo que pasaba por su cabeza. En un extremo del salón estaba el retrato de una mujer joven y la paciente confesó que se trataba de su madre, muerta de cáncer a los 35. Esta doble coincidencia de edad y enfermedad me dejó estupefacta. De pronto tuve la impresión de que esta joven se había programado para caer enferma a la misma edad en que su madre había muerto de cáncer.”
Síndrome del aniversario. La sorpresa llevó a la terapeuta a desarrollar la teoría del síndrome del aniversario, que, según sus estudios constituía el 20% de las causas del cáncer. También despertó en ella una fe inquebrantable en poder desmontar los destinos fatales producto de conflictos mantenidos en secreto en rincones de las historias familiares y que, a manera de herencias, iban de generación en generación creando malestar, incapacidad y muerte.
Condiciones y caminos. Las situaciones en las que uno nace (la familia, el país, la época) crean condicionamientos culturales, familiares e históricos positivos o negativos. Al mismo tiempo, la persona inconscientemente se encuentra ante dos caminos: obedecer los mandatos de estos determinismos o ser protagonista de su propia vida.
Un dibujo inquietante. En nuestro país, la psicóloga Mabel Meschian es discípula de Schützenberger y aplica la técnica del genosociograma en la terapia. Indica: “Lo que no quedó cerrado queda abierto y el conflicto se transmite de padres a hijos y de generación en generación. Las reacciones inconscientes hacen que un paciente llegue a la consulta porque tiene dificultades en su profesión, en el manejo del dinero, en formar pareja, etcétera. El genosociograma es una construcción gráfica que van registrando el paciente y el terapeuta con los datos que tiene el paciente acerca de la historia de su propia familia. Sin embargo, lo primero que dice el paciente cuando llega a la consulta es: No me acuerdo, sé muy poco, nunca me interesó. Pero la realidad es que siempre sabemos mucho más de lo que pensamos que sabemos”.
Taladrar el cerebro. El genosociograma esta basado en la lógica de la repetición. Si voy a rendir un examen y lo rindo bien, la situación queda cerrada, concluida. Pero si voy a rendir un examen importante para mí y me toca una bolilla que no estudié y me terminan bochando, la situación es una frustración que queda abierta y, como sostiene la doctora Schützenberger, “parece taladrar el cerebro, y nos llena de cuestionamientos y culpa”.
Mirar el futuro. “Cuando logramos sacar a la luz y descubrir nuestros conflictos recuperamos nuestras raíces y logramos una paz, una fuerza, una actitud y una conciencia diferente. Porque para mirar el futuro y ser protagonistas también tenemos que saber de dónde venimos”, concluye Meschiany.
LA NACION