30 Apr Pensar en nada
Por Oscar Finkelstein
De nada sirve /escaparse de uno mismo…”, decía el joven Moris en la segunda mitad de los años sesenta, al tiempo que muchos otros sí lo hacían, o lo intentaban, y mientras los jóvenes más famosos del mundo en la época, los Beatles, ayudaban a descubrir para Occidente la milenaria técnica oriental de la meditación trascendental. Cuarenta y tantos años después, esta oda a la mente en blanco hecha estilo de vida atraviesa edades y géneros aunque se aloja mayormente entre mujeres de niveles socioeconómicos medios y altos en busca de cierto bienestar más allá de lo material. Personas que ya pasaron por disciplinas de valoración y eficacia diversa como el psicoanálisis, la PNL, el yoga, el tai chi… Y que últimamente adscribieron a la idea de aprender a respirar, uno de los trending topics de la autosuperación personal. Aunque también empieza a haber meditaciones colectivas en cárceles, hospitales -como las que se hacen en el marco del Programa de Salud Barrial del Pirovano-, plazas, parques y otros lugares públicos. Y hasta encuentros para turistas adoradores de los mantras. ¿Para qué? “El objetivo es parar de pensar a fin de permitir que la conciencia se exprese a través de un canal más sutil que está por encima del plano mental. Meditar es un tipo de intuición, un mecanismo que poseemos para vehiculizar la conciencia y que nos trae el conocimiento por vía directa, sin interferencia del intelecto. Es un insight de conocimiento y sabiduría”, explica Edgardo Caramella, presidente de la Federación del Método DeRose de Buenos Aires. Según Alejandro Chaoul, doctor en religiones tibetanas de la Universidad Rice y actualmente profesor en el UT MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas, en Houston, “depende del practicante, aunque si vamos a la definición de ‘meditación’, en sánscrito es bhavana, que significa ‘cultivar’; en tibetano es gom, que se relaciona con kom, que significa ‘familiarizarse’. O sea que la meditación es cultivar o familiarizarse con un estado de la mente, que tiene como características principales el aspecto de calma y de atención sin juicios”. En esa búsqueda, que para algunos es ocasional y está relacionada con situaciones específicas y, para otros, es permanente y sólo cambia de forma, parecería no haber condicionamientos, aunque cierta predisposición a cuestiones sensoriales resulta beneficiosa. “Cualquiera puede practicar la meditación -sostiene Chaoul-, pero quizás hay casos en los que problemas cognitivos muy avanzados lo hagan muy difícil, o en niños pequeños, aunque a cierto nivel todos pueden cultivar y familiarizarse un poco más con ese estado de la mente.” Caramella, en cambio, señala que, si bien no hay impedimentos, “obtendrán mayores y más rápidos resultados las personas jóvenes, con buena salud y buenos hábitos”. CÓMO SE HACE Las meditaciones pueden hacerse en soledad o siguiendo las directivas de un instructor, y éstas a su vez pueden ser individuales, grupales y hasta multitudinarias, como la de Palermo hace pocos meses o la de Pinamar (ver recuadro). Para Caramella, la meditación “es una práctica que puede ser realizada individualmente y también en grupo; la actividad grupal genera una energía colectiva que, como en muchas otras actividades, colabora con lo individual”. En el mismo sentido, Chaoul dice que “en la práctica individual es donde desarrollás esa familiarización no sólo con el método de meditación que estás practicando, sino también con la experiencia que tenés. Eso es el cultivar día a día ese estado de mente calma y alerta sin juicios. Cuando uno practica en grupo tiene la oportunidad de hacer preguntas a otros que están practicando lo mismo y de las experiencias que uno tiene, y por ahí los otros tienen o tuvieron experiencias similares. También está el aspecto de sentirse en grupo o la ‘energía’ del grupo”. Sobre el rol del instructor, Chaoul cree que es muy importante, sobre todo al principio: “Ayuda a guiar el método, así el practicante se puede sentir cómodo por no tener que ‘pensar’ qué es lo que tiene que hacer y, en lugar de eso, seguir al guía y enfocarse en su propia experiencia. A medida que uno se familiariza más con el método, lo puede hacer solo más fácilmente, pero el instructor ayuda en la guía del grupo y también en preguntas que los practicantes tengan, así como también en instruir los próximos pasos.” “El instructor -aporta Caramella- acompaña la evolución del alumno, enseña técnicas diferentes y, de esta forma, el practicante puede ir alcanzando los distintos grados de meditación.” Sobre el perfil de los alumnos, dice que “es amplio, con mayor participación de jóvenes entre 18 y cincuenta años. Personas dinámicas, emprendedoras, realizadoras, con buen nivel cultural y que desean autosuperarse en todos los aspectos”. Para Chaoul, “es distinto según el país. En general, acá se veía mayormente gente de más de cuarenta años y profesionales, y quizá más mujeres, pero eso ha cambiado mucho, y hay mucha gente joven, estudiantes, tanto hombres como mujeres”. En la práctica, más allá de la inexpugnable intimidad hogareña, la meditación es una actividad grupal, incluso social, una red en la que se postea música new age o de la India, aroma a sahumerios, movimientos leves y palabras susurradas. Y que en los últimos tiempos trascendió las paredes de los centros de yoga y los gimnasios de artes marciales para volcarse a otros escenarios, más públicos y al aire libre, donde la búsqueda individual es compartida con ilustres desconocidos. O conocidos, que también son responsables de que la movida se haya puesto en movimiento: el cineasta David Lynch, por ejemplo, uno de los mayores difusores de esta disciplina; o músicos como Paul McCartney, Mick Jagger, Sting, Madonna, Ricky Martin, Moby, Sheryl Crow; los actores Jerry Seinfeld, Jennifer Aniston, Richard Gere, Mia Farrow, Meg Ryan, y siguen las firmas. Por estos pagos, sobresale la figura emblemática de Nacha Guevara, quien importó la meditación desde el exilio y fue una de sus primeras y principales propagandistas. ¿CIENCIA, FICCIÓN O RELIGIÓN? La aparición en los últimos años de nuevas evidencias sobre los efectos de la meditación en la salud física trata de poner el tema en el terreno de la ciencia y no ya sólo en el de la espiritualidad o el mero bienestar. Después de estudiar miles de imágenes cerebrales, un grupo de científicos de la Universidad de Yale concluyó que a quienes meditan frecuentemente no les resulta difícil “apagar” zonas del cerebro relacionadas con ensoñaciones, divagaciones y también con trastornos como la esquizofrenia o el autismo. “Se ha demostrado que la meditación ayuda en una variedad de problemas de salud, como dejar de fumar, lidiar con el cáncer e incluso prevenir la psoriasis”, aseguró el autor principal del estudio, Judson Brewer, quien publicó los resultados de la investigación en la revista Proceedings, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Para Brewer, “la capacidad de la meditación para ayudar a las personas a concentrarse en el momento ha sido parte de las prácticas filosóficas y contemplativas desde hace miles de años. Por el contrario, muchas formas de enfermedad mental se caracterizan por la preocupación en los propios pensamientos, una condición que la meditación parece afectar”. Otro equipo de psiquiatras, del Hospital General de Massachusetts, comprobó que un programa de meditación de ocho semanas generó cambios importantes en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Al momento de dar a conocer el estudio, publicado en Psychiatry Research, la psiquiatra Sara Lazar explicó que “aunque la práctica de la meditación está asociada a una sensación de tranquilidad y relajación física, los médicos han afirmado durante mucho tiempo que la meditación también proporciona beneficios cognitivos y psicológicos que persisten durante todo el día. La nueva investigación demuestra que los cambios en la estructura del cerebro pueden estar detrás de esos beneficios demostrados, y que la gente no se siente mejor sólo porque se ha relajado”. Más allá de estos logros, que seguramente necesitarán ser revalidados, para Chaoul los beneficios más frecuentes tienen que ver “en general con la sensación de calma y bienestar, sobre todo calmar un poco ese aspecto de la mente que siempre parece correr. O como a veces dicen los tibetanos, la parte de la mente que se comporta como un mono, yendo de un pensamiento a otro o de una emoción a otra. Quizá, era una manera de describir lo que ahora llamamos estrés”. Y agrega: “La meditación es una práctica que entra en el rubro de ‘cuerpo-mente’. O sea que hay una participación activa y simultánea del cuerpo y de la mente, no están separados. Casi como si fuera un constante diálogo en el que uno tiene la experiencia de armonía y, por ende, una sensación de relajación y menos estrés. Cada vez más hay investigaciones científicas sobre los beneficios de la meditación en reducción de estrés, ansiedad, mejorar el dormir, poder bajar o regular la presión arterial y el sistema inmunológico, y también últimamente en mejorar problemas cognitivos y ayudar en la neuroplasticidad”. Desde otro costado, Caramella opina que los resultados positivos más frecuentes y más tempranos son “ampliación de la conciencia, sabiduría, intuición y percepción más clara de la realidad, entre otros. La meditación es una técnica. Constituye un entrenamiento que conduce a un estado de alerta, de administración de las emociones, desarrollando la aptitud de modificar paradigmas y condicionamientos. En nuestra escuela no apuntamos a los beneficios, que son muchos, y sí a incorporarla a nuestras vidas para conquistar la alta performance”. Sobre sus componentes místicos o religiosos, Chaoul entiende que “depende del practicante; hay gente que se acerca a la meditación para aprenderla como técnica de reducción de estrés o bienestar general, otros se acercan a una rama espiritual en particular que incluye ciertos métodos meditativos y los aprende con esa intención. Como dijo Su Santidad el Dalai Lama en su primera visita a la Argentina, cuando habló en la Universidad del Salvador, en 1992, hay gente que se vincula con el budismo como filosofía, otros como religión, otros como forma de vida y otros como una ciencia”. Caramella, en cambio, afirma que “no tiene absolutamente ningún componente místico. La propia arqueología, los textos antiguos y serios, nos revelan que el uso de esta práctica surgió en un contexto naturalista, no místico. Recordemos que se comienza abstrayéndose de los sentidos, esto conduce a una plena concentración y el paso siguiente es conquistar el estado denominado meditación. Esto sólo será posible mediante entrenamiento y no por ninguna supuesta gracia divina”. En cuanto a la conveniencia de articularla con otras prácticas saludables, Caramella recuerda que “la meditación es una técnica surgida hace cinco mil años en la Civilización del Indo. Ya textos antiguos como los Upanishads, revelan el uso de esta práctica. Su origen está vinculado al yoga preclásico, el más antiguo. La meta del yoga es el samádhi, un estado de hiperconciencia y megalucidez, y la meditación es el paso previo para conquistarlo”. También considera que “es importante observar una buena alimentación sin consumo de carnes, evitando drogas legales e ilegales”. Sobre la frecuencia ideal, dice Chaoul que “es bueno practicar todos los días aunque sea un ratito. Hay un dicho en tibetano, ‘kalé, kalé’, que significa ‘lento, lento’ o ‘paso a paso’ y creo que se aplica bien aquí. Lo mejor es empezar de a poco. Quizá cinco minutos al día y enfocarse en que esos cinco minutos sean de buena ‘calidad’. Es bueno preparar el lugar para que uno no tenga muchas distracciones y que sea un lugar que a uno lo llame a sentarse en tranquilidad. Algunos utilizan incienso, velas o flores como ayuda. De a poco uno puede incrementar el tiempo mientras se sienta cómodo en ese estado calmo y alerta”. Caramella lo compara con “aprender a tocar un instrumento: deberíamos incluir entrenamientos diarios. Para conquistar el estado de meditación debemos instalar un momento de nuestro día para entrenar. No se requiere demasiado tiempo, bastan quince minutos al día. En el caso de principiantes, ayuda hacerlo en el mismo horario. Los avanzados pueden practicarlo en cualquier momento, incluso mientras realizan otra actividad. Como si abriéramos varios programas en una computadora, podremos estar meditando, hiperconscientes y más efectivos en lo que estemos realizando”. La respiración como arte “El tiempo óptimo para meditar -dice Soledad Simond en Yo respiro (Ediciones B, 2011)- son veinte minutos, pero si estuvieras entrenado o con práctica, permanece en ese espacio de silencio en el que te deja la respiración durante diez minutos, al menos. Cuando venga un pensamiento, redirige la atención a las fosas nasales, pero esta vez sin ningún esfuerzo. No esperes no tener pensamientos, sólo convive armónicamente con ellos. Y, despacio, empieza a tomar contacto con la realidad, e inicia suavemente el día.” El ejercicio forma parte de lo que la autora llama una rutina de bienestar, que empieza por bañarse y sigue por tomar un vaso de agua tibia, hacer algunos ejercicios físicos y comenzar a respirar, una de las claves de El Arte de Vivir, método del que Simond -periodista, actualmente editora de la revista Ohlala!- es instructora. Con su nombre no exento de ambición y un extraordinario trabajo de viralidad offline, la Fundación El Arte de Vivir se define como “una ONG humanitaria, educativa y sin fines de lucro dedicada al manejo del estrés e iniciativas de servicio para el bien común”. Sigue los lineamientos del gurú Sri Sri Ravi Shankar, fundador también de la Asociación Internacional para los Valores Humanos. “Mi visión -dice en la página web de la organización- es un mundo libre de violencia y estrés.” La movida, que también se muda periódicamente a cárceles argentinas, logró reunir en octubre último a miles de personas en Palermo, en una sesión de meditación multitudinaria que se convirtió en noticia por lo inédita y que tuvo versiones simultáneas en otras ciudades argentinas. La experiencia se repitió la última semana en Pinamar, en la playa, y sirvió de presentación del libro de Simond. La intención, en todo momento, parece ser quitarle misterio a la meditación y demostrar que no tiene nada de complejo. En el sitio de la fundación en Internet, se la define como “una mente que está en el ahora”, “una mente que está en calma, sin vacilación ni anticipación”, “una mente que se ha convertido en no-mente, y que ha vuelto a su fuente”. También se la considera como “la desconcentración” para dejar ir “la ira y los acontecimientos del pasado” y “los deseos y la planificación para el futuro”. “La buena noticia –concluye- es que no necesitas hacer nada -la meditación no es una acción. Paso 1: relájate. Paso 2: relájate más. Paso 3: relájate más y más… La meditación ocurre sin esfuerzo”.
REVISTA DEBATE