¿Por qué parece que triunfa el mal? Una respuesta inesperada desde Spinoza

¿Por qué parece que triunfa el mal? Una respuesta inesperada desde Spinoza

Hay algo profundamente inquietante en ver a personas que dañan a otras salir adelante.
Gente que miente, manipula o actúa con crueldad… y sin embargo, gana poder, respeto o prestigio.
Mientras tanto, quienes actúan con empatía, justicia o integridad muchas veces son ignorados, dañados o marginados.

Esta experiencia —tan común como dolorosa— nos lleva a preguntarnos:
¿Por qué el mal parece triunfar? ¿Por qué lo bueno queda a un lado?

La filosofía puede ofrecernos más que una queja. En particular, la mirada del pensador Baruch Spinoza ofrece una idea provocadora:
👉 El mal no existe como creemos.

El mal no es una fuerza: es una percepción

Para Spinoza, todo lo que existe forma parte de la Naturaleza. No hay “fuerzas malignas” ni elecciones absolutamente libres.
Todo sucede porque debe suceder, por necesidad.

Entonces, ¿de dónde sale el mal?

Según Spinoza, lo que llamamos “mal” es todo aquello que va en contra de nuestra vida, deseos o necesidades. No es una sustancia, ni una energía oscura.
Es una forma de hablar del daño desde nuestro punto de vista.

Un terremoto, una traición o una pérdida no son malos por sí mismos.
Lo son para nosotros, porque nos afectan negativamente.

“Nada, en sí mismo, puede ser llamado bueno o malo, sino solo en relación con una naturaleza dada.”
— Spinoza, Ética

Entonces… ¿por qué prospera la gente que hace daño?

La respuesta de Spinoza es incómoda pero lúcida.

Quienes actúan mal, lo hacen guiados por pasiones: rabia, miedo, deseo de poder.
Y en un mundo donde la mayoría vive dominada por esas mismas pasiones, esas personas saben cómo moverse.

Saben qué botones emocionales tocar para obtener lo que quieren.
Saben manipular el miedo, despertar la envidia, explotar la codicia.

Y así, avanzan.
Pero eso no significa que sean más fuertes. Para Spinoza, no son libres, sino esclavos de sus emociones.

¿Y qué pasa con lo bueno?

El bien, para Spinoza, no es lo que gana más aplausos.
Es lo que nace de la comprensión, de la razón, de la lucidez.

Quien obra bien no siempre es premiado, porque el bien no compite en el mismo terreno que la pasión.
No grita. No manipula. No aplasta.

Por eso, muchas veces lo bueno parece débil. Pero no lo es.
Lo bueno es estable, coherente, libre.

Comprender para no quedar atrapados

El odio, dice Spinoza, es una forma de tristeza. Nos encierra, nos consume, nos debilita.
En cambio, comprender por qué otros hacen daño —no para justificar, sino para ver con claridad— nos libera.

“El sabio, en cuanto tal, no odia a nadie.”

Quien entiende que el otro actúa desde la ignorancia o la pasión, puede no convertirse en su reflejo.
Y ahí empieza la verdadera fuerza.

Resistir sin imitar

Spinoza no propone resignarse.
Propone algo más difícil y más maduro: no permitir que el mal nos convierta en su imagen.

Resistir no es odiar.
Resistir es vivir bien a pesar del daño.
Es conservar nuestra integridad aunque eso no dé resultados inmediatos.

El triunfo que importa

Quizás el mal siga ganando espacio en los titulares, en los pasillos del poder o en nuestras redes sociales.
Pero si lo entendemos como una forma de ignorancia activa, entonces deja de intimidar.

Y si el bien parece perder… no es porque sea débil, sino porque no necesita imponerse para ser verdadero.

En un mundo agitado por pasiones, vivir desde la razón ya es una forma de victoria.