
22 Jun ¿El Estado en retirada? Tres preguntas que definen su futuro
¿Debe? ¿Puede? ¿Quiere? El debate sobre el rol del Estado atraviesa a la sociedad contemporánea como un bisturí afilado: expone tensiones profundas, revela contradicciones históricas y obliga a repensar el pacto entre poder público y ciudadanía.
En medio de crisis económicas recurrentes, malestar social e instituciones en jaque, la figura del Estado vuelve al centro del escenario. Pero esta vez, no como garante incuestionable del orden y el bienestar, sino como objeto de disputa. ¿Debe seguir interviniendo en la vida económica y social? ¿Puede hacerlo con eficacia frente a recursos limitados y expectativas crecientes? ¿Quiere, realmente, asumir el rol que históricamente se le atribuyó?
Estas tres preguntas —deber, poder y querer— condensan el dilema central de la transformación estatal. A nivel global, gana terreno la idea de un Estado “más chico” y “más ágil”, acompañado de una creciente participación del sector privado. Incluso gobiernos de corte progresista han cedido funciones esenciales en nombre de la eficiencia, el déficit fiscal o la presión de los mercados. Sin embargo, buena parte de las estructuras que hoy se intentan reducir fueron construidas para cubrir los vacíos del propio mercado.
En América Latina, la historia del Estado empresario, subsidiador y empleador ha sido también la de su captura por sectores que, paradójicamente, hoy promueven su reducción. La crítica al intervencionismo se vuelve retórica cuando quienes la enarbolan han sido sus principales beneficiarios.
El verdadero desafío no reside en tomar partido entre un Estado omnipresente o uno ausente. Se trata de reconstruir su legitimidad. La modernización no puede ser una operación contable ni una consigna ideológica: debe implicar capacidad real de gestión, transparencia y orientación a resultados. Y, sobre todo, una voluntad política que no renuncie a la equidad como horizonte.
El futuro del Estado no está en su tamaño, sino en su vocación. No se trata de cuánto interviene, sino de cómo, para qué y a favor de quién. En una época marcada por desigualdades estructurales y desconfianza social, redefinir su papel no es una opción técnica: es una urgencia democrática.
Carlos Felice