16 Oct Qué dijeron los flamantes ganadores del Nobel de Economía sobre el fracaso de la Argentina
En su ensayo-best seller “Por qué fracasan los países”, Daron Acemoglu y James A. Robinson le dedican unas páginas al “desconcertante caso argentino”. Además, una lectura de dos economistas argentinos sobre la tesis de los Nobel.
Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, flamantes ganadores del Nobel de Economía
Los flamantes ganadores del premio Nobel de Economía Daron Acemoglu y James A. Robinson dedican unas páginas de su ensayo-best seller “Por qué fracasan los países” a la Argentina.
Como se dijo profusamente el lunes, tras las noticias que llegaron desde Suecia, Acemoglu y Robinson enfatizan la importancia de las instituciones en el desarrollo de los países, y son las buenas instituciones las que hacen la diferencia entre países ricos y pobres. Y además, distinguen entre las instituciones inclusivas, las que promueven el enriquecimiento de la sociedad en su conjunto, y las instituciones extractivas, que son las que promueven solo el enriquecimiento de las élites.
A continuación, dos textos. El primero, lo que dicen Acemoglu y Robinson sobre la Argentina en “Por qué fracasan los países”, libro publicado en 2012. Y luego, una lectura sobre este trabajo realizada por los economistas argentinos Gabriela Ertola Navajas y Federico Sturzenegger.
Por qué fracasan los países. El caso Argentina
Por Daron Acemoglu y James A. Robinson
Para los economistas, Argentina es un país desconcertante. Para ilustrar lo difícil que era comprender Argentina, el economista Simon Kuznets, ganador del Premio Nobel, dijo su famosa frase de que existen cuatro tipo de países: desarrollados, subdesarrollados, Japón y Argentina. Kuznets lo pensaba porque, en la época de la primera guerra mundial, Argentina era uno de los países más ricos del mundo. Después, empezó un declive constante en relación con otros países ricos en Europa occidental y Norteamérica y, en los setenta y los ochenta, se hundió completamente. A primera vista, el resultado económico de Argentina es desconcertante, pero las razones de su declive se hacen más claras cuando se miran a través del cristal de instituciones inclusivas y extractivas.
Es cierto que, antes de 1914, Argentina experimentó alrededor de cincuenta años de desarrollo económico, pero era el ejemplo clásico de crecimiento con instituciones extractivas. Estaba dirigida por una reducida élite que invirtió decididamente en la economía de exportación agrícola. La economía creció con la exportación de carne de vacuno, pieles y cereales en medio de un boom del precio mundial de esos productos. Como todas las experiencias de crecimiento con instituciones extractivas, esto implicó que no hubiera ni destrucción creativa ni innovación. Y no era sostenible
En la época de la primera guerra mundial, la inestabilidad política creciente y las revueltas armadas provocaron que las élites argentinas intentaran ampliar el sistema político, pero esto condujo a la movilización de fuerzas que no podían controlar y, en 1930, se produjo el primer golpe militar. Desde entonces y hasta 1983, Argentina fue alternando entre dictadura y democracia, y entre varias instituciones extractivas. Hubo una represión masiva con el dominio militar, que alcanzó su punto máximo en los setenta con, como mínimo, nueve mil personas y probablemente muchas más ejecutadas ilegalmente. Cientos de miles fueron encarceladas y torturadas.
Durante los períodos de gobierno civil, hubo elecciones —en cierto modo, hubo democracia—. Sin embargo, el sistema político estaba lejos de ser inclusivo. Desde el surgimiento de Juan Domingo Perón en los años cuarenta, la Argentina democrática había estado dominada por el partido político que él había creado, el Partido Justi- cialista, normalmente conocido como Partido Peronista. Los peronistas ganaron las elecciones gracias a una enorme máquina política, que logró comprar votos, repartiendo clientelismo y participando en casos de corrupción, como contratos del gobierno y trabajos a cambio de apoyo político. En cierto sentido, era una democracia, pero no era pluralista. El poder estaba altamente concentrado en el Partido Peronista, que se enfrentaba a pocos límites respecto a lo que podía hacer, como mínimo, durante el período en el que los militares se contuvieron y no lo apartaron del poder. .
En los cuarenta, Perón había cultivado el movimiento obrero como base política. Cuando se debilitó debido a la represión militar en los años setenta y ochenta, su partido simplemente pasó a comprar votos a otros. Las políticas e instituciones económicas estaban diseñadas para dar ingresos a sus partidarios, no para crear igualdad de oportunidades. Cuando el presidente Menem se enfrentó a un límite de mandato que impidió que fuera reelegido en los años noventa, fue más de lo mismo; simplemente tenía que reescribir la Constitución y deshacerse del límite de mandato.
Como muestra «el corralito», incluso si Argentina tiene elecciones y gobiernos elegidos popularmente, el gobierno es bastante capaz de anular derechos de propiedad y expropiar a sus propios ciudadanos con impunidad. Existe poco control sobre los presidentes y las élites políticas de Argentina y, sin duda alguna, no existe pluralismo.
Lo que desconcierta a Kuznets, y también a muchos otros que visitan Buenos Aires, es que la ciudad parezca tan distinta a Lima, la ciudad de Guatemala o incluso la ciudad de México. Uno no ve indígenas ni descendientes de los antiguos esclavos. En general, lo que se ve es la arquitectura y los edificios espléndidos construidos durante la belle époque, los años del crecimiento bajo instituciones extractivas.
Sin embargo, en Buenos Aires, solamente se ve una parte de Argentina. Menem, por ejemplo, no era de Buenos Aires. Nació en Anillaco, en la provincia de La Rioja, en las lejanas montañas hacia el noroeste de Buenos Aires, y estuvo tres mandatos como gobernador de la provincia.
En la época de la conquista de América por parte de los españoles, esta zona de Argentina era un área periférica del Imperio inca y tenía una densa población indígena. Los españoles crearon encomiendas aquí, y una economía altamente extractiva desarrolló el cultivo de alimentos y la cría de mulos para los mineros de Potosí al norte. De hecho, La Rioja se parecía mucho más a la zona de Potosí de Perú y Bolivia que a Buenos Aires.
En el siglo xix, La Rioja vio nacer al famoso señor de la guerra Facundo Quiroga, quien gobernó la zona sin ley y marchó con su ejército sobre Buenos Aires. La historia sobre el desarrollo de las instituciones políticas argentinas es una historia sobre cómo las provincias interiores, como La Rioja, lograron acuerdos con Buenos Aires. Estos acuerdos eran una tregua: los señores de la guerra de La Rioja aceptaron dejar Buenos Aires para que se pudiera ganar dinero. A cambio, las elites de Buenos Aires abandonaron la reforma de las instituciones «del interior».
Por eso, a primera vista, Argentina parece un mundo aparte comparado con Perú o Bolivia, pero, en realidad, no es tan distinto una vez que se sale de los elegantes bulevares de Buenos Aires. El hecho de que las preferencias y las políticas del interior se integraran en las instituciones argentinas es la razón de que el país haya experimentado un camino institucional muy similar al de otros países latinoamericanos extractivos.
El hecho de que las elecciones no hayan conllevado instituciones políticas ni económicas inclusivas es el caso habitual en América Latina. En Colombia, los paramilitares pueden amañar un tercio de las elecciones nacionales. En Venezuela, hoy en día, como en Argentina, el gobierno de Hugo Chávez, elegido democráticamente, ataca a sus adversarios, los echa de puestos de trabajo en el sector público, cierra periódicos si no le gustan sus editoriales y expropia bienes. En cualquier cosa que haga, Chávez es mucho más poderoso y tiene menos límites que sir Robert Walpole en la Gran Bretaña del siglo xvill, cuando fue incapaz de condenar a John Huntridge bajo la Ley negra (véase el capítulo 11). A Huntridge le habría ido mucho peor en la Venezuela o la Argentina actuales.
La democracia que emerge en América Latina, en principio, es diametralmente opuesta al gobierno de la élite y, en retórica y acción, intenta repartir derechos y oportunidades como mínimo de un segmento de la élite, pero sus raíces están firmemente ancladas en regímenes extractivos en dos sentidos. Primero, las desigualdades persistentes durante regímenes extractivos que hacen que los votantes de nuevas democracias emergentes voten a favor de políticos que tienen políticas extremas. No se trata de que los argentinos sean ingenuos y piensen que Juan Perón o políticos peronistas más recientes como Menem o los Kirchner son altruistas y defienden sus intereses, o que los venezolanos vean su salvación en Hugo Chávez, sino que muchos argentinos y venezolanos reconocen que todos los demás políticos y partidos durante tanto tiempo no les han dado voz, no han proporcionado los servicios públicos más básicos, como carreteras y educación.
¿Instituciones extractivas o inclusivas?
por Gabriela Ertola Navajas y Federico Sturzenegger.
Comparemos dos ciudades en la frontera entre Méjico y EE. UU.: Nogales, una ciudad en Arizona (EE.UU.), y Nogales, una ciudad en Sonora (México). Las dos ciudades tienen poblaciones parecidas, culturas parecidas y una ubicación geográfica idéntica. Sin embargo, Nogales Arizona, con sus casas residenciales espaciosas y de ingresos altos, luce muy diferente al Nogales mejicano con hacinamiento y pobreza. Parece natural asociar estas diferencias al diferente marco institucional de las dos ciudades. En realidad, ¡porque es la única diferencia entre ellas!
Daron Acemoglu y Jim Robinson han sido estudiosos del efecto de las instituciones sobre el crecimiento (de hecho, el ejemplo de Nogales viene de uno de sus trabajos). Ellos definen dos tipos de instituciones: las extractivas y las inclusivas. Las instituciones extractivas son diseñadas para extraer rentas y riqueza de un grupo de la sociedad con el fin de beneficiar a otro grupo distinto, que suele ser el que tiene el poder.
Un ejemplo es la conquista española en América Latina, donde los colonizadores crearon un entramado institucional cuyo objetivo principal era extraer las riquezas (oro y plata) de la región. Más recientemente el perfil extractivo lo vemos de manera extendida en nuestras sociedades cuando el gobierno otorga privilegios a ciertas empresas, restringe la competencia o sanciona la protección económica a algún sector particular.
Para los autores, estas instituciones no permiten un desarrollo próspero porque no están pensadas en generar riqueza sino en extraer riqueza. En contraste, las instituciones inclusivas son las que garantizan la propiedad privada y la protegen del intento de expropiarla por parte de los grupos de poder. A su vez, son instituciones que protegen la innovación brindando incentivos a invertir y a desarrollar actividades económicas. Pero, al fin de cuentas, ¿qué tan relevantes son las instituciones? ¿Cómo podemos verificarlo?. Pero ¿podemos decir que son las instituciones las que causan ese desarrollo?
El desafío del equipo de Acemoglu fue encontrar esa variable. La variable exógena que usaron fue la mortalidad de los colonos europeos durante la época colonial. Entre 1600 y 1800 muchos países europeos colonizaron diferentes territorios en el mundo. Algunos de estos territorios eran más hostiles para los europeos: presentaban mayores tasas de mortalidad debido al clima y a las enfermedades locales.
Según los autores, en los territorios con menor hostilidad había más probabilidad de que los europeos se asentarán y establecieran instituciones que protegieran los derechos de propiedad, es decir, instituciones inclusivas. En cambio, en los territorios más hostiles era más probable que los colonizadores crearan instituciones extractivas para obtener las riquezas locales ya que no tenían el ánimo de asentarse allí de manera permanente.
De esta manera, la mortalidad de los colonos europeos durante la época colonial permite predecir la calidad de las instituciones actuales, pero no puede estar de manera alguna influenciada por el crecimiento ulterior de los países. Los autores encuentran que efectivamente existe una fuerte relación entre las tasas de mortalidad en aquel momento y las instituciones actuales: las tasas de mortalidad enfrentadas por los colonizadores hace más de cien años explican más del 25% de la variación en las instituciones actuales. Luego, encuentran que existe una relación entre el nivel de desarrollo actual y esas condiciones iniciales. Más mortalidad (peores instituciones) menor nivel de desarrollo. ¡Y esa relación necesariamente es de las instituciones al crecimiento!
El trabajo de Acemoglu y Robinson fue muy influyente y permitió establecer, ya sin dudas, que las instituciones son determinantes para el crecimiento económico: los países con mejores instituciones, derechos de propiedad asegurados y políticas menos distorsivas tienden a invertir más en capital físico y humano, factores que logran inducir un mayor ingreso y crecimiento en el largo plazo.
Por supuesto, si sabemos que las buenas instituciones generan riqueza, cabe la pregunta de por qué no todos los países implementan buenas instituciones. Acemoglu y Robinson en su famoso libro “Por qué fracasan las naciones”, esbozan una hipótesis: las buenas instituciones no se implementan porque hay grupos de poder a los que les conviene que no se implementen.