Día para la Prevención del Suicidio: cuándo y cómo una pregunta puede ayudar a salvar una vida

Día para la Prevención del Suicidio: cuándo y cómo una pregunta puede ayudar a salvar una vida

Por Fabián Czubaj

Una pregunta a tiempo y sin juicios de valor puede ayudar a un familiar, un amigo o un compañero de trabajo o colegio a aceptar buscar asistencia en el momento indicado y no llegar al punto de dar un paso extremo: “¿Estás pensando en suicidarte?” Pero antes conviene aclarar cuándo y cómo hay que hacerla, y qué pasa si la respuesta es positiva.

“La batalla contra el suicidio no puede quedar solo en manos de los profesionales de salud. Sabemos que el 90% de los casos están asociados con un trastorno mental subyacente, como la depresión, la ansiedad, el consumo de sustancias –en especial del alcohol– o los trastornos de la personalidad. Es por esto esencial el acceso oportuno al diagnóstico y el tratamiento para prevenirlo”, dijo Andrea Otero, presidenta de la Asociación Colombiana de Psiquiatras (ACP), durante una reunión de referentes regionales en esta ciudad, a la que fue invitada LA NACION.

La especialista presentó el desafío a la población con la que la entidad buscó hace cuatro años erradicar el silencio que aún pesa sobre el suicidio y proporcionar a la comunidad herramientas simples para reconocer señales de alerta precozmente. Este mes, a propósito del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que conmemora el próximo sábado, repetirán la campaña.

El jueves pasado, durante la I Cumbre Latinoamericana de Salud Mental y su impacto en otras enfermedades, con colegas de la región, incluidos representantes de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), respaldaron la necesidad de que los países trabajen activamente con la población en la prevención y desmitificación de este problema de salud pública.

“La mayoría de las personas que cometen suicidio tiene historia de padecer algún tipo de enfermedad mental, principalmente depresión”, señaló Ricardo Corral, presidente de la AAP. “Además –continuó– existen condiciones que incrementan el riesgo, como los antecedentes de maltrato y abuso infantil, el bullying, el consumo de sustancias tóxicas lícitas e ilícitas. Y es importante prestar atención a la presencia de los estresores psicosociales, particularmente en estos últimos tiempos, como la pandemia, la cuarentena y, en especial en nuestro medio, la inseguridad, la crisis económica y la pobreza, entre otros”.

La pandemia tuvo impacto en todas las edades, según coincidieron los especialistas también de Chile, Ecuador y Guatemala durante la cumbre, coorganizada por la ACP, la AAP y el laboratorio Pfizer. “Durante el aislamiento, de acuerdo con los estudios que se van publicando, hubo menos suicidios porque la gente estaba acompañada –indicó Otero a este medio–. En los últimos meses del año pasado, empezamos a ver más suicidios, intentos o ideas suicidas, sobre todo en jóvenes. Pero aún no hay datos para confirmar causalidad. En otras pandemias o las guerras, se vio que con las pérdidas, las dificultades económicas y la incertidumbre social aumentan las estadísticas. Y esto es algo que ya estamos viendo día a día en muchos de nuestros países, con las guardias llenas y la falta de camas, en especial en los adolescentes”.

Corral coincidió en esa observación. “Por eso, es importante actuar psicoeducativamente: mostrar y comunicar el dolor de los deudos y, también, desde las secuelas de los intentos fallidos, que dejan discapacidades significativas que generan una vida de peor calidad”, propuso. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) salió a recordar con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio que “el estigma social y la falta de conciencia siguen siendo los principales obstáculos para la búsqueda de ayuda para el suicida, lo que pone de relieve la necesidad de campañas de alfabetización en salud mental y contra el estigma”.

Entre los factores de riesgo, los psiquiatras incluyeron intentos previos o antecedentes familiares, la presencia de una enfermedad mental o física y un situación altamente estresante (pérdidas, problemas económicos, violencia, abuso, discriminación).

Preguntarle a una persona si está pensando en suicidarse, para Corral, ayuda a dar visibilidad al problema. Se trata, en realidad, de saber primero si una personatiene deseos de vivir y, segundo, si tiene deseo de morir. “Pero hay que aclarar que esto último no implica que alguien quiera quitarse la vida, sino que le es penosa, por ejemplo –responde ante la consulta–. Porque cuando se le pregunta si se quitaría la vida, lo más común es que diga que no por la familia, los hijos, la pareja, que son todos factores protectores”.

Son los casos que responden que lo pensaron con un cuándo, un cómo y un por qué los considerados de altísimo riesgo. “En la pregunta, lo importante es ser empático con el otro, prestarle atención y pensar si está perdiendo interés en vivir o la vida perdió sentido. Porque entre esto y el suicidio hay un gran trecho, que también importa en la evaluación profesional”, agregó.

Si a la pregunta la respuesta es sí, hay que buscar ayuda para una rápida evaluación. “Nuestro problema [por la Argentina], es que eso no es tan accesible. De ahí la importancia de las instituciones públicas”, planteó Corral, jefe de Docencia e Investigación del Hospital Borda y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En el hospital, según continuó, “los 365 días del año, las 24 horas, una persona puede ir y encontrar ayuda, con una guardia especializada”.

En la Argentina, las últimas estadísticas oficiales son de 2020 e indican que ese año hubo 2872 muertes por suicidio y sus secuelas, sobre todo entre los 15 y 39 años. La experiencia en los servicios de salud y los datos recolectados en servicios especializados, como publicó LA NACION, describen una suba del 100% en las consultas de adolescentes con respecto a 2019, mientras que las urgencias llegaron a multiplicarse hasta 10 veces.

Las pautas

Por su parte, Otero precisó ciertas pautas para saber cómo hablar con alguien que puede necesitar ayuda.

“Hay signos de alarma, que incluyen los cambios en el estado de ánimo (tristeza, ansiedad, inquietud inusuales y profundas), al hablar (aumentan las referencias directas o indirectas a la falta de sentido de vivir o el deseo de morir), el comportamiento (aumentan consumo de sustancias, se despide, aumenta el aislamiento, organiza los asuntos personales) –enumeró en diálogo con LA NACION–. Ahí es cuando hay que hablarle a un familiar, un amigo o un compañero de trabajo: preguntarle si algo le está ocurriendo. Lo más común es que quiera hablar y, en ese momento, no hay que tener miedo y preguntarle si está pensando en suicidarse”.

Hacerlo, según juzgó la profesional, “no es sembrar la idea como dice el mito, sino que es tender un puente de ayuda al demostrarle que importa y que notamos que algo cambió y que estamos dispuestos a ayudar”.

¿Qué hacer si la respuesta es sí? “Lo más importante –continuó– es escuchar con mucha atención, sin juzgar. Es la mejor manera, en ese caso, de decirle que importa. Eso ya es liberador y de gran apoyo emocional. A veces, también, quien está escuchando se angustia y quiere cubrir el sufrimiento del otro, pero es importante saber que no hay nada que se le pueda decir a una persona que quite instantáneamente la idea porque las ideas suicidas van y vienen, demoran en irse. Por eso, lo siguiente es no dejarla sola ni quedarse solos con la situación: hay que buscar a la familia y personas cercanas. No es un secreto que se puede guardar”.

El próximo paso es buscar ayuda profesional. “Muchas veces, por el estigma, la persona no quiere hacerlo y hay que tratar de convencerla para que la acepte. Estas crisis no se resuelven rápidamente y es importante sostener ese acompañamiento”, dijo Otero. Esa búsqueda se puede canalizar a través de una línea de asistencia local, la guardia de un hospital o un profesional de salud mental.

¿A partir de qué edad se puede preguntar? “Cada vez vemos más casos de intentos en chicos más pequeños. Si un chico habla de que está muy triste o se lo nota con una tristeza mayor, se le puede preguntar qué le pasa y, de acuerdo con su respuesta, mencionarle si pensó en no querer vivir o si quiere morir. A mayor capacidad de abstracción, a partir de los 10, 11 o 12 años, se le puede hacer la pregunta de manera algo más directa”, respondió la psiquiatra.

En su país, a pesar de las dudas sobre el impacto que podía tener una campaña que promoviera hablar del suicidio en la población, la iniciativa en 2018 tuvo el efecto esperado con gran repercusión. Este año, ante las secuelas de la pandemia de Covid-19 y la crisis socioeconómica asociada, la ACP repetirá la iniciativa para promover la prevención. Durante la reunión en esta ciudad, se citó que un suicidio puede afectar a hasta seis personas del entorno inmediato y hasta 125 en el entorno más amplio.

 

LA NACION