La película Hotel Rwanda lo mostró como un héroe, pero luego se conoció su verdadera historia

La película Hotel Rwanda lo mostró como un héroe, pero luego se conoció su verdadera historia

Por Pilar Castillo

Basado en hechos reales es una serie de notas que describe el contexto histórico detrás de ficciones internacionales. El texto que sigue a continuación contiene spoilers.

Diez años después del genocidio contra los tutsi en Ruanda, Hollywood rescató una estremecedora historia que hasta ese momento era desconocida: la hazaña de un héroe de la talla de Oskar Schindler que arriesgó su vida para salvar a los 1268 refugiados atrapados durante 100 días en el lujoso Hotel des Mille Collines en Kigali, una suerte de santuario en medio de un mar de muerte.

Al menos 800.000 tutsis, twa y algunos hutus moderados fueron aniquilados y entre 250.000 y 500.000 mujeres tutsis fueron violadas sistemáticamente en ese oscuro período del país de África Oriental por los radicales hutus, que tomaron el poder y cuyas milicias organizadas, los Interahamwe e Impuzamugambi, se ocuparon del exterminio de esa minoría, a quienes se referían como “cucarachas”.

La aclamada película Hotel Rwanda, que relata las andanzas de Paul Rusesabagina (Don Cheadle), un gerente de hotel que tomó el mando del Milles Collines para evitar que los extremistas hutus aniquilen a todos los huéspedes ruandeses (los turistas internacionales fueron evacuados), recibió tres nominaciones a los Oscar y otras tres a los Globo de Oro.

Tras el estreno, Rusesabagina, el protagonista de semejante proeza, se convirtió en una figura respetada a nivel mundial. En 2005, la Universidad de Michigan le concedió la medalla Wallenberg, otorgada a destacados humanistas cuyas acciones reflejan el heroico compromiso y sacrificio de Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que rescató a decenas de miles de judíos en Budapest durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Ese mismo año, el presidente George W. Bush le entregó la medalla presidencial de la Libertad, el mayor galardón civil de Estados Unidos, que se confiere por logros meritorios en el servicio público. En tanto, la película fue incluida en la currícula de cientos de escuelas y universidades para explicar a alumnos de todas partes qué fue lo que ocurrió en Ruanda.

Pero cuando Edouard Kahiyura vio el film de Terry George por primera vez se quedó perplejo. “No podía creer lo que veían mis ojos”, cuenta a este sobreviviente tutsi la nacion que se alojó en el hotel entre abril y julio de 1994. “Conocí a Paul Rusesabagina. Todos los que pasamos por el hotel conocimos a Paul Rusesabagina. Ninguno de nosotros lo consideró jamás como alguien altruista, mucho menos heroico. Al contrario, posiblemente él sería la persona más alejada de un héroe que cualquiera de nosotros pudiera imaginar”.

De acuerdo con Kahiyura, autor de

Adentro del Hotel Ruanda: la sorprendente historia real y por qué es importante hoy en día, un libro que recogió decenas de testimonios de verdaderos sobrevivientes para rectificar la versión hollywoodense y que fue elogiado por miembros de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda (Unamir, por sus siglas en inglés), Rusesabagina fue “un especulador de la guerra, un amigo de los arquitectos del genocidio, un hombre dispuesto a matar de hambre a los que no tenían dinero”.

La vida en el hotel

Contrario a lo que se observa en la película, Rusesabagina se dedicó a sembrar el terror en los pasillos del Milles Collines, cuenta el sobreviviente tutsi. Junto con Asuman Ngagi, su asistente y brazo armado, lucraron con la necesidad y el dolor ajeno. Extorsionaban a los refugiados; les exigían dinero a cambio de alojamiento y comida, que supuestamente debían ofrecer de forma gratuita por órdenes de la gerencia del hotel. Los que no podían pagar el precio tomaban agua de la pileta. Muchos se intoxicaron por ingerir una cantidad excesiva de cloro.

Cuando se acabó el efectivo, exigieron los datos bancarios de todos los huéspedes y hacían viajes a las sucursales correspondientes para vaciar sus cuentas. Los que se negaban eran escoltados por la fuerza fuera de sus habitaciones sólo para unirse a las filas de “muertos vivos” que deambulaban mendigando por los corredores, o peor, eran amenazados con ser expulsados del hotel. “Una sentencia de muerte asegurada”, afirma Kahiyura.

“Estábamos sitiados y, sin embargo, aquellos a quienes más temíamos entraban y salían del hotel como si nada pasara”, relata. “El hotel era una extraña y tenue especie de zona neutral, pero no teníamos motivos para confiar en que eso duraría.

Temíamos en cada momento que entrara un soldado al frente de una manada de tropas listas para masacrarnos. Los gritos, las explosiones y los disparos que oíamos continuamente en las calles nos ponían tensos. Muchos teníamos problemas para dormir, nos preguntábamos si despertaríamos con un machete en el cuello”.

El comportamiento tirano de Rusesabagina no fue pasado por alto. El gerente de facto recibió múltiples llamados de atención por fax de la gerencia de Sabena, la empresa belga propietaria del hotel, de la Cruz Roja y se ganó el odio del abrigada del a ONU que vigilaba las inmediaciones.

“Cuando la gente utiliza el término ‘Hollywood’ de forma peyorativa, es porque producen basura como esta”, dice a la nacion, en referencia a la película, el general Roméo Dallaire –quien inspiró el personaje interpretado por Nick Nolte–, conocido por haber prestado servicio como comandante de las Fuerzas de Unamir, la fallida misión de Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en Ruanda entre 1993 y 1994.

Algunos justificaron las acciones de Rusesabagina como un medio necesario para salvar la vida de todos los refugiados que se albergaban en el hotel. Según esta versión, el gerente hacía malabares para cumplir con los caprichos de los militares –hasta darles habitaciones, como la 109, que se la cedió al mayor Augustin Cyiza– a cambio de protección.

No obstante, según un oficial de inteligencia polaco, el mayor Stefan Stec, que formó parte de la misión de observación de la ONU, eximir a la gente del hotel de la matanza era parte de la estrategia del gobierno interino para encubrir el genocidio. “Mientras estas personas estuviesen vivas, era más difícil afirmar que se estaba llevando a cabo una campaña de exterminio selectiva y decidida”, dijo a la periodista de investigación británica Linda Melvern.

“Entonces, ¿cómo es posible que nos haya salvado si no había nadie a quien salvar?”, reflexiona Kahiyura, quien perdió a toda su familia en el genocidio.

El 4 de julio de 1994 el ejército del Frente Patriótico Ruandés (FPR), un partido político fundado por refugiados tutsis que se organizaron desde Uganda, se apoderó de Kigali forzando al gobierno hutu radical a huir del país a Zaire seguido de al menos dos millones de hutus que crearon el campo de refugiados más grande de la historia en Goma, una ciudad de la República Democrática del Congo.

A raíz de un intercambio de prisioneros, los refugiados varados en el hotel fueron evacuados. “En una reunión en el Hotel des Diplomats, las fuerzas de paz de la ONU, la milicia y el gobierno decidieron que los refugiados del Hotel des Mille Collines se intercambiarían por soldados retenidos en la zona del FPR. Esa es la razón por la que nos salvamos. La película no muestra nada de esto”, explica Kayihura.

“Incluso el día de la evacuación, antes de subir a los camiones, Rusesabagina nos revisó para asegurarse de que nadie se llevara ninguna toalla de hotel”, recuerda.

Exilio en Bélgica

Rusesabagina acusó al nuevo gobierno de autoritarismo y de promover sentimientos en contra de los hutus, por lo que tuvo que solicitar asilo en Bruselas. En 1996, se instaló allí, donde comenzó a conducir un taxi y adquirió la nacionalidad belga. En 2009, cinco años después del lanzamiento de la película, se mudó a Estados Unidos junto a su familia, desde donde siguió criticando al régimen de Paul Kagame.

Según cuenta Kayihura, en una ocasión fueron invitados a dar una charla pero Rusesabagina se rehusó. “Él sabía que si se presentaba tendría que enfrentarse con la verdad”.

En 2018, Rusesabagina publicó un video en Youtube en donde hacía un llamado a la resistencia armada, ya que en 2017 Kagame ganó por tercera vez la reelección con el 99% de los votos, en medio de irregularidades reportadas por los observadores de la Unión Europea (UE) y acoso a los partidos de la oposición.

Según Melvern, Rusesabagina también acudió a Londres para declarar ante un tribunal y tratar de evitar la extradición a Ruanda de cuatro presuntos genocidas. Durante su testimonio, describió al jefe del Estado Mayor del Ejército ruandés, el general Augustin Bizimungu, como “un buen hombre” y negó que hubiera habido “un genocidio sistemático impulsado por el gobierno”.

En agosto de 2020, el ruandés de 67 años tomó un vuelo desde Chicago rumbo a Dubái, donde debía hacer el transbordo para viajar a Burundi. Pero el segundo avión fue desviado y aterrizó en Kigali, donde fue capturado por las autoridades, según informó AFP. El gobierno de Kagame asegura que fue una detención legal sobre la base de cargos por terrorismo. Sin embargo, la familia del detenido y sus abogados denunciaron que fue “secuestrado”.

En septiembre de 2021, un tribunal de Ruanda condenó a Rusesabagina a 25 años de prisión por terrorismo, entre otros cargos. Se lo acusó de liderar el Frente de Liberación Nacional (FLN), considerado un grupo terrorista por el gobierno ruandés y brazo armado del partido hutu Movimiento de Ruanda por el Cambio Democrático (MRCD), en el poder durante el genocidio, al que el acusado reconoció pertenecer.

“Produjeron esa película sin consultarme a mí ni a mi libro Shake hands with the devil (Dale la mano al diablo), por lo que no es de extrañar que la historia se base en la fantasía de Hollywood y no en hechos sólidos disponibles. Esto es aún más claro ahora que Rusesabagina está en la cárcel en Ruanda y nadie se queja”, concluye Dallaire.

 

LA NACION