Pasó a 9 caballos en 20 segundos y dio el mayor batacazo en 109 años

Pasó a 9 caballos en 20 segundos y dio el mayor batacazo en 109 años

Fueron apenas dos minutos y dos segundos en los que las vidas de un noble caballo y de un puñado de personas cambiaron para siempre. Se trata de Rich Strike, el pura sangre montado por el jockey venezolano Sonny León, que asombró al mundo con su triunfo en el Derby de Kentucky, una de las clásicas competencias que conforman la Triple Corona del turf de Estados Uni

dos y provocó un batacazo en las apuestas que no se daba desde hace 109 años y que dejó boquiabierto a Donald Trump, magnate vitalicio y expresidente de ese país.

Un simple ejemplo basta para entender el impacto que causó en las taquillas: aquel que ponía dos dólares por Rich Silver se llevaba 4 mil billetes verdes. Se ponía el dinero que vale un menú en promoción en una cadena de hamburguesas y se retiraba, con el cambio del mercado blue, un auto usado en buenas condiciones.

La historia tiene todos los condimentos para convertirse en un documental de Netflix o de cualquiera de las plataformas de streaming de moda. Hasta podría ser una miniserie con varios capítulos, porque hay material de sobra para entretener y asombrarse.

El caballo que hasta el viernes no figuraba entre los participantes nunca había sido de la partida de un evento grande del turf. Tampoco lo había sido León, el jinete que le dedicó la victoria a su país. “Ganamos el Kentucky Derby. Lo hicimos, Venezuela”, escribió en su cuenta de Twitter el jockey tras su fabuloso triunfo.

Es más, 232 días antes del milagro en Kentucky, Rich Strike ni siquiera pertenecía a su propietario actual, Rick Dawson. Era de la granja Calumet, ganadora de ocho ediciones del Derby, un récord, pero sin ninguna sonrisa desde 1968, cuando Forward Pass fue primero por una descalificación.

Dawson, un visionario, lo compró por 30 mil dólares luego de una carrera que ganó por 17 cuerpos en una prueba menor. Anteayer, tras pasar a 9 caballos en los últimos 20 segundos y cruzar antes que el resto el disco, le hizo ganar 1.860.000 dólares. Tal vez la mejor inversión de la historia.

León se llevó el 10% de ese premio. Son 186.000 dólares. En realidad, según explican los medios estadounidenses, debe darle 25% a su manager y el 5% a su ayudante de salida. Le quedaron 130.200 dólares en su cuenta bancaria. Hasta el sábado, el promedio de ganancias por carrera en sus ocho años como jinete profesional era de poco más de 2.500 dólares.

Hay más en esta historia de fábula. Fue tiempo de revancha para el entrenador Eric Reed, otro debutante en Kentucky, quien vivió una tragedia hace cinco años, cuando perdió a una veintena de caballos por un incendio en un establo dentro de su centro de entrenamiento en Lexington. “Casi me desmayé en el paddock cuando llegó a la meta”’, se sinceró.

Las cifras asombran y eso que todavía no se habla del dinero que se movió por las apuestas. Rich Strike, que entró a la lista final de competidores a 30 segundos de que se cerrara la inscripción, comenzó el sábado pagando 99-1. Por esas cosas que suceden en el mundo de la timba bajó a 92-1 por la tarde. Hasta entonces era el pura sangre con menos probabilidades de ganar en Kentucky, superando a Donerail, que en 1913 pagó 91-1 y estableció un récord que todavía no fue superado. Ni siquiera por Rich Strike.

El estremecedor 80-1 provocó, no obstante, ganancias escandalosas para aquellos que se jugaron un pleno.

La apuesta exacta de dos dólares pagó 4.101 de esa moneda. Una superfecta – es decir, acertar a los cuatro primeros, pagaba 321.500 por cada dólar invertido.

Según cuenta el sitio Action Network de Estados Unidos, en Australia pagaba hasta 300 a 1. Y en Las Vegas el caballo cerró a 200 a 1. Con un par de apostadores valientes, la banca hubiera saltado y volado por los aires.

Para dimensionar los alcances del batacazo vale otro ejemplo: un apostador de la Ciudad del Pecado que apostó en caja exacta a todos los caballos de la carrera por dinero garantizado ganó 2.500 dólares. Sí, el bueno de Rich Strike le pagó hasta a los más conservadores.

CLARIN