Chicos y redes sociales: por qué no prohibirlas

Chicos y redes sociales: por qué no prohibirlas

Por Paula Galinsky

El paso de primaria a secundaria era la primera instancia de negociación hasta hace algunos años. Ese cambio de etapa para los chicos venía con el pedido de un celular, como símbolo de independencia y con la excusa de estar en contacto con sus padres. Hoy la situación se modificó: la edad de acceso a un smartphone y, en consecuencia, a las redes sociales, está bajando. Y antes de los 10 años algunos niños ingresan al mundo de Internet, con los beneficios que implica y también con sus riesgos.

Andrea Urbas, directora de la ONG Chicos.net, asegura que es “algo imparable” y que el camino no es prohibir sino acompañar. “Nos encontramos con que heredan un teléfono del hermano mayor o de sus papás, cada vez a más temprana edad. Hay nenes que a los 9 ya están en TikTok y a los 10 en Instagram, por más que las redes sean para mayores de 13 años”, comparte. “No vamos a ir en contra de que los chicos estén ahí. Lo que estamos intentando es visibilizar los riesgos y colaborar con los padres para fomentar el diálogo en familia”, destaca la referente de la asociación civil especializada en infancia y medios digitales. Dice que el objetivo es que adquieran autonomía en los primeros años de uso para que lleguen a la adolescencia, momento de rebeldía y mayor exposición, con los criterios de cuidado bien claros.

Hay que hablar de estos temas. Según Urbas, “el chico debe entender que no es lo mismo contactarse por chat con un compañero del colegio que con alguien que apareció a través de Internet”.

“Es necesario charlar sobre grooming, advertirles que hay adultos que se hacen pasar por niños con la intención de abusar de ellos. Hay que garantizar un espacio de escucha que no incluya retos ni enojo”, comenta.

Urbas remarca la importancia de preservar los datos personales y no compartir imágenes íntimas. “Los chicos deben identificar a sus padres o hermanos mayores como referentes, tienen que saber que los van a ayudar incluso aunque no hayan cumplido con estas pautas”, señala.

En los casos de grooming, “el niño suele estar amenazado y a veces esa amenaza tiene que ver con un dato que dio o una foto que mandó”. Frente a esta situación, no deben quedarse callados. “Tienen que contar lo que les está pasando para que intervenga un adulto”, sostiene una de las fundadores de Chicos.net.

Por su parte, Silvina Ferreira Dos Santos, psicoanalista de niños y adolescentes y especialista en nuevas tecnologías, suma el ciberbullying a la lista de riesgos. “Son situaciones conflictivas entre pares por las que recibo consultas. Al estar mediatizadas por la pantalla, pareciera que los niños no perciben claramente los efectos de sus acciones, da la sensación de que el otro fuera un holograma. Se vive mucho destrato y no frenan ante el dolor ajeno”, aporta Ferreira Dos Santos. Asegura que cuando un chico está sufriendo, se nota: “Experimenta cambios en la conducta, no quiere ir a la escuela, siente dolores físicos (de cabeza, de panza)”.

“A veces creen que si le cuentan a sus padres se puede complicar más el panorama. Los adultos deben demostrarles con acciones que esto no es así y que están abiertos a escuchar”, explica la psicoanalista, quien resalta que no hay que minimizar el ciberbullying y que es fundamental involucrar a toda la comunidad educativa y hacer que pare.

Pero los engaños y la violencia entre compañeros no son los únicos peligros a los que se exponen. Urbas también advierte sobre el contenido de alguno mensajes que reciben al consumir redes sociales.

“Observamos que se refuerzan estereotipos de belleza a través de la publicación de cuerpos hegemónicos retocados con filtros. Esto impacta en la construcción de la autoestima de los adolescentes”, dice. Y agrega: “Lo mismo pasa con la desinformación y las fake news que llevan, por ejemplo, a que jóvenes sigan determinadas dietas”.

Aunque no todos son mensajes dañiños, hay algunos riesgosos por no resultar aptos para determinada edad. “Los padres deben tomar un rol activo en cuanto a filtrar contenidos. Tienen que saber a qué juegan sus hijos, qué fotos y videos ven y charlar sobre eso”, recomienda.

“Muchas cosas que se dicen llamar juegos en realidad no lo son. Hay que acordar reglas sobre la forma de expresarse en Internet, también en relación a los tiempos de uso de las aplicaciones”, insiste Ferreira Dos Santos. En tanto, señala la importancia de evitar el doble discurso. Se refiere a “ser coherente con lo que se dice y hace y educar con el ejemplo”. Todo esto apunta a que lleguen a la adolescencia, que es una etapa exploratoria, con buenos cimientos.

Ambas destacan que si bien se pone el foco en los riesgos, con la intención de prevenirlos, las nuevas tecnologías trajeron, a su vez, grandes ventajas, especialmente durante la cuarentena estricta por coronavirus.

“De la mano de los dispositivos electrónicos, muchos chicos lograron continuar con sus estudios y mantener sus vínculos sociales”, detalla Urbas. Y pide aclarar que, lamentablemente, los beneficios no impactaron sobre todos los niños. “En los sectores más vulnerables, muchos chicos no contaron con una computadora o un teléfono a disposición. La brecha digital se evidenció más que nunca durante esta etapa”, confirma.

Ximena Díaz Alarcón es investigadora de mercado, especialista en consumo y tendencia y máster en Antropología Social y Política de FLACSO. La especialista coincide en que la edad de inicio en el uso de celulares se está adelantando.

En esta línea, advierte que el tiempo de pantalla se va incrementando. “En pandemia creció muchísimo. Solo a la mensajería dedicaban más de tres horas diarias”, afirma. “Entre el colegio, los juegos, el chat y Netflix se la pasaban todo el día en Internet, Argentina está entre los primeros cinco puestos de América Latina en términos de consumo digital”, suma.

“La vuelta a la presencialidad está permitiendo que los chicos dejen un poco sus casas y se conecten con la vida real”, destaca Díaz Alarcón. A pesar de esto, el uso de pantallas sigue siendo elevado y se da a temprana edad. “Hay niños de 18 meses que usan tablets y a los 8 o 9 años ya acceden a un celular, cuando antes esto sucedía entre los 12 y 13 años, con el ingreso al secundario”, precisa.

Frente a los riesgos en las redes, sostiene: “Que los niños sepan usar los dispositivos y acceder a las redes no significa que tengan incorporadas las herramientas de cuidado necesarias. La responsabilidad es del adulto. No se trata de perseguir, pero sí de poner reglas, dialogar y acompañar.

A los chicos no los dejamos solos en la calle, tampoco en Internet”.

Los consumos con el celular, sigue Díaz Alarcón, se dividen entre WhatsApp, TikTok, Instagram y YouTube, principalmente. También están en Facebook, aunque mucho menos. En lo que a juegos respecta, usa Twitch y Discord. Por fuera del celular, suman servicios de suscripción como Netflix o Disney Plus.

 

CLARÍN