31 Jan El Zorro: razones de un éxito capaz de vencer al tiempo y a todas las modas televisivas
Por Marcelo Stiletano
El Zorro es un fenómeno sin tiempo en la televisión argentina. Por estos días vuelve a asombrarnos el hecho de que una vieja serie producida por los estudios Disney entre 1957 y 1959, hace más de seis décadas, encuentra de nuevo la fidelidad del público en los mediodías de El Trece. Cuando fracasa alguna idea nueva o no responde a las expectativas de programadores y televidentes allí está el legendario justiciero enmascarado de la California española de 1820 para salvarle las papas a la emisora y devolverle al menos una parte del rating perdido (durante esta semana y el final de la última, se mantuvo casi siempre arriba de los 5 puntos de rating) .
Lo que ocurre desde principios de diciembre no es nuevo. Los libros de historia de la televisión argentina ya hablaban de la atracción inoxidable de El Zorro y su capacidad de enfrentarse a cualquier moda… en 1977. El estudioso Jorge Nielsen cuenta en el volumen 3 (1971-1980) de su documentada La magia de la televisión argentina, que añejos “enlatados” como Bonanza y El Zorro resistían airosos en ese momento los avances de un montón de novedades fallidas. Algo que volvería a repetirse una y otra vez en las décadas siguientes. Y ahora también.
No es El Zorro la única muestra de esta tendencia. Pasó muchísimas veces algo parecido con las andanzas (más viejas todavía) de Los Tres Chiflados. También con los episodios de otras series clásicas como El Súper Agente 86 y La familia Ingalls. Y en términos domésticos tenemos un ejemplo ideal en Casados con hijos, cuya versión local regresó por enésima vez a la programación de Telefé. Dicho sea de paso, se trata de una emisora acostumbrada a tapar cualquier agujero (léase fracaso) de programación con algún viejo episodio de Los Simpson. En este caso las posibilidades son infinitas porque lleva 33 temporadas en el aire.
Con El Zorro eso no sería posible, porque se rodaron apenas 78 episodios divididos en dos temporadas. Todos disponibles, además, en la plataforma Disney+, en su versión original en blanco y negro (también puede verse doblada) y una calidad de imagen y sonido insuperable. Lo que acaba de reponer El Trece es la versión colorizada, emitida con un tipo de cuadro que no ocupa toda la pantalla y obliga al canal a colocar a ambos lados unas curiosas guardas y con su histórico doblaje al castellano, realizado en México.
A pesar de esa limitación temporal, El Zorro sostiene su extraordinaria vigencia. Podríamos imaginar a esta altura que casi todos los seguidores de la serie ya saben de memoria lo que va a ocurrir, pero lo viven una y otra vez (como ocurre con los grandes relatos de aventuras) como si se tratara de la primera, como si fuese un gran descubrimiento lleno de asombro y diversión.
Algunos especialistas y conocedores de la televisión argentina y del comportamiento histórico de sus audiencias, como Axel Kuschevatzky, vienen asegurando desde hace tiempo que el público de El Zorro está integrado en su mayoría por adultos mayores. Una franja que tiene incorporada con naturalidad la memoria de la vieja TV llena de aventuras capaces de superar cualquiera de las pruebas que ofrecen el tiempo y las modas. Son los mismos (junto con representantes de generaciones posteriores) que sueñan con más regresos de este tipo o con una señal íntegramente programada con series clásicas de distintas épocas, pero preferentemente las que se estrenaron en la Argentina entre las décadas de 1960 y 1980.
El fenómeno de El Zorro no se entendería del todo sin considerar al mismo tiempo ese factor temporal. Por raro que parezca, la serie se conoció por primera vez en la Argentina en 1968, una década después de su estreno en Estados Unidos. En el tomo 2 de la serie histórica firmada por Nielsen, el especialista en series Hugo F. Vega cita dos razones que explican por qué la trama de El Zorro nos toca tan de cerca.
Primero, porque transcurre en una California que por entonces era colonia española. Hay carteles escritos en nuestro idioma por todas partes y los personajes llevan nombres y apellidos hispanos: Diego de la Vega, el sargento Demetrio López García, el comandante Enrique Sánchez de Monasterio. Y hay muchos más, desde José Sebastián Varga (conocido como “El águila”) y el cabo Reyes hasta el fraile franciscano Felipe y la elegante Ana María Verdugo, pretendiente de Don Diego en la segunda temporada.
Curiosamente, ningún actor de origen hispano formó parte del elenco central. En estos tiempos de diversidad todavía aceptamos en este caso de otro tiempo la natural presencia de intérpretes anglosajones personificando a hispanos, entre otras cosas porque nos acostumbramos a lo largo de los años a escucharlos hablar a través de las voces del doblaje a nuestro idioma. Para descubrir cómo hablaban de verdad Guy Williams (Don Diego), Henry Calvin (el sargento García) o Britt Lomond (Monasterio) hay que ver las versiones originales de los capítulos disponibles en Disney+.
La segunda explicación, seguramente la más importante, es el arraigo porteño de Williams, el indiscutido protagonista de la serie. Para nosotros fue y será el Zorro definitivo. Su llegada a la Argentina por primera vez en 1973 fue multitudinaria, y a partir de allí fue y volvió unas cuantas veces hasta que decidió radicarse en Buenos Aires hasta el día de su muerte, en mayo de 1989.
Hay una razón más que nace de la propia trama de la serie. No hay ningún secreto en la sencillez y la claridad de las historias narradas en la serie, construidas de manera transparente a partir de la clásica lucha entre buenos y malos, con ingredientes de humor, costumbrismo, intriga y un admirable aprovechamiento de la escenografía natural del entorno. Con estos aportes, El Zorro rinde a la vez homenaje a los viejos seriales de aventura y al más genuino espíritu del western.
La serie siempre tuvo en la Argentina una base de público constante y perdurable. Su impactante vigencia ya era materia de estudios y análisis en las dos décadas pasadas. Todos trataban de explicar por qué esos viejos y archirrepetidos episodios sostenían mucho más que cualquier otra novedad las mediciones de audiencia de El Trece en los mediodías. Fue muy notable la corriente de rechazo a la decisión del canal de levantar la serie en 2019, después de 16 años consecutivos en el aire.
Ahora, El Zorro está de vuelta. Podría decirse que con la ayuda del enmascarado justiciero de la vieja California española, las historias bien contadas les ganan la partida a los programas hechos a las apuradas. Hay una televisión que justifica el ejercicio de la memoria y otra que está destinada al olvido. Una verdad sin tiempo.
LA NACION