Premios Emmy. Una renovación que mostró una celebración de las mujeres en la industria

Premios Emmy. Una renovación que mostró una celebración de las mujeres en la industria

Por Natalia Trzenko
Más de una vez al final de una ceremonia de premios de Hollywood, cuando la alfombra roja se guarda para la próxima ocasión de un lado de la pantalla y del otro y los espectadores se preocupan por las pocas horas que les queda de sueño antes de que suene el despertador, aparece la gran pregunta: ¿de qué sirven estos festejos de la industria audiovisual? Si las galas son siempre largas y aburridas y los discursos de agradecimiento van de poco inspirados a irritantes, con algunas brillantes excepciones, la duda sobre su valor parece inevitable. Y sin embargo, más allá de los monólogos de apertura que en lugar de carcajadas provocan risas nerviosas, de los presentadores que parecen nunca haber estado sobre un escenario aunque se dedican a eso y algunas injustas omisiones, cada tanto las ceremonias de premios se topan de casualidad con esos momentos que hacen que todo valga la pena. Hasta tolerar tres horas de la conducción de Cedric The Entertainer. A pesar de todos sus pasajes tediosos e innecesarios, la 73a. edición de los premios Emmy también fue el escenario del reconocimiento a la tarea de las mujeres en una industria que hasta ahora relegaba el festejo a sus propias categorías.

Los triunfos de dos realizadoras en la categoría de dirección de drama (Jessica Hobbs, The Crown)y de comedia (Lucia Aniello, Hacks), el esperado reconocimiento a Michaela Coel por su trabajo como guionista de I May Destroy You y hasta el galardón a la trayectoria que recibió la magnífica Debbie Allen le dieron razón de ser y sentido a una fiesta que en apariencia fue como todas las demás, pero en medio de esa abulia, del festejo de Netflix por su primeros premios en las categorías principales, mejor drama para The Crown y miniserie para Gambito de dama, fue también algo distinta y renovadora.

Espíritu igualitario
Es una incógnita a despejar si el espíritu igualitario de género será algo permanente o apenas una moda pasajera, como lo fueron en otras ocasiones los reconocimientos a la diversidad racial de la industria audiovisual (más allá de las muchas nominaciones en las categorías actorales un total de cero intérpretes negros ganaron premios Emmy). Mientras tanto, las ovaciones de pie de anoche fueron para Kate Winslet (“mamá, están parados”, exclamó la actriz cuando subió a recibir su premio como mejor intérprete de miniserie); para Jean Smart, maravillosa ganadora del galardón a la mejor actriz de comedia por Hacks y para Coel, la creadora, guionista y protagonista de I May Destroy You, cuyo triunfo en la categoría de guion provocó festejos hasta de la reina Olivia Colman, quien desde Londres aprovechó su discurso de agradecimiento de su la estatuilla (mejor actriz en un drama por The Crown) para exclamar “Fuck, yeah!”).

“Es el tiempo de las mujeres que se cuidan entre ellas. Las apoyo, las saludo. Estoy orgullosa de todas ustedes”, le dijo Winslet a sus compañeras de rubro sobre el escenario y lo demostró cuando su mamá en Mare of Easttown –injusta perdedora en la categoría de mejor miniserie–, Jean Smart, se alzó con la estatuilla a mejor actriz de comedia. En un momento espontáneo, de esos pocos que suelen tener estas ceremonias Winslet se paró para aplaudir el triunfo de Smart y hasta celebró con un chiflido que se escuchó entre la cacofonía de aplausos y música ambiental. Pero claro, aun en una noche en la que se reconoció el talento y la resiliencia de las mujeres, los viejos modos también estuvieron presentes aunque disfrazados de igualdad.

“El patriarcado no tiene defensas contra nuestras reinas”, dijo William Horberg, productor ejecutivo de Gambito de dama al agradecer el premio a mejor miniserie, pero ese juego de palabras con las reglas del ajedrez perdió sentido cuando calificó a Anya Taylor-joy por su brillante actuación en la ficción de Netflix como alguien que “convirtió en sexy al ajedrez”. Que la actriz angloargentina no pudiera decir una palabra de agradecimiento por un premio que es en mayor medida testimonio de su talento pareció, sin embargo, fortalecer al tan mentado patriarcado. El hecho de que ese discurso fuera el último de la noche fue un error de cálculo de la producción. En un intento por innovar en el orden de los premios, el galardón para la mejor miniserie cerró el medallero, un lugar que hubiese estado mucho mejor aprovechado por la ruidosa troupe de The Crown que desde Londres, en una especie de escenografía de boite y a las cuatro de la mañana, merecía ese momento de gloria. Especialmente porque como dijo su creador, Peter Morgan, al aceptar la estatuilla: “Empezamos a grabar en unas pocas horas”.

Si se trata de injusticias o desaciertos de la noche lo más destacado fue la racha perdedora de Wandavision, que no pudo llevarse en ninguna de las veinte categorías que competía anoche aunque ya había sumado tres premios en la entrega de rubros técnicos realizada la semana pasada.

El tropiezo de la miniserie de Disney+ fue también el de Marvel que con los votantes de la Academia de televisión corrió con la misma –poca– suerte que tiene con la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas que entrega los Oscar. El caso de los resultados negativos de The Handmaid’s Tale es un poco más complejo: la serie que en 2017 se llevó muchos de los galardones principales, incluido mejor drama, en esta edición de los Emmy se convirtió en la serie más perdedora de la historia de los lauros al quedarse con las manos vacías en las 21 categorías en las que competía. Por sí solo ese récord, aunque no es el único motivo, indica que el programa, que todavía tiene una temporada pendiente, la quinta, debería empezar a pensar en cerrar la historia basada en la novela de Margaret Atwood.

La categoría de mejor actor de reparto en un drama también desconcertó a muchos. No porque el ganador fuera Tobias Menzies por su interpretación del duque de Edimburgo en The Crown sino porque muchos esperaban que esa estatuilla fuera un merecido reconocimiento póstumo a Michael K. Williams, el actor de Lovecraft Country, fallecido hace dos semanas. Su muerte no llegó a afectar la decisión de los votantes ya que el escrutinio se había cerrado antes de que ocurriera. Williams, recordado por su papel en The Wire, tuvo un lugar central en el tradicional segmento In Memoriam, uno de los momentos más emotivos de la noche elevado por la actuación de los músicos Leon Bridges y Jon Batiste.

Antes, lejos de toda solemnidad, cuando fue el turno de reconocer a las comedias, el reparto de premios demostró la calidad de la cosecha del género en 2020. Entre Ted Lasso y Hacks se dividieron los galardones, con cuatro triunfos para la fenomenal serie de Apple TV+, incluidos los de mejor actor para su protagonista y creador, Jason Sudeikis, sus intérpretes de reparto Hannah Waddingham y Brett Goldstein (era el primer Emmy para los tres) y mejor comedia, por supuesto. En el caso del ciclo de HBO Max fueron reconocidos su protagonista, Smart, su directora y sus escritores, que también inauguraron su marcha como ganadores de Emmys, los primeros de muchos por venir, probablemente.

Con la ceremonia terminada, los premios entregados y los festejos realizados en cámara ya hechos, muchos dirán que todo sucedió según lo esperado: un show televisivo más descalabrado y tedioso que entretenido y los triunfos anticipados por los pronósticos, pero para otros el hecho de que Michaela Coel haya dedicado su triunfo a todas las sobrevivientes de agresiones sexuales cambió todo y valió más que todas las doradas estatuillas repartidas. En las palabras de la mismísima reina de Inglaterra: “Michaela Coel, sí, carajo”.

Tras ganar tres estatuillas técnicas, Wandavision no levantó un premio en las 20 categorías en las que competía en la ceremonia; the Handmaid’s Tale se convirtió en la más perdedora con derrotas en 21 ternas.
LA NACION