Oleksandr Usyk, el rey que es fan de Messi y de la poesía

Oleksandr Usyk, el rey que es fan de Messi y de la poesía

Por Luciana Aranguiz
El mundo del pugilismo se rindió el sábado a los pies de Oleksandr Usyk. El ucraniano de 34 años se transformó en el nuevo rey indiscutido de los pesados al derrotar por puntos, en decisión unánime, a Anthony Joshua y despojarlo de las coronas AMB, OMB y FIB, que el británico había puesto en juego.
Usyk le dio una lección de buen boxeo a su rival y demostró que sobre el ring es un adversario duro de doblegar, con gran velocidad de brazos y piernas, una mentalidad estratégica y una técnica de zurdo pulida durante sus años como amateur. Y con una voluntad de hierro para nunca bajar los brazos que comenzó a construir cuando era todavía un niño en su Simferopol natal.
Nacido el 17 de enero de 1987 -comparte el cumpleaños con una leyenda de los pesados, Muhammad Ali-, Usyk se enamoró del fútbol cuando era muy pequeño y se había ilusionado con llegar a ser profesional en ese deporte. Tenía talento: llegó a ser parte de la academia del Tavriya Simferopol en la época en la que ese club militaba en la primera división ucraniana. Pero la difícil situación económica de su familia lo obligó a abandonar ese sueño.
El joven Oleksandr descubrió entonces el boxeo, una disciplina que podía practicar sin gastar tanto dinero y que le permitía además trabajar para ayudar a sus padres.
“Mi padre siempre me decía que yo tenía condiciones para el boxeo. Yo no le creía mucho, pero me dije ‘Bueno, voy a intentarlo’. Y gracias a él ahora, llegué hasta donde estoy”, confesó en un documental de Sky Sports llamado A Glimpse at Greatness (Un vistazo a la grandeza), que siguió su debut en suelo británico cuando defendió en noviembre de 2018 su título crucero ante Tony Bellew.
“El boxeo era más simple que el fútbol. El entrenador me dio sus guantes, su esposa me los arregló para que me quedaran bien y mi mamá me tenía que dar dinero solo para viajar”, contó quien, de todas maneras, no perdió la pasión por el fútbol.
Usyk es un confeso admirador de Lionel Messi, aunque si tiene que elegir un equipo, no lo duda. “Soy hincha del Manchester City, porque mi amigo Alex Zinchenko juega allí. Siempre lo visito cuando voy a Inglaterra”, comentó hace unos años.
Durante sus primeros años como boxeador, dividió sus días entre los entrenamientos y los trabajos que iba encontrando para colaborar con la economía familiar. Alguna vez contó que hasta llegó a vender verduras y frutas y hasta helados por las calles. Ya más grande, y mientras seguía formándose como boxeador, estudió cultura física en la universidad estatal de Leópolis.
La medalla de oro que ganó en la categoría crucero en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 -los mismos en los que Joshua se colgó la dorada en pesados- fue su último gran logro como amateur.
“Cuando me ví parado con la medalla en mi cuerpo, al principio temblaba un poco. Estaba tan feliz y nervioso, que transpiraba. Había logrado mi oro”, recordó hace unos años. “Yo deseaba pelear contra los profesionales, pero antes quería la medalla olímpica. Una vez conseguido el objetivo, cambié al boxeo rentado”.
En 2013, saltó al profesionalismo y desde entonces, lleva recorrido un camino perfecto. Ganó sus 18 combates (13 antes del límite) y fue rey indiscutido de los cruceros -conquistó los cuatro cinturones: CMB, FIB, AMB y OMB- antes de ascender a la división máxima. Y en apenas su tercer combate en esa categoría -venció en los primeros a los veteranos Chazz Witherspoon y Derek Chisora- se adueñó de los cinturones mundiales de tres de las cuatro organizaciones que rigen el boxeo mundial.
Así, se transformó en el tercer púgil de la historia, luego de Evander Holyfield y David Haye, en haber reinado tanto en la categoría crucero como en la de pesos completos.
Sobre el ring, Usyk llama la atención por su estilo único. Es un estratega -uno de sus libros preferidos es “El arte de la guerra” de Sun Tzu, considerado uno de los mejores libros de estrategia de todos los tiempos- y aprovecha su inteligencia y su gran abanico de variantes técnicas para adaptarse a lo que propone su rival y salir a flote cuando la pelea no resulta como esperaba.
“El talento es sólo el uno por ciento de lo que soy como boxeador. El otro 99 por ciento es el trabajo duro, el sacrificio, el entrenamiento”, describió.
Abajo del cuadrilátero, a muchos les sorprende su personalidad relajada y abierta. Lejos de buscar mantener una imagen dura e intimidante, el ucraniano no tiene problemas en mostrarse en sus redes sociales bailando y disfrutando de algunos momentos relajados, incluso durante los entrenamientos.
Es amante de la literatura, le gusta la poesía -confesó que hasta escribió algunos poemas, aunque no los compartió con nadie- y le encanta la música. “Me gusta la música con mensaje. Escucho diferentes tipos, pero me gusta el rap, las letras y el mensaje que ellas llevan. También la música clásica”, explicó.
Aunque sus más grandes pasiones son su familia -junto a su mujer Yekaterina tiene tres hijos, Kyrylo, Mikhailo y Yelizaveta- y su patria. El hecho de que la península de Crimea -territorio en el que se encuentra su ciudad natal- haya sido anexada a Rusia en 2014 no cambió sus sentimientos. “No soy ruso. Siempre seré ucraniano y esa es mi bandera”, repite incansablemente cada vez que le preguntan por su ciudadanía.
Enfundado en esa bandera celeste y amarilla celebró el sábado su victoria ante Joshua, que dejó al mundo del boxeo rendido a su pies y le ganó un lugar en la historia grande de este deporte.
LA NACION