Impuestos: un peso imposible de levantar

Impuestos: un peso imposible de levantar

Por Elena Peralta
Cargas sociales e IVA todos los meses; Ingresos Brutos, bimestral; monotributo, todos los 20; autónomos, de acuerdo a la terminación del DNI; anticipos de Ganancias, mensual; Bienes Personales, anual. A la agenda del contribuyente argentino no le alcanzan los renglones para anotar más vencimientos.

En nuestro país hay 165 impuestos nacionales, provinciales y municipales que graban la actividad pyme. Una cantidad difícil de soportar sin perder competitividad, trasladarlos a los precios, sumarse al negocio en negro o perder la cordura entre trámites virtuales y turnos presenciales.
“La cantidad de tributos es muchísima. Sobre todo si pensás que la mayoría de los países no pasan de 20 tasas sobre la actividad productiva”, afirma Elisabet Piacentini, a cargo de la Secretaría de Mujeres Empresarias de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires, presidenta de la Cámara de Comerciantes y Profesionales de Villa del Parque y contadora de profesión.

Hay tasas superpuestas, en las que el contribuyente paga varias veces lo mismo a la Nación, su provincia y su municipio. Hay jurisdicciones que cobran cosas insólitas, como “tasas por el uso del vertedero municipal”, “derechos por venta ambulante”, o “fondo para actividades culturales”. “La mayor recaudación se concentra en 11 impuestos, los demás aportan muy poco y, a veces, comprarlos es hasta más caro que lo que recaudan”, advierte Piacentini.

Para el empresario, en cambio, suponen una cantidad de trámites y un costo en contadores o en un recurso humano exclusivo, que además hay que capacitar especialmente en normas que cambian todo el tiempo.

La superposición de impuestos atenta contra la expansión de la actividad, un principio económico básico. “A veces me sale la posibilidad de trabajar fuera de CABA y la verdad lo pienso un montón, porque implicaría tributar en otra jurisdicción y cambiaría mi esquema de costos radicalmente”, explica Anahí Tagliani, dueña de Viviendas Asistidas, una empresa de servicios de salud para personas con discapacidad y miembro del Movimiento Nacional de Pymes (MONAPY).

Ingresos Brutos es el eje de la superposición de tasas. Lo cobran todas las jurisdicciones y pagarlo en una no exime de estar gravado en el resto. “Lo peor es que son pocos los que lo saben y se encuentran con el problema cuando ya les llega lo que tienen que pagar”, dice Piacentini y cita el ejemplo del e-commerce. Una empresa radicada en CABA, que en la pandemia empezó a vender al interior se encuentra con que tiene que tributar en muchas de las provincias en las que vende.

“Como las plataformas de venta son agentes de retención, muchos terminan enterándose cuando les depositan, porque les descuentan lo que exige la legislación de cada lugar. No siempre es lo mismo. Tucumán, Misiones y Entre Ríos son las que más cobran (6%) y el porcentaje aumenta si el contribuyente no está inscripto ahí”, apunta Piacentini.

El resultado es que la pyme o bien se inscribe en todos los lugares en los que vende o resigna mercados. La voracidad tributaria es tal que provincias y municipios aplican tasas por tránsito. Por el solo hecho de pasar por un lugar para entregar mercadería en otro destino llegan impuestos, o multas por no saber que había que pagarlos.

Para Tagliani la salida es política. “Hay que sentar en una mesa a los estados recaudadores y las pymes y atender la problemática de los empresarios, que además cambia en cada sector”, indica. “En el caso de las empresas de salud el gran saldo son los plazos. Las obras sociales y prepagas nos pagan a 60 o a 90 días y tenemos que pagar impuestos, sueldos y cargas sociales todos los meses. En la pandemia, con la baja en las consultas, muchas pymes no tuvieron espalda financiera para soportarlo y cerraron”.

La razón social pesa, sobre todo en comercios y profesionales. “La escala de Autónomos tiene décadas de atraso. Entonces ves que pasás de categoría con una facturación que no puede competirle a la inflación”, dice Piacentini.

MENOS EMPLEO
El costo del trabajo es otro de los reclamos históricos de los empresarios. Todos los meses, por cada empleado las pymes pagan la ART y el Fondo de Enfermedades Profesionales, que este año pasó de $ 0,60 a $ 40 por empleado, con un ajuste cada tres meses. En la Argentina hay más de 200 sindicatos, que retienen la cuota sindical y diversos fondos de capacitación. El convenio de Comercio, por ejemplo, permite que el Sindicato retenga $ 100 por cada trabajador cuando se establece un aumento.

“En el caso de la industria de la moda, una medida que ayudaría mucho sería generar algún sistema mixto de contratación de monotributistas sociales, sobre todo en la alta costura. Eso ayudaría en los picos de trabajo por temporada y generaría una suerte de sociedad entre los costureros y los diseñadores y disminuiría el impacto que tiene el costo sindical en el precio final, haciendo a la industria más competitiva”, dice Patricia Torres, dueña de Patt Planner, un estudio de asesoramiento a empresas vinculadas a la indumentaria, una industria en la que la carga impositiva asciende al 59% de los costos.

“Nuestra cadena de valor pasa al menos por seis manos antes de llegar al consumidor. Esto significa un impuesto del 15 al 24%, en Ingresos Brutos, directo sobre el precio de venta, sin que ello represente siquiera una ganancia para la pyme. Por otro lado los impuestos a la comercialización, es decir el uso de los instrumentos de pago están todos gravados nuevamente por retenciones”, agrega Luciano Galfione, empresario textil.

El Impuesto al Valor Agregado, agrega más costos que valor. “El IVA tiene impacto en el precio de venta al comensal y se podría potenciar mucho la actividad con su reducción”, advierte Karina Fernández, dueña del restaurante Puerto Cristal de Puerto Madero.

La empresaria con décadas de experiencia gastronómica y a punto de abrir una sucursal en Málaga, España, asegura que la carga impositiva argentina consume recursos y atención. “Los Ingresos Brutos y los Débitos y Créditos bancarios tienen un impacto enorme, no solo porque se debitan automáticamente sino porque son realmente altos en la cuenta final. Todo ello complica la contratación de personal, que es nuestro recurso más valioso”, explica.

Federico Canteli, asesor Contable de la Asociación Fabricantes de Helados y Afines AFADHYA, coincide en el diagnóstico y propone un esquema de rebajas “En principio habría que bajar la alícuota del IVA, ya que luego se traslada a los precios. Se debería eximir a las heladerías de Ingresos Brutos, los heladeros artesanales son fabricantes también, sólo que venden al público. Debe analizarse la posibilidad, que el impuesto sobre los II BB se transforme en un impuesto a los Consumos en su última etapa, para evitar la múltiple gravabilidad, eliminar el Impuesto a los Débitos y Créditos y bajar la carga previsional”, afirma.

En el caso de las heladerías se agrega la estacionalidad del negocio, que no es tenida en cuenta en el esquema de vencimientos. Canteli asegura que la presión y las características del sistema fiscal tiene, además la capacidad de licuar los beneficios que tienen los pequeños empresarios “Por algunas modificaciones implementadas la presión tributaria sobre las pymes, supuestamente, es menor. Pero la realidad es que por la capacidad económica de una gran empresa y de una pequeña, el impacto termina siendo mayor para las pymes”.
EL CRONISTA