El insostenible reclamo chileno

El insostenible reclamo chileno

La historia de las relaciones de Chile con todos sus vecinos, sin excepción, evidencia un inusual común denominador: un constante esfuerzo por tratar de ampliar unilateralmente el territorio de su país. La historia muestra que, en ese afán, algunos de estos incidentes derivaron en duros conflictos militares. Por esa razón, los países vecinos a Chile mantienen una desconfianza histórica hacia quien provoca, con alguna frecuencia, conflictos limítrofes.

 

Una vez más, de manera arbitraria y sorpresiva, Chile decidió, por decreto, ampliar su área marítima y delimitó, como si fuera propio, un sector de los hielos continentales sobre el que la Argentina se considera soberana. La medida –que transgredió el Tratado de Paz y Amistad entre ambas naciones, de 1984– reflejó, en palabras del presidente Sebastián Piñera, “un proceso de continuidad de la política exterior” de su país. Lamentablemente, la continuidad se expresa en la referida vocación por generar conflictos en torno de los límites territoriales.

La conducta del gobierno chileno generó, como era de esperar, el inmediato y terminante rechazo de nuestro país. Nuestra cancillería fijó posición ante lo sucedido y sostuvo que Chile “pretende apropiarse de una parte de la plataforma continental argentina y de una extensa área de los fondos marinos y oceánicos”, además de una parte de los “hielos continentales”, una pretensión inaceptable.

Luego de conocer el terminante rechazo argentino, el canciller chileno, Andrés Allamand, señaló que “nadie se apropia de lo que le pertenece”, arrogándose funciones de juez y parte en el nuevo conflicto limítrofe que su país acaba de promover.

 

Es muy probable que el gobierno de Chile, conducido por un presidente a quien su propia ciudadanía viene de rechazar en las urnas no hace mucho, involucrado en un complejo proceso de reforma constitucional cuyo final parece difícil de predecir, haya agitado nuevamente las cuestiones limítrofes en un afán por ganar popularidad.

El nacionalismo es muchas veces una suerte de refugio de los gobiernos que temen perder el poder. Por eso, es de esperar que las necesidades políticas inmediatas de unos y otros no deriven en la profundización de las tentaciones chauvinistas.

El decreto firmado por el presidente Piñera escondería, asimismo, otros intereses, en virtud del potencial económico de la plataforma submarina sobre la cual ahora Chile reclama soberanía. Se trata de una zona en la cual podrían existir recursos gasíferos y petrolíferos, además de su desarrollo para millonarios negocios pesqueros.

Una vez más, debemos lamentar que, desde el otro lado de los Andes, la relación bilateral alimente la tensión. La respuesta argentina a lo sucedido debe ser siempre tan clara como firme. La naturaleza de la intempestiva pretensión chilena así lo requiere.

Sería una pena que se empañara una relación fructífera entre dos países que han dado excelentes muestras al mundo acerca de cómo resolver de manera pacífica sus diferencias limítrofes, como ocurrió con los sucesivos acuerdos por el Canal de Beagle y los hielos continentales.

LA NACIÓN