Las caras social e individual de la virulencia de la variante Delta

Las caras social e individual de la virulencia de la variante Delta

Por Irene Hartmann
Hace una semana se filtró en los medios un informe interno de los Centers for Disease, Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos que arrojó conclusiones alarmantes sobre la agresividad de Delta. ¿Está probado que la infección por esta variante de Covid sube las chances de hospitalización?

Siendo justos con la evidencia científica disponible, la virulencia de Delta (que próximamente podría causar otra ola en Argentina) tiene dos facetas no tan equiparables.

La primera “agresividad de Delta” compete al plano social. La segunda es individual: cuán agresivo es el virus una vez que nos infecta.

La gran amenaza involucra el plano epidemiológico (social). Lejos de ser una buena noticia, pone a prueba (más que nunca) el oxidado compromiso personal para evitar, a nivel comunitario, otra alza en las curvas.

Es que Delta es un 60% más transmisible que las variantes conocidas de Covid, lo que en contagiosidad la equipara a la varicela.

Y no solo eso: los CDC confirmaron que las personas con esquema completo de vacunación podrían contraer Delta (como cualquier hijo de vecino) y tener tanta carga viral como un no-vacunado.

Sin embargo, aunque se infecten, quienes tengan el esquema completo de vacunación muy probablemente sortearán la enfermedad severa, lo que obliga a poner el ojo en las personas con solo una o ninguna dosis.

Aunque en los últimos días se pudo escuchar a expertos repetir que Delta es “peor” (citando como fuente la información de los CDC), el documento filtrado no confirmó en absoluto tal agresividad.

“Podría ser más agresiva”, esbozó el documento confidencial, y remite a una nota al pie en la que figuran tres papers. Uno, de expertos escoceses, salió en The Lancet a mediados de junio y ya fue comentado por Clarín.

No habla de una mayor virulencia sino que analiza la interacción de Delta con las vacunas .Otro cita los efectos del Covid en un grupo de pacientes observados, clasificados con el endeble rótulo de “probables Delta”. Del último, “Clinical and Virological Features of SARS-CoV-2 Variants of Concern: A Retrospective Cohort Study Comparing B.1.1.7, B.1.315, and B.1.617.2”, de expertos del Centro Nacional de Enfermedades Infecciosas de Singapur, se podría parafrasear un pasaje clarísimo. Explican que Delta se asoció a mayores chances de desarrollar neumonía, pero la muestra “no fue estadísticamente significativa”, por lo que “es incierto que la asociación entre infección severa o neumonía se relacione con un efecto de esta variante”.

Clarín habló con dos investigadores del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS): Jorge Geffner, experto en inmunología e investigador Superior del Conicet, y Jorge Quarleri, abocado de lleno a la virología e investigador principal del Conicet.

“En primer lugar, Delta es tremendamente más contagiosa. En segundo lugar, exige un esquema de dos dosis para lograr una eficacia de protección del 80% a 85%. No hay datos serios que indiquen que es más agresiva”, dijo Geffner.

“Obviamente se va a enfermar más gente. Si no están vacunados, más van a fallecer porque si tenés más casos, en consecuencia habrá más fallecidos”, apuntó.

También recordó que “las cargas virales de infectados con Delta pueden ser entre 100 y 500 veces mayores en nariz y boca respecto de las variantes P1 (Manaos), andina y británica”.

¿Es posible, entonces, que los CDC hayan lanzado un mensaje en busca de lograr mayor adherencia a la vacunación de la población estadounidense? Geffner lo consideró razonable.

Quarleri coincidió en que “no hay por ahora sustento básico para afirmar que Delta tenga mayor virulencia. Solo es fáctico, observacional”.

Sin embargo, compartió una idea distinta del fenómeno: “Con mayores niveles de virus en el tracto respiratorio superior, podríamos pensar que desde allí se promueva un desbalance más pronunciado en el tracto inferior; una respuesta inmune que podría desequilibrarse”.

De ese “desequilibrio”, la respuesta desmedida (o tormenta de citoquinas) que genera el cuerpo intentando defenderse del virus, se habló mucho.

Lo que sigue no es una certeza sino una especulación, aclaró Quarleri: “En cuadros de mayor gravedad se ve una respuesta inmune desregulada, como paralizada. Un disparador que conocemos -para otras infeccionesaparece cuando los niveles de carga viral son elevados. Ellos son capaces de promover una suerte de parálisis inmunológica”.

Quarleri compartió un preprint muy reciente titulado “Virological and serological kinetics of SARS-CoV-2 Delta variant vaccine breakthrough infections: a multi-center cohort study”,

que relativiza la contagiosidad “idéntica” de parte de inmunizados y no inmunizados. En los vacunados, la carga viral por Delta caería más rápidamente.

En cualquier caso, conviene mentalizarse: la tercera ola por Delta podría venir, en especial si se suma que solo el 15% de la población argentina tiene dos dosis, que hay resistencia cultural a cumplir las medidas de prevención y que el sistema de salud es endeble. Fácilmente podría volver a “tensionarse”.
CLARIN