Con más distinción y el “picor” de siempre

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Con más distinción y el “picor” de siempre

Por Gabriel Silveira
Cuando la nueva era de Mini bajo la tutela de BMW empezó en 2001, fue sorprendente el modo en que se reinterpretó esa figura inconfundible del modelo original. Lo que costaba imaginar cuando se presentó a nivel mundial (2001), era cómo iba a ser el reemplazante de ese vehículo. Las particularidades de su estilo no dejaban demasiadas libertades para pensar una segunda generación.

Pero la marca británica no sólo se las arregló para ir presentando sucesivas evoluciones para no perder actualidad pero sin salirse del lenguaje de diseño original, sino que creó una familia de carrocerías (algunas con más éxito que otras) que le permitieron agrandar un poco más su volumen de ventas.

La última renovación acaba de llegar a nuestro mercado y trae tanto actualizaciones estéticas como mecánicas. Pero, claro, sin moverse de la senda de estilo y comportamiento dinámico que ofrece desde que apareció a principios de este siglo.

Tampoco cambió el posicionamiento: se mantiene muy lejos de aquel vehículo que apareció en 1959, que emergió como una opción inteligente y económica para moverse, y con el tiempo se convirtió un vehículo de culto. Es ese último aspecto el sigue explotando el nuevo Mini, que se ubica como un objeto de deseo.


Para esta actualización, la marca se metió con elementos que son muy característicos en este modelo: los faros. Para los circulares delanteros incluyó un aro de LED que funciona tanto de luz diurna (o DRL) como de luz de giro; blanca en el primer caso, anaranjada en el segundo. En el centro de ese aro hay un potente sistema de iluminación, también con tecnología LED.

Pero el detalle estético más llamativo del nuevo Mini Cooper son sus faros traseros. También gracias a la tecnología LED, las luces posteriores conservan de algún modo la forma original (con otras proporciones, claro) pero en su interior dibuja las líneas del Reino Unido.

Como se mencionó antes, los trazos de su carrocería no han variado sustancialmente. La versión probada de tres puertas mantiene las proporciones y las medidas del modelo anterior (3.850 mm de largo).

Es por eso que por dentro no hay cambios en lo que refiere al espacio. Sigue siendo un vehículo para cuatro pasajeros (tiene la misma cantidad de cinturones de seguridad), con un espacio lógico por su tamaño para los ocupantes delanteros y unas plazas traseras justas, recomendables sólo para tramos cortos o para niños.

Las novedades por dentro no son muchas y aparecen en algunos detalles del tablero de instrumentos y el diseño de la selectora de cambios.
La calidad de los materiales sigue siendo para destacar, pero la unidad de prueba mostraba un ruido producido por la cortina del techo panorámico cuando estaba abierta y se transitaba por terreno irregular.

El estreno más importante de esta renovación del Mini, más allá de los guiños estéticos, está en su mecánica, más precisamente en una nueva caja de cambios. La filial argentina ha optado por ofrecer solo transmisión automática a partir de ahora, con la novedad de la incorporación de una caja de doble embrague y siete velocidades (la versión más potente, la JCW, conserva una de convertidor de par y 8 relaciones).

Esta nueva transmisión exprime todo el potencial del motor naftero del motor de 2.0 litros turbo de 192 caballos de fuerza. Por un lado se puede llevar con docilidad a este “manojo de nervios” en que se puede convertir su propulsor. La caja realiza un paso de marchas veloz y muy suave, que colabora con el confort de marcha en ciudad y con el rendimiento: la empresa anunció una reducción del 10% en el consumo de combustible.

Pero si se selecciona el modo Sport en su gestión electrónica, todo el conjunto se predispone para arrancarle sonrisas a quien va al volante. La reacción del pedal del acelerador es inmediata y la respuesta del motor es instantánea; no se aprecia que se trate de un motor turbo, ya que no tiene un momento inicial de pereza. Y si la caja era dócil ahora es un pequeño martillazo que golpea con cada paso de marcha. En el medio, el sistema de escape produce una pequeña explosión que encanta a cualquiera que disfrute de conducir.

El comportamiento dinámico está en sintonía con el modo Sport. Las suspensiones son firmes y los neumáticos de bajo perfil (205/45 R17) son grandes responsables de esa sensación que da por momentos de estar arriba de un karting.

La gama de precios del nuevo Mini 3 puertas arranca con la versión Pepper, en US$ 34.900 y sigue con la Cooper S a US$ 46.900, al que hay que agregar le US$ 5.000 para tener el paquete estético JCW. Son valores que se pueden considerar altos en comparación con otros vehículos del mercado. Pero de lo que no hay duda es que este ofrece un estilo y un rendimiento que otros no.

CLARIN