12 Mar Un estilo inconfundible, vestido de sport y con espíritu rabioso
Por Gabriel Silveira
No muchos tienen conocimiento en nuestro país de la marca Abarth. Creada en 1949, en Bolonia, Italia, se dedicó en sus inicios a la construcción de carrocerías para modelos de competición, especialmente de Ferrari. Pero a principios de los 70, fue adquirida por Fiat y pasó a ser la encargada de la división sport del fabricante italiano.
Pero como su actividad se circunscribía al territorio europeo, su nombre no era muy conocido en estas tierras. Es más, en la última década del siglo pasado, su presencia se diluyó por completo inclusive en el Viejo Continente. Hasta 2007, cuando Fiat decidió relanzar Abarth. Y si bien esa reaparición se hizo con modelos basados en el Punto, la verdadera intención era volver a poner el nombre en escena para aprovechar la llegada del nuevo 500. Fue recién ahí que la marca del escorpión se hizo conocer en el mercado argentino.
Sin embargo, no tenía oferta de vehículos en el país desde 2014. Pero ahora vuelve con el 595 Turismo, que incluye un rediseño, más equipamiento y un nuevo origen de producción.
Fabricado en la ciudad polaca de Tychy, el Abarth 595 dejó de venir de importado de México, al igual que el resto de la gama del Fiat 500.
El cambio de procedencia del vehículo también incluye la renovación que sufrió toda la gama 500 el año pasado, en Europa. Claro que para conservar el estilo tan característico de este modelo, los cambios tenían que ser muy sutiles. Y así fue. Apenas se retocaron los faros delanteros (ahora las luces secundarias son un poco más grandes y con forma ovalada, e incluyen iluminación de LED diurna) y se modificó el paragolpes. Probablemente en el sector trasero esté el cambio más notorio, ya que los faros ahora dibujan el mismo contorno que antes, pero en centro “son huecos”, como si en ese centro continuara la chapa de la carrocería.
Pero al tratarse de un Abarth, su figura tiene un tratamiento especial respecto de las versiones convencionales del Fiat 500. Esas diferencias ahora son más notorias respecto del modelo que venía antes, ya que el sector bajo de la trompa ahora tiene una toma de aire de mayor amplitud (según la marca mejora la capacidad de refrigeración del motor) y con un diseño que le da agresividad a su figura originalmente simpática.
Además, incluye ruedas de 17 pulgadas con llantas de diseño exclusivo, un alerón que continúa la línea del techo y un difusor de aire trasero que le hace lugar a la doble salida de escape. Por si hacía falta más decoración, lleva calcos laterales que incluyen la palabra Abarth y el logo del escorpión aparece en el frente, el sector trasero, sobre la chapa en los costados del vehículo y en el tapacubo de cada rueda… como para que no queden dudas.
Por dentro se incrementa esa idea deportiva que da el diseño interior. Esto sucede principalmente por sus butacas símil competición, fabricadas por Sabelt. Las mismas cuentan con un respaldo enterizo y ofrecen una gran sujeción. Pero un conductor de más de 1,80 metros de altura irá con la cabeza rozando el techo.
La posición de manejo es buena, a pesar de tener sólo regulación en altura del volante. La selectora de cambios (de la caja de cinco velocidades) está ubicada un poco más arriba que otros autos, lo que ayuda a hacer los cambios con velocidad y comodidad. El resto de los comandos también están al alcance del conductor y el tablero (completamente digital) ofrece una lectura muy sencilla. El nivel de calidad de materiales y de terminación se ve un poco mejor respeto de la versión que venía de México.
La versión 595 Turismo viene con el motor naftero 1.4 T-jet de 165 caballos de fuerza. Se acopla, como dijimos, a una caja de cinco velocidades. Gracias un sistema de gestión electrónica su funcionamiento cambia por completo.
Utilizándolo de modo normal, la entrega de energía es casi la de un auto normal. Hasta que sobrepasa la barrera de las 3.000 rpm. Una vez que eso sucede, empieza a soplar el turbo y el incremento de potencia en notorio. Hay un indicador de aguja que marca la presión del turbo junto al tablero de instrumentos.
Con este modo también la dirección cuenta con una sobre asistencia que la hace muy cómoda para circular en ciudad. Pero al mismo tiempo la vuelve un poco imprecisa y con reacciones lentas. Al ser esa asistencia variable, la dirección se va poniendo más firme a medida que se aumenta la velocidad.
Pero hay una opción que elimina esa imprecisión y el “bache” del motor hasta que sopla el turbo. Es un pequeño botón en la consola central con la palabra Sport. A presionarlo la sensibilidad del acelerador es otra, cambian los criterios de entrega de fuerza y potencia y la dirección se pone más firme, todo el tiempo. La respuesta del motor pasa a ser inmediata aunque todavía se siente el inicio del soplido del turbo. Se vuelve un auto nervioso, picante, y con una agilidad sorprendente.
Las suspensiones firmes y los neumáticos de bajo perfil copian todo lo que pisan las ruedas y se lo transmiten al conductor. Por lo tanto, es un auto que sobre asfalto firme va como un karting, pero que en un empedrado resulta incómodo. Esta percepción en esa condición la incrementan las butacas delanteras, ideales para sujetar el cuerpo pero muy duras para el uso cotidiano.
Y todo esto a pesar de los amortiguadores traseros con dureza variable. Cuenta con una válvula que varía el flujo de aceite dentro del amortiguador en función de las vibraciones. A mayores imperfecciones en el suelo, más vibraciones; por lo tanto, mayor paso de aceite que se traduce en menor dureza. Pero a veces no alcanza.
De todos modos, el 595 Abarth Turismo es un auto para entregar sensaciones de emoción al volante. Y es ahí en donde no defrauda en ningún momento.
CLARIN