14 Mar Cinco años con Francisco, el pontífice de la globalización
Por Marco Gallo
El pontificado del Papa Francisco cumple su quinto aniversario y, a lo largo de este tiempo, podemos afirmar que ha forjado una imagen de Iglesia que sale de la comodidad de “los palacios” para presentarse como una Iglesia que va al encuentro de los pueblos, o mejor dicho, como lo define el mismo pontífice, “un hospital de campo” que cura las heridas de los muchos hombres y mujeres medio muertos.
Una Iglesia samaritana que se mezcla con las esperanzas y los dramas de nuestro mundo, como recuerda el documento conciliar “Gaudium et Spes”. Papa Francisco es el pontífice de la globalización, el hombre que históricamente se encuentra en el medio de este fenómeno de época que cambia los comportamientos y la antropología. Como ha afirmado Jorge Bergoglio es el fin de una época; pero “este acabarse” no significa el fin de la historia sino que, en un tiempo de transición, poder vislumbrar con sabiduría y clarividencia el camino a seguir.
El Papa Francisco no se deja llevar por lo contingente, no apuesta a los resultados inmediatos, sino que, como el sembrador, está convencido de la necesidad de promover procesos de cambio, que una vez iniciados, quedarán instalados de manera firme en la iglesia y en la opinión pública.
En esta perspectiva pienso que hay que profundizar más el mensaje del Papa, sus discursos, y no basarse en sensaciones y “fake news” que a menudo distorsionan no solo su imagen sino fundamentalmente su mismo anuncio. Leamos sus discursos, escuchemos sus homilías y luego podremos también discutir sobre este u otro aspecto, pero no encaremos las cosas desde el prejuicio o los preconceptos.
Con su estilo sencillo y profundo al mismo tiempo, con su capacidad de comunicación inmediata (es decir, sin intermediarios como él dice), el Papa Francisco entra con fuerza en la vida diaria de la gente, del pueblo. Propone la frescura de una Iglesia abierta a todos, que dialoga con todos y que pone a los pobres en el centro de sus preocupaciones. Es un hombre que con la fuerza de la Palabra quiere llamar a la conversión de los corazones.
La verdadera revolución, para Papa Francisco, es la revolución de la misericordia y de la ternura. De aquí la incansable predicación por la paz y sus gestos hacia los refugiados, como los que llevó consigo a Roma volviendo de Lesbos en avión. Con su autoridad él mismo expresa que en la guerra están las raíces del infierno. De aquí se desprenden sus reiterados llamamientos para detener la guerra en Siria, en la República Centroafricana, y allí donde surge algún conflicto, y que manifiestan la indignación y la protesta humana frente a una globalización de la indiferencia y de la resignación. Pero no se queda solo en el pedido a los señores de la guerra sino que propone también una responsabilidad de todos para apagar el fuego de los enfrentamientos que contaminan al planeta, y por ello sus sucesivas invitaciones a todos los fieles para cumplir una jornada de ayuno y oración, como en las últimas semana por los conflictos desencadenados en la República Democrática del Congo y en el Sur Sudán.
El Papa Francisco es un hombre de visión, quizás hoy uno de los pocos que se animan a alzar la voz. Que su visión de paz, de convivencia, de diálogo permanente pueda con fuerza convencer a “los sabios e inteligentes” de este mundo. Es el augurio que le hacemos para los próximos años de su ya fecundo ministerio pastoral.
CLARIN