Patoruzú: el regreso de la historieta que define a la Argentina

Patoruzú: el regreso de la historieta que define a la Argentina

Por Juan Manuel Domínguez
Más allá de cualquier otro personaje de la historieta nacional y desde su creación en los años 30, Patoruzú es nuestro símbolo. La creación de Dante Quinterno, tanto como personaje como revista y como sistema editorial creado por el propio autor, ha definido como ninguna otra las formas y los modos de nuestras viñetas. No por nada es una de las pocas historietas argentinas mencionadas en el libro 1001 cómics que hay que leer antes de morir. Aun así hasta octubre de este año, Patoruzú nunca había sido reeditado de una forma no sólo decente (hay reediciones, la mayoría de pésima calidad), sino de una forma que también dejará entrever qué hay detrás del mito y del ícono: hay una historieta realmente poderosa y dueña de un poder expansivo que se refleja en nuestra cultura y como viven sus personajes así como también en sus influencias (Astérix, sin ir más lejos, es una historieta en la que se nota que Goscinny, su guionista y creador, leyó la publicación de Editorial Dante Quinterno S.A.). Pero ahora eso cambio gracias a la Colección Patoruzú, de Ediciones Assisi.
En sus primeros dos volúmenes, las reediciones van desde el año de su origen (el primer libro, 1935-1937) y desde la edición de Patoruzú como revista el segundo (Nuevas Aventuras 1936-1938). Ambos tomos, cuidados y sentidos, no son otra cosa que volver a ver la obra de Dante Quinterno por su valor antes que por estela, y para entender ese funcionamiento y nueva vida es capital hablar con el responsable del asunto, el director artístico de la Colección Patoruzú, el historietista y curador Pablo Sapia.

Sapia respira historietas y, por suerte, exhala ganas de que sigan vivas y circulando. Más allá de su obra personal como autor en varias publicaciones a lo largo de los años (Diario Perfil en la actualidad), se ha hecho un experto tanto gracias a su pasión como a su obsesión por la digitalización y restauración de páginas que, sin él, sólo serían tesoro de fans. Durante años, Sapia mostró esa parte de su obra en su blog Costalito Multimedia y después llegó la preciosa reedición de Las aventuras de Pi-Pío (primer libro editado con la obra de Manuel García Ferré, del año 2015). Es importante entender a Sapia para entender el trabajo logrado en la Colección Patoruzú. Él habla de compras masivas en locales de revistas usadas, en sitios de venta online, de intercambio entre fans, de muestras (como la que le hizo al mismo Quinterno en el año de su muerte, en 2003, a los 75 años del famoso indio) y de otros rincones que el mismo Sapia ha sabido catalizar en una esperanza para la nueva vida de clásicos de nuestra historieta (se vienen dos nuevos volúmenes de Patoruzú y uno de Hijitus y otro de Larguirucho).
Por eso, recorrer con el propio Sapia ambos primeros volúmenes implica entender todo lo que creemos que sabemos sobre Patoruzú y todo aquello sobre lo que no tenemos idea. Desde nociones básicas como que las tiras originalmente eran mucho más grandes que como fueron publicadas en las reediciones de las famosas Andanzas de Patoruzú (la forma en que varias generaciones leyeron al tehuelche, Isidoro Cañones, Upa y demás clásicos) o que la revista Patoruzú vendió en 1936 hasta un millón de ejemplares hasta sorpresas como el absurdo casi surrealista de las primera tiras en el Diario El Mundo, o una viñeta con la famosa Chacha desnuda.
El mismo Sapia habla sobre la figura de Quinterno: “Gran narrador, pionero del dibujo animado con Upa en Apuros, creó los espacios de trabajo para la camada de dibujantes que definirían la edad de oro de la historieta argentina (así como Quinterno trabaja Patoruzú, con un estudio lleno de dibujantes, van a funcionar Rico Tipo, Tía Vicenta, Satiricón). Quinterno marca el molde del humor gráfico hasta hoy. Apuntala la carrera de Divito, de Battaglia. Fue pionero del copyright: ¿qué más hace falta para reivindicar a este tipo?”
El material que se ve en los libros posee un valor extra y Sapia lo deja bien claro: “Es profesional, personal, de Quinterno y después llega el estudio”. Dice Sapia: “Quinterno siempre vio el negocio. Para ir al Quinterno puro, tenés que ir al de La Razón, donde él empieza a colaborar con los grandes de ese momento, el Mono Taborda y Arturo Lantieri. Quiere crecer y pegar el salto. Crea Don Julián de Montepío. Inventa a Patoruzú. Quiere hacer dibujos animados, no le gusta, se va a alrededor del año 1933 a hacer intermedios para los hermanos Fleischer en Estados Unidos y así trabaja en el dibujo animado de Popeye. Quinterno ganaba 200 dólares por su contrato con Bayer y allá ganaba 5 dólares con los Fleischer: quería aprender. El Quinterno más Quinterno es el de La Razón. Después perdió el absurdo en pos, creo, de un look más internacional”.
El trabajo de año y medio de Sapia, que tenía como antesala la digitalización de varias Patoruzú realizadas por amor y por interés por él mismo, implicó trabajar a veces hasta sobre fotocopias o creando trazos de los que no existía registro. Incluso esa pasión fue la que convenció, con un libro hecho para que ya se tuviera una idea del objetivo, a la familia Quinterno de finalmente dar luz verde a la producción. “Les decía que había que hacer con su papá lo que se hizo con Molina Campos: sacarlo de su objeto, en ese caso los almanaques, y hacer que ocupe el lugar como artista que le corresponde”.
LA NACION