Martha Stewart, del buen vivir a la cárcel

Martha Stewart, del buen vivir a la cárcel

Por Natalia Trzenko
La receta del brownie más rico, la mejor torta de queso que se haya visto y ese bizcochuelo que sabe al paraíso. Martha Stewart es capaz de cocinar y enseñar a cocinar innumerables delicias, y ya con esa habilidad alcanzaría para hacerse fanático del programa Las mejores recetas de Martha Stewart, que se estrenó por la señal Más Chic. Sin embargo, detrás de la sonrisa amable de la rubia señora de 76 años hay más historias, así como desventuras mucho más trágicas que la de un suflé que no se eleva como debería hacerlo. Una vida que podría haber sido escrita por un guionista de Hollywood y, de hecho, lo fue.
Tan extraordinario fue el camino de ascenso y la subsecuente caída de Stewart en los Estados Unidos que los productores de Orange Is the New Black se inspiraron en ella para crear el personaje de Judy King (interpretado en la serie de Netflix por Blair Brown). una célebre chef y personalidad televisiva que ingresó a la cárcel de Litchfield en el final de la tercera temporada por haber evadido millones en pagos de impuestos.

Algo similar a lo que le ocurrió a Stewart, que pasó de ser una de las pocas empresarias multimillonarias del mundo a tener que cumplir una condena de cinco meses en una prisión de baja seguridad por manejos fraudulentos con acciones de su imperio. Sí, esa señora de la foto que sonríe frente a una bandeja de dorada pastelería francesa no sólo estuvo presa, sino que luego cumplió con arresto domiciliario en una de sus propiedades, centro neurálgico de su negocio construido sobre la base de un buen gusto que la llevó de ser una ama de casa aburrida a una de las personas más influyentes de su país.
Diosa del diseño, la cocina y el “buen vivir”, Stewart empezó como dueña de un servicio de catering que funcionaba desde su cocina, que luego derivó en unos cuantos libros de recetas, una revista en la que enseñaba cómo decorar casas, pintar muebles o recibir invitados hasta llegar a la TV, cuyas apariciones la cimentaron como el epítome de la sofisticación y el estilo. Un estilo que todos querían copiar para sus propias vidas y que se tradujo en cientos de artículos que llevan la marca Martha Stewart como estandarte de buen gusto. Antes que muchos, la empresaria entendió que el estilo de vida era un negocio fantástico especialmente si se combinaban las revistas con la TV, la venta en shoppings y supermercados con el entonces incipiente mercado en Internet. Semejante visión la hizo muchas veces millonaria, blanco de críticas por su implacable liderazgo y la favorita de los famosos que la visitaban en su programa de TV.
De Robin Williams a Emma Thompson, pasando por Antonio Banderas, Bill Clinton, Russell Crowe, Lindsay Lohan, John McEnroe y Francis Ford Coppola, los famosos que visitaron su programa siempre parecían fascinados por los talentos de la mujer que hasta encabezó un spinoff del reality show conducido por Donald Trump, El aprendiz, pocos meses después de cumplir su condena, en 2004.
Sus problemas legales la dejaron con unos cuantos cientos de millones menos e intentando restablecer una reputación que había sufrido mucho. Pero, se sabe, nada le gusta más al público norteamericano que las historias de redención: Stewart lo aprovechó al máximo al reconstruirse como un personaje con modos de sofisticada señora de sociedad, simpática y accesible para todos. Eso es lo que demuestra en el exitoso ciclo Las mejores recetas de Martha Stewart y lo que se ve también en uno de los programas más entretenidamente bizarros que protagoniza. En Martha and Snoop’s Potluck Dinner Party, que emite VH1 en los Estados Unidos, Stewart comparte “la suerte de la olla” y más de un delirio con el rapero Snoop Dog, uno de sus mejores amigos y otro capítulo en su increíble historia.
LA NACION