La estrecha relación entre el Papa y María

La estrecha relación entre el Papa y María

Por Alicia Barrios
La Virgen es mujer, le gusta que la piropeen, que le recen el Rosario. A quién no le puede gustar que le digan “llena eres de gracia” o “bendita tú eres entre todas las mujeres”. Francisco es un caballero. Muy seductor. Esto lo sabe. Por eso la halaga, la invoca siempre. Hace unos días, ante la mirada sorprendida de todos los romanos, Su Santidad fue a la Basílica de Santa María Maggiore, con su hábito blanco y un ramo de flores. Fue a agradecer a Maria de la Salus del Populi Romano. Él tenía esa devoción antes de ser Papa.

La casualidad quiso que Juan Domingo Perón, cuando era agregado militar en Italia, se alojara en la Via del Isquilino, justo frente a la basílica adonde no faltaba a la misa de los domingos. La devoción de Francisco por la Virgen lo lleva a pasar a saludarla antes de cada uno de sus viajes. Se los ofrenda. Cuando regresa, no importa cuán cansado esté, vuelve a visitarla antes de ir a Santa Marta y le deja un bouquet de rosas. Él está convencido de que la Virgen nos mira a todos y cada uno, como madre, con ternura, misericordia y amor.
Él, en lo personal, se siente mirado por ella. Eso es la fe. En más de una oportunidad dijo: “Está huérfano el cristiano que no tiene a María como madre”.

Siempre presente
Todas sus homilías y discursos casi siempre invocan el poderoso auxilio de María. Hace apenas un par de días, en una audiencia pública, Francisco apoyó el índice en sus labios, lo que a simple vista parecía un gesto jocoso de su parte pero no fue esa la intención. Se refería a su devoción por la Virgen del Silencio, que hizo colocar en el Palacio Apostólico del Vaticano, para evitar las habladurías y los chismes.
Cuando la bendijo, sus palabras fueron: “Que la Virgen María interceda ante el Señor, para que todos los que entran en el Palacio Apostólico puedan tener siempre las palabras justas”. La imagen está situada entre los dos ascensores en la entrada principal, en el Patio San Damaso.
Si bien la Virgen se llama Del Silencio, la experiencia de sus devotos indica que ella habla más que otras Madonnas. Fue Jorge Bergoglio quien trajo a la Argentina la imagen de María que Desata los Nudos y se convirtió en una de las advocaciones más populares del país y la más querida por él.
Este 8 de diciembre se celebra su aniversario, luego de que 21 años atrás fuera recibida en San José del Talar, en Agronomía. Algún favor le habrá hecho, sin duda algún nudo desató en el corazón del padre Jorge, porque lo sigue acompañando en Roma, ubicada en un lugar de privilegio en la residencia de Santa Marta.
CRONICA