La crisis del fútbol total

La crisis del fútbol total

Por Ezequiel Fernández Moores
“El fútbol holandés tal vez sea igual de presuntuoso que el argentino, pero con una diferencia: nosotros jamás ganamos un Mundial”. Lo dice Iepd Idzenga, periodista holandés que prepara un documental por el cuadragésimo aniversario de la final del Mundial 78 que la Argentina le ganó a Holanda. Intento explicarle a Idzenga, cerveza de por medio en Amsterdam, por qué ese Mundial, más allá de Videla, tuvo un significado especial para nuestro fútbol. Se jugó en casa. Y el fútbol argentino, que se jactaba siempre de ganar campeonatos morales, por fin era campeón mundial. Holanda perdió tres finales (1974, 78 y 2010). Y hoy, la nación que se jactó de haber reinventado el juego con su “fútbol total” está afuera de todo. Sin clubes en copas europeas, sin haberse clasificado a la última Eurocopa y afuera de Rusia.
El Ajax que goleó este domingo 3-0 al líder PSV fue pura fiesta. El techo corredizo del Johan Cruyff Arena atajó la nieve. En otras canchas, como la de Roda, el arquero agarraba la pala en pleno partido para sacar la nieve del área chica. En Amsterdam, en cambio, los capos de la hinchada del Ajax dirigían la fiesta cantando a torso desnudo. Felices por el triunfo ante PSV. El club que la Phillips fundó hace más de un siglo para sus trabajadores vivió tiempos de oro con Romario. En Eindhoven, cuando pregunté cómo hizo el rey de la playa, la samba y la noche, para sobrellevar la dureza del invierno holandés, me recordaron que una noche, el hoy diputado de Brasil golpeó la puerta de la habitación de un periodista. “Te traje un regalo”, le dijo. A la derecha, una rubia. A la izquierda, una morocha. Luego llegó Ronaldo. PSV, cuya máxima figura es hoy el mexicano Hirving Lozano, lidera cómodo. Pero el domingo fue aplastado por un Ajax que, igualmente, sigue a años luz del que hizo historia con Cruyff. Es un equipo de novatos que sorprendió como finalista de la última Europa League. Hoy, hasta el DT de equipo, supuesto nuevo mago, Peter Bosz, acaba de ser despedido de Borussia Dortmund.

“El principal problema -me dice Ipzenga- es que se ha terminado la última generación de buenos jugadores. Los nuevos parecen más seducidos por el dinero que por el juego”. Sin interés ni autoridad para discutirle aún a su propio técnico. En su gran libro “Fútbol contra el enemigo”, Simon Kuper nos recuerda que “los holandeses son calvinistas y Calvino predicaba a los creyentes que se olvidaran de los sacerdotes y que leyeran la Biblia por su cuenta. El resultado -según Kuper- es que cada futbolista holandés cree tener las mismas posibilidades de estar en la posesión de la verdad que su entrenador”. Bryan Robson arribó a un gran PSV prestigiado tras dirigir a una buena selección inglesa en Italia 90. No ayudaron su 4-4-2 a la inglesa y decir siempre que el equipo había estado “fantástico” aún después de un partido horrible. “Los periodistas holandeses -diría luego Robson- no son reporteros en busca de titulares, sino analistas deportivos. Aquí todos se creen entrenadores”.
Conté alguna vez una entrevista en la que Cruyff me dijo que Holanda, aún siendo mejor, perdió la final de Alemania 74 porque se empeñó en querer enseñarle al mundo cómo debía jugarse al fútbol. También Holanda, cuentan historiadores, se consideró décadas atrás como “la democracia por seguir”. Eutanasia, marihuana, gays e inmigración. Pero el mundo cambió. Ni democracia total ni fútbol total. La gran revolución en los ’70 de La Naranja Mecánica sí provocó que decenas de entrenadores holandeses poblaran el mundo con su librito de “fútbol total”. También jugadores. Imposible no citar a Marco van Basten, que se enfrentó con Arrigo Sacchi en el Milan. Entre los DT, la última gran referencia sigue siendo Louis Van Gaal, amado y odiado. Las selecciones holandesas ya no juegan más “fútbol total”. La de Sudáfrica 2010 llegó a la final. Pero aquella célebre patada de karate de Nigel de Jong, graficó la revista Hard Grass, no fue sólo contra el pecho de Xabi Alonso: fue una patada al corazón del fútbol total. Sin embargo, 600.000 holandeses recibieron en Amsterdam al subcampeón.
El año pasado, Van Basten calificó de “estúpidos” a Hakim Ziyech y Oussama Tannane por decidir jugar para Marruecos y no esperar una chance en la selección holandesa. Simon Kuper contó que la Federación ni lo escuchó a él cuando le habló de Jorge Sampaoli. Hay algo de “club cerrado”. Arjen Robben, por lejos el mejor holandés del siglo 21, nació en un pueblito en la frontera con Alemania. Se formó en el potrero. “Si hubiera crecido en las academias de Ajax o Feyenoord -escribió Kuper- le habrían prohibido tanta gambeta y lo habrían convertido en un simple pasador más, posesión y pases hacia los costados”. Fue Robben, dijo Kuper, porque “escapó al sistema holandés”. Robben anunció su despedida de la selección. De madrugada, y en plena tormenta de nieve, Wilhem, taxista sabio que me lleva al aeropuerto, me da su opinión: “Habrá que esperar algunos años hasta que esto mejore”.
LA NACION