Horace Grant: “Necesitamos que más argentinos lleguen a la NBA”

Horace Grant: “Necesitamos que más argentinos lleguen a la NBA”

Por Mauricio Codocea
Pese a la suntuosa comodidad del sillón en el que está sentado en la recepción de un hotel de lujo, en la zona de Retiro, Horace Grant se mueve una y otra vez. No es porque su humanidad no se adapte a los mullidos almohadones, sino porque se ensimisma en la charla: gesticula, levanta sus manos, se ríe y se estira para tomar la taza de café. Es entonces, cuando su gigantesca mano color ébano agarra el pocillo, que se recuerda la dimensión física de este ex ala pivote, pieza clave en uno de los mejores equipos de básquetbol de la historia -los Chicago Bulls de Michael Jordan- y cuatro veces campeón de la NBA.
De paso por Buenos Aires por el NBA Summit, primera conferencia de negocios y deporte organizado por la liga estadounidense, elogia el sánguche de bondiola que comió en Caminito de manera elocuente: “¡Oh, Dios mío”!, dice mirando al techo y levantando las palmas, como si quisiera volver a tener uno en ellas.
Con un rostro que ni siquiera parece evidenciar el paso del tiempo (tiene 52 años, parece de muchos menos) y sin los lentes característicos que primero usó por necesidad y después -ya operado- para animar a los chicos que sufrían cargadas por tener que hacerlo, se sumerge en una entrevista de casi media hora en la que hablará con tanta pasión como cuando jugaba.


Horace Grant: “Necesitamos que más argentinos lleguen a la NBA” FOTO: DIEGO DIAZ

-En la Bombonerita pudiste palpar una realidad incontrastable de la infraestructura argentina en términos de básquetbol: lugares sin demasiado brillo, sin súper comodidades, incluso quizás pequeños. ¿Cómo le explicarías a alguien que no vino que de este país salió el equipo que ganó la única medalla dorada olímpica que no tienen los NBA, que juegan desde 1992?
-(Piensa) Ética de trabajo y romperse el alma. La pasión, no sólo durante los Juegos Olímpicos sino antes. La relación entre el grupo, la camaradería y la sangre competitiva que corría por sus venas. Si tenés eso en un país o en un equipo, el cielo es el límite. Lo demostraron venciéndonos.
-En tu época, ¿hubieras creído que algún día una Selección con todos NBA iba a perder por primera vez en la historia con un país desconocido llamado Argentina?
-(Risas). No, no en aquel momento. Pero eso es algo espectacular de la globalidad de la NBA. El mundo la mira, los jóvenes la siguen. Hay mucha pasión en los demás países. Ves chicos que crecen con la ilusión de jugar en la NBA y representar a sus países. Es la prueba de que si Estados Unidos no está preparado, derrotas como aquella van a ocurrir. Pero todo el crédito por aquellas victorias hay que dárselo a Argentina. Cuando yo vi ese partido, dije “¡Guau, Dios mío!” (risas). Fue una cosa de locos cómo jugaron. Eso es una prueba de lo que generó la NBA en el mundo.
-Jugaste con varios cracks de los grandes. ¿Qué dirías de Manu Ginóbili, en un contexto histórico de la NBA?
-No podés encasillar lo que ha hecho, lo que significa para el mundo del básquetbol. Por los títulos que ganó con San Antonio, por lo que le ha dado a la NBA, y no sólo te hablo como jugador, sino como representante de otro país… Creo que está en el top 50 de la historia.
-¿Y si se considera sólo a los internacionales?
-¡Oh, bueno, como mínimo top 5! Incluso top 3. Le dio mucho a la NBA y, claro, a San Antonio.
-¿Había otros jugadores argentinos que te gustaran?
-Nocioni, que llegó después de mi época en los Bulls, y Delfino, que tiene una estupenda mano. Por eso necesitamos más globalización, para que más jugadores de Argentina lleguen a la NBA.
-¿Era difícil, al principio al menos, sentir una motivación en medirse con internacionales?
-No, a mí me gustaba que me desafiaran. Le da más sentido global al juego. Perder es otra cosa (risas), pero que te desafíen es fantástico.
-¿Aquellas derrotas cambiaron la manera en que los NBA veían a los demás seleccionados?
-Siempre los respetamos, pero ahora sabemos que la competencia está ahí (sube la palma de la mano derecha a la altura de la cabeza). De Dirk (Nowitzki) a Manu, Tony (Parker), Pau Gasol… Son muchos. En mis tiempos ya se empezaba a ver esa maduración de los jugadores internacionales. Y es fantástico que hayan logrado tantas cosas.
-Da la sensación de los NBA lo tomaron más en serio ahora y que están convencidos de no permitir que vuelva a suceder. ¿Es posible que suceda igual?
-Creo que los jugadores extranjeros no reciben el reconocimiento que merecen. Y ese es un problema porque deben recibir más crédito. Si no, se sentirán menospreciados y saldrán a jugar mucho más duro de lo habitual. No creo que los jugadores de Estados Unidos pensaran que no podían perder, que no se lo tomaran en serio… Pero si no te tomás al rival en serio, vas a perder. Espero que hayamos aprendido de aquello (risas).

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El elogio a la dinastía de los Spurs

Horace Grant fue parte de uno de los mejores ciclos de la NBA: el de los Bulls de Phil Jackson y Michael Jordan. Estuvo, antes de continuar su carrera en Orlando, en el primer triplete de Chicago (1991, 1992 y 1993). Hoy otra franquicia extendió su éxito en el tiempo: San Antonio Spurs. Horace encuentra puntos en común, pero también los diferencia.
-¿Qué pensás de la dinastía que Los Tres Grandes (Duncan, Parker y Ginóbili) y Popovich han creado con San Antonio?
-Es fantástica. Es la muestra de que si tenés al entrenador indicado, a la organización correcta y a jugadores como Manu, Tony y Tim, que compren la idea del entrenador, se dejen entrenar y tengan camaradería, el cielo es el límite. Si otros equipos imitaran a San Antonio o Golden State, la NBA sería más competitiva.
-¿Cambiaron el enfoque del deporte en la NBA?
-No sé si lo cambiaron, pero sin dudas el suyo es muy profesional: primero el equipo, después los jugadores. Así nacen los campeones: cuando ponés el equipo y a la organización primero y a vos te dejás al final. Ellos incorporaron esa clase de jugadores.
-¿Es comparable a lo que hicieron ustedes en Chicago? Ganaron menos títulos, pero llevan 20 años de protagonismo.
-Desde lo profesional y desde lo que ellos significan en la NBA en esta etapa, sí. Pero poner a alguien en la categoría de aquellos Bulls… San Antonio está muy cerquita de eso, pero para comparar a aquel equipo de Chicago tendríamos que mirar a los viejos Celtics o a los Lakers del “Showtime”.

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Jugar con Jordan y con Kobe, un camino exitoso pero con egos y roces

Grant se dio lujos de los que pocos pueden presumir en la mejor liga de baloncesto del mundo. Jugó y fue campeón con Michael Jordan, el más grande de la historia, y con Kobe Bryant, señalado como el mejor tras el retiro de “MJ”. No sólo eso: como también fue compañero de Shaquille O’Neal y Karl Malone, compartió equipo con cuatro de los diez máximos goleadores en la historia de la NBA. Y fue dirigido por el entrenador más campeón en la historia: Phil Jackson. Vaya si ha cosechado experiencias y logros. Los recuerda con cariño, claro; disfruta el viaje en el tiempo y sigue jugueteando con sus manos, mirando hacia los lados, sumergiéndose en una carrera brillante.
-¿Qué significa haber sido parte de los míticos Bulls?
-Es una de las cosas más maravillosas que me pasaron en la vida. Jugar con Michael, Scottie (Pippen), ganar títulos, lograr cosas que no se veían desde los Celtics de los 50 o 60… Fue una época increíble.
-¿Cómo manejaron los egos? Todos hablan de súper equipos hoy, pero aquel sin dudas lo era.
-Phil Jackson hizo un gran trabajo. Nos hizo entender que no era posible ganar si este tipo no hacía su trabajo y si este otro no hacía el suyo. Desde Michael al jugador número 12. Tiene que ver con lo que te decía de los Spurs: primero estaba el equipo, siempre. Una vez que entendimos eso en Chicago, nació la dinastía.
-Siempre hablás muy bien de Michael Jordan, pero reconocés algunas diferencias que tuvieron. ¿Era un compañero difícil?
-Era duro. Al mirarlo a la distancia, veo que Scottie y yo éramos rookies y no sabíamos qué esperar de la NBA ni de un líder como Michael. Una vez que aprendimos y maduramos, entendimos de qué hablaba él como líder, qué necesitaba de nosotros. Y ahí pensás en lo que te dice y decís: “Bueno” (risas).
-¿Cómo hiciste para no quebrarte, siendo novato, ante semejante exigencia?
-Tuve que tener determinación para ser parte de ese equipo. Debía aprender cómo hacer mi trabajo y hacerlo bien para que tuviéramos éxito. A un líder como Michael, además, no querés decepcionarlo. Tuve que dejar el ego de lado y saber que tenía cosas que aprender.
-¿Qué lo hizo tan especial a Jordan? ¿Hay algo que no le hayas visto jamás a ningún otro?
-La fortaleza mental. Y la física. Pero la mental… nunca vi algo así. El deseo de ganar y de querer que tus compañeros fuesen mejores contigo. Phil lo convenció y él convenció a los demás. Cuando aprendió a confiar en nosotros, en el equipo, los campeonatos empezaron a venir.
-Si debieras dividir responsabilidades en aquellos éxitos, ¿cómo lo harías?
-Un 40 por ciento es de Phil, porque debió combinar todos los egos y eso era difícil (risas). Otro 40 por ciento es de Michael, por su liderazgo, porque supo cómo conducirnos, cómo presionarnos. Y el otro 20 por ciento es del resto del equipo (risas).
-Mencionaste a Jackson. Sus métodos y su sistema funcionaron en distintos momentos, con cerca de una década de diferencia. Ahora intentó aplicarlo con los Knicks, aunque no como entrenador, y no tuvo éxito. ¿A qué se debe? ¿El juego cambió demasiado?
-No creo que haya cambiado mucho. Mi humilde opinión es que necesitás jugadores que crean en el sistema. La gente cree que los que juegan “uno contra uno” no pueden estar en el sistema. Pero Jordan y Kobe fueron dos de los mejores en la historia y confiaron en ese sistema. Tenés que confiar en eso para que haya éxito. A ambos les costó aceptarlo, pero lo hicieron. Y Phil ganó 6 títulos con los Bulls y 5 con los Lakers. Yo pregunto, entonces: si los mejores supieron comprar ese sistema, ¿por qué los Knicks no? Los jugadores deben comprarlo y deben quererlo. Deben dejar el individualismo de lado y poner el equipo por delante.
-¿Es difícil aceptarlo? Porque habiendo tenido tanto éxito, cuesta comprender que no lo abracen de inmediato.
-Es muy difícil, sí. Incluso puede ser frustrante. Pero una vez que adoptás el concepto del “triángulo”, es una obra maestra. Hay tantas opciones con esa ofensiva… Pero el entrenador y los jugadores deben ser pacientes.
-¿Qué tan distinta fue la aventura con los Lakers comparada con lo que había sido la de los Bulls?
-(Carraspea). Con los Bulls no tuvimos tanto… caos (risas). Pero Kobe y Shaq, dos de mis amigos, chocaban mucho. Pero el viaje fue exitoso, aunque un poquito turbulento (risas).
-¿Kobe era tan duro como Michael?
-Demandaba mucho, pero la mayoría de los jugadores de los Lakers eran experimentados y sabían qué hacer.
-¿Y era más difícil lidiar con él que con Jordan?
-No. Tenías que ganarte su confianza. Si lo lograbas, te abría el círculo de sus amistades. Quería ganar y sabía que debía confiar en los compañeros. Eso no era un problema. Una vez que lo conocías, entendías por qué le costaba tanto abrirse.
-¿Fue lo más cercano que hubo como jugador a Jordan?
-Mmm.. (hace el sonido de indudable afirmación mientras da un sorbo a la taza de café). Sí, en cuanto a fortaleza física y mental, a liderazgo, a búsqueda del éxito, a trabajo… MJ es “1” y Kobe es “1,8”. Uno tiene 6 anillos y el otro, 5. Esa es la diferencia.
-¿Es justo comparar a los de hoy, como LeBron James, con Michael?
-Es demasiado. La sociedad en la que vivimos tiende a comparar, pero ellos son diferentes. LeBron es sin dudas el mejor de esta época y me encanta cómo juega, pero no lo comparemos. ¿Son comparables Larry Bird y Magic Johnson? No, porque jugaban de cosas distintas.
CLARÍN