28 Aug La lluvia convirtió al desierto de Atacama en un jardín florido
Las fuertes lluvias que cayeron en los últimos meses en el norte de Chile vistieron de verde el desierto de Atacama, el más árido del mundo, convirtiéndolo en un jardín florido con una explosión de vegetación y colores. Esto sucedió en la zona de Huasco a unos 1.000 kilómetros de San Pedro de Atacama.
El cambio climático está contribuyendo a que el “Desierto Florido”, como lo denominan los chilenos, sea un fenómeno cada vez más frecuente. Este año se espera que las copiosas precipitaciones lo iluminen como nunca antes.
Más de 200 especies, la mayoría endémicas, permanecen agazapadas debajo de la tierra seca durante años para emerger triunfantes cuando les cae la lluvia.
“Tienen estrategias de supervivencia”, dice Gloria Rojas, jefa del área de Botánica del Museo de Historia Natural de Santiago.
Algunas son simples semillas, otras son bulbos, rizomas, tubérculos. Otras como la argylia radiata, “es prácticamente un árbol debajo de la tierra con unos rizomas muy extensos”, dice la botánica, quien espera que este año el fenómeno sea largo porque siguió lloviendo en Atacama.
Desde principios de agosto empezó la procesión de turistas y botánicos para contemplar este espectáculo único, que empieza al norte de La Serena (unos 500 km al norte de Santiago) a lo largo de 1.600 km hacia las fronteras peruana y boliviana, aunque el momento álgido de la floración es a partir de ahora y hasta fines de septiembre.
Ya se aprecian grandes manchas de colores, como el blanco, el amarillo o el morado, los más típicos.
Hay diversidad de huillis (desde blanco a liliáceo), añañucas (rosadas-blancas, amarillas y rojas), nolanas (blanca, celeste y azul), cristarias (lila palido), malvillas (blancas, rosadas y moradas) y solanáceas.
“Son mantos de colores, hojitas muy pequeñas, que dependiendo de la cantidad de agua pueden crecer más o menos”. Cuando llueve mucho, como este año, sale bastante pasto vistiendo de verde un paisaje habitualmente color ocre.
A veces, uno se encuentra con auténticas composiciones florales donde cactus, nolanas -una especie de campana invertida- ‘patas de guanaco’ (Cistanthe grandiflora), la flor amarilla de la Argylia radiata, el ‘carbonillo’ (Cordia decandra), un arbusto de flores grandes y abundantes que contrastan con su oscuro follaje, y muchas otras especies se convierten en un festín de belleza y armonía.
Dependiendo de si es desierto costero o interior, las sorpresas pueden ser diferentes, así como la hora del día. En un día soleado y a mediodía, las flores estarán totalmente abiertas. Si es de mañana, está nublado o está anocheciendo, es posible que no se vean, advierte Rojas.
Los cerros amarillean gracias, entre otras, a la ‘rosita’ Cruckshanksia y la Balbisia pencularis tapiza sobre todo el desierto costero.
“La que es muy especial es la ‘garra de león’ (Bomarea ovallei), típica del desierto costero”, dice la botánica, quien recuerda que no todos los “eventos del desierto florido son iguales”.
Pero no solo de plantas vive el desierto florido. A la sombra de esta vegetación exuberante, se pueden encontrar gran variedad de aves, abejas que vienen a libar el néctar de las flores, lagartijas e insectos.
El desierto de Atacama -el más árido del planeta- tiene un ancho de 180 km, está encajonado entre la cordillera de los Andes y el océano Pacífico.
En sus entrañas esconde recursos minerales como el cobre, del que Chile es el mayor productor del mundo con cerca de un tercio de la producción, hierro, oro y plata, así como importantes depósitos de boro y litio, nitrato de sodio y potasio.
CLARIN