La arenga de San Martín en una batalla clave de su gesta libertadora

La arenga de San Martín en una batalla clave de su gesta libertadora

La figura de José de San Martín tiene el primer puesto casi unánime en el ranking de los próceres de la historia argentina. Y este lunes 21 de agosto es feriado por el día de su Paso a la Inmortalidad.
San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, Corrientes. Fue el menor de los cinco hijos que tuvieron Juan de San Martín y Gregoria Matorras y falleció en Boulogne-sur-Mer, Francia, el 17 de agosto de 1850.
En el marco del Bicentenario del cruce de los Andes, el Museo Histórico Nacional conmemoró este año la primera gran batalla de los ejércitos patriotas contra las fuerzas realistas en territorio chileno. El 12 de febrero de 1817 se desarrolló la batalla de Chacabuco, a unos 55 kilómetros al norte de la ciudad de Santiago.
Hace 200 años se enfrentaron las tropas independentistas del Ejército de los Andes en alianza con los patriotas chilenos al mando del general San Martín, y el Ejército Realista al mando del coronel Maroto. La batalla pasó a la historia. Y la arenga de San Martín a los soldados antes de Chacabuco, también: “Seamos libres y lo demás no importa nada”.

Luego de una gran incertidumbre resultó una contundente victoria de los patriotas, fundamental para la Independencia de Chile y la región.
“Cuartel general en las llanuras de Chacabuco: el enemigo, en número de más de dos mil, sostuvo un vivo fuego de fusil y cañón, pero fue absolutamente derrotado. Dejó en el campo de batalla más de seiscientos muertos, quinientos y tantos prisioneros (…), mil y más fusiles, dos piezas de artillería, cantidad de municiones. Los que murieron de los nuestros no alcanzan a cincuenta”, le escribió el General a Belgrano en una carta en que le anunciaba “la jornada feliz de Chacabuco ha restituido a Chile el goce de su libertad”.
Según el plan de San Martín, llegaron a Chile cruzando en seis columnas: dos principales y cuatro destacamentos menores hacia el norte y hacia el sur para desorientar a los realistas. Las columnas principales avanzaron una por el paso de Uspallata a las órdenes de Las Heras. La otra, dividida en tres al mando de Soler, O’Higgins y San Martín respectivamente, cruzaron por Los Patos.
Una vez que las columnas mayores del Ejército cruzaron la cordillera se reunieron el 9 de febrero en el campamento Curimón, donde San Martín concentró las tropas y planificó la estrategia para el enfrentamiento en la cuesta de Chacabuco con una ofensiva contra el Ejército Realista que salió a enfrentar a los patriotas para frenar su avance.
Bajo el mando del coronel Maroto, las tropas realistas esperaron para evitar que los revolucionarios avanzaran y entraran en Santiago. Estas la conformaban unos 2.500 hombres: una compañía de húsares y varios batallones de infantería. Y en la víspera de la batalla, fijaron campamento en las casas de la hacienda de Chacabuco.

Las tropas patriotas estaban integradas por unos 3.500 hombres en total: los batallones Nº 1 de Cazadores de los Andes y Nº 11 de Infantería, con el apoyo de los batallones 7 y 8 de Infantería, y 4 escuadrones de Granaderos a Caballo.
En la madrugada del día 12, el general San Martín decidió atacar. El plan era usar una táctica de pinzas para encerrar a las tropas enemigas por el frente y la retaguardia, y para ello dividió a las fuerzas disponibles en dos: la Primera División o ala derecha al mando de Miguel Estanislao Soler ( 2.000 hombres), debía atacar por el oeste. La Segunda División o ala izquierda al mando de Bernardo O’Higgins (1.500 hombres), debía atacar por el este.
De este modo se llegó a la batalla de Chacabuco con una estrategia cuidadosamente planeada. Pero el jefe del Ejército de Los Andes debió improvisar sobre la marcha. El mismo puso el cuerpo en el combate.
Según el Museo Histórico Nacional, “el plan original consistía en enviar una de las columnas para atacar por el frente a las fuerzas realistas, a fin de fijarlos –“aferrarlos” en lenguaje militar– en el terreno”.
La idea era ganar tiempo mientras la otra columna intentaría rodearlos con el propósito de atacar por el flanco y la retaguardia en un movimiento envolvente.
“San Martín envió a O’Higgins al frente de la división menos numerosa por el camino más corto y peligroso. Una pendiente escarpada (la cuesta vieja), atacaría a las fuerzas realistas que suponía pertrechadas en las casas de Chacabuco. Por su parte, Soler, debía marchar con su división hacia el mismo lugar, pero por el camino de Montenegro. Más largo y llano (la cuesta nueva), a fin de aparecer por el flanco y decidir la suerte de la batalla. En principio, la orden a O’Higgins era demorar el combate hasta la llegada de Soler, para atacar juntos al grueso del Ejército Realista. Uno por el este, otro por el oeste. Y la columna al mando de San Martín, por el frente.”
Pero O’Higgins no recibió órdenes, perdió la paciencia y avanzó hacia el cerro Los Halcones. Allí desplegó sus fuerzas e inició solo el ataque, mientras un mensajero fue enviado para informarle la situación San Martín.
Sin embargo, el terreno no era propicio para el ataque. Había quebradas que dificultaban el avance de la caballería y esa primera carga de O’Higgins contra los españoles fue vencida hasta obligarlos a retroceder.
O’Higgins era “valiente y temerario”, pero no tenía la experiencia militar ni los conocimientos estratégicos de San Martín. “El general O’Higgins –escribe Carlos A. Pueyrredón en La Campaña de los Andes –, al divisar a las tropas opresoras de su Patria, no pudo contenerse, e impulsado por su valor legendario se lanzó a la carga, resuelta e imprudentemente, contrariando las instrucciones de San Martín de esperar a la División Soler, para iniciar juntos el combate.”
San Martín supo lo ocurrido y envió una orden a Soler para que atacara de inmediato. Pero ante la gravedad de la situación, intervino él mismo y avanzó de frente en el campo de batalla.
Llegó justo cuando O’Higgins se disponía a lanzar un nuevo ataque contra el enemigo. Ahí llegó una división de adelantados de Soler, y se armó el envolvimiento completo del flanco izquierdo y de la espalda “que destrozó la retaguardia realista para consolidar una aplastante victoria a favor de los patriotas”.
Al conocerse las noticias de la victoria y de la participación directa de San Martín en el campo de batalla en tan crítica situación, el director supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón le escribe alarmado una carta en la que dice: “¡Gloria al restaurador de Chile! Sí, mi amigo querido, la fortuna ha favorecido los heroicos esfuerzos de usted y la América nunca olvidará la valiente empresa de usted sobre Chile, venciendo a la naturaleza en sus mayores dificultades. Usted venció y yo me glorío con usted y lo abrazo con toda ternura de mi alma reconocida a sus servicios”.
El ataque combinado de O’Higgins y San Martín, sumado al de Soler, rompió las filas realistas y provocó la retirada de la caballería, mientras que la infantería fue perseguida por varios kilómetros. La batalla que había comenzado a tempranas horas de la madrugada del día 12 de febrero, terminó entre las 3 y 4 de la tarde.
Cuando el 12 de febrero de 1817 las tropas rioplatenses y sus aliados chilenos triunfaron en Chacabuco, la guerra por la Independencia comenzó a definirse para América del Sur “a favor de los patriotas”.
La batalla fue el desenlace de la campaña de los Andes, la más compleja de las operaciones militares que realizaron los revolucionarios del Río de la Plata y el inicio de una sucesión de batallas que garantizaron el fin del dominio colonial español en Sudamérica.
CLARIN